Capítulo dieciséis.

1.2K 107 20
                                    

Me puse de los nervios de repente. Ya había estado en la biblioteca con él, y, sabía que era una estupidez, pero el hecho de planearlo me resultaba más estresante.

Me acordé de que mi madre me había pedido que la ayudase a teñirse, y que luego había quedado con las chicas para ir a tomar algo, así que, muy a mi pesar, iba a tener que prescindir de la biblioteca, y de ver a mi crush a solas.

Bueno, intenté buscarle el lado positivo... así no parecería exageradamente desesperada.

Bloqueé el móvil, y lo dejé sobre la mesilla. Me tapé hasta la nariz, y me puse de lado, pasando un brazo por encima del cuerpo de mi mejor amigo, y acurrucándome junto a él.

Desde que empezó todo lo de mis padres, me costaba mucho dormir sola, y me sentía segura cuando dormía con Dani. Siempre nos achuchábamos cuando dormíamos, desde pequeños, y él sabía que lo necesitaba, así que, siendo lo bueno que es, nunca se quejaba.

No tardé en dormirme, y quise jurar que solo habían pasado diez minutos cuando oí sonar la alarma.

Me acordé de Dani, de Badi, y de las ganas de matarles que tenía.

Me levanté sin hacer ruido, recogí mis cosas lo más rápido que pude, y salí con Badi de la casa de mis vecinos, siendo lo más sigilosa posible.

Aún no había amanecido del todo, pero bajé las persianas de mi habitación cuando llegué, para asegurarme de que el sol no se entrometería en mis sueños, y me las apañé para tardar menos de 20 minutos en volver a caer en los brazos de Morfeo.

Unas cuatro horas y media después, me levanté, y tras concretar la hora a la que quedaría con las chicas, bajé a desayunar.

Mi madre estaba tendiendo la ropa, y mi padre arreglando algo en la habitación... parecía que - por fin - íbamos a tener una mañana tranquila, y recé porque así fuera.

- ¡Mamá! - dije, mientras metía los cacharros en el lavavajillas.

- ¡No te oigo! - rodé los ojos. ¿Por qué no me hacía caso, y se acercaba a GAES?.

- ¿Te tiño ya? - pregunté, cuando llegó a la cocina.

- Pongo la lavadora y me tiñes, ¿Vale?. -

Llamadme loca, pero me daba rabia que fingiesen tanta normalidad. Esta casa era un puto asco, y me jodía que intentasen hacer parecer que éramos una familia normal, cuando vivíamos en una casa de locos.

- Bueno, pues mientras voy a sacar a Badi. - decidí.

Le puse la correa, me arreglé un poco, y, después de lavarme los dientes, salí a la calle, con él tirando de mí.

- ¡Tranquilo!. - le dije, mientras no podía evitar reírme ante su gran excitación.

- Una pena que me abandones... espero que nos veamos algún día esta semana.😉 - odiaba el emoticono del guiño, pero viniendo de Álvaro, solo podía encontrarle connotaciones positivas.

Iba tan entretenida con el móvil, que no me di cuenta de que alguien se había parado a jugar con mi perro.

- ¡Muérdele!. - animé con gracia a Badi, cuando vi quien le estaba acariciando.

- Ja ja ja - dijo Jesús, medio riéndose. - Ya quisiera tu perro morder estas carnes - dijo, mientras hacía un movimiento muy parecido a lo que identifiqué como una culebra en pleno ataque epiléptico, mientras se señalaba todo el cuerpo, creyéndose gigoló.

- Dudo que mi perro quiera envenenarse, y morir tan joven. - respondí.

- ¿Estás graciosa hoy o...?. - cuestionó mi vecino, aún con tono divertido.

- No especialmente. - dije, frunciendo los labios, disimulando la sonrisa qe amenazaba con escaparse.

- Oye, _____, ¿Flores, o bombones?. -

- ¿Para qué lo quieres saber?. - inquirí.

- Bueno, mientras te decides a ayudarme, yo tengo que empezar a trabajar lo antes posible. Así que, eso... ¿Qué preferís las chicas, flores, o bombones?. - o sea que él ya había comenzado su plan... sí que le había dado fuerte con la chica.

- Pues las dos. ¿No has visto ninguna película romántica, o qué?. -

- Madre mía, esto del amor me va a costar un par de órganos. Sí, más de las que me gustaría admitir... - se quejó.

- Ya... no vayas de hombre duro, que me ha dicho un pajarito que te encantan. - levanté las cejas.

- Bah. - le quitó importancia. - ¿Vas a venir luego a casa?. - ya no me sorprendía que me lo preguntase, parecía una inquilina más.

- Pues... no sé si me acercaré esta noche, tampoco quiero dar mucho la lata... ya veré. - era la verdad.

- Nah, sabes que no hay problema. Bueno, pues ya si eso luego nos vemos... ¡Chao!. -

- Hasta luegooo. -

Seguí mi camino, y, unos diez minutos después, ya estaba de vuelta en mi casa.

Tras teñir a mi madre, comer, echarme la siesta, y arreglarme, me dirigí a pasar una tarde de chicas que - cabe decir - era más que necesitada.

«Distancias relativas.» - Jesús y Tú. - Gemeliers.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora