Margarita, está linda la mar,
y el viento
lleva la esencia sutil de azahar,[2]
yo siento
en el alma una alondra cantar:
tu acento.[3]
Margarita, te voy a contar
un cuento.
* * *
Éste era un rey que tenía
un palacio de diamantes,
una tienda hecha del día
y un rebaño de elefantes.
Un kiosco de malaquita,[4]
un gran manto de tisú,[5]
y una gentil[6] princesita,
tan bonita,
Margarita,
tan bonita como tú.
Una tarde la princesa
vio una estrella aparecer;
la princesa era traviesa
y la quiso ir a coger.
La quería para hacerla
decorar un prendedor,[7]
con un verso y una perla,
una pluma y una flor.
Las princesas primorosas,[8]
se parecen mucho a ti.
Cortan lirios, cortan rosas,
cortan astros. Son así.
Pues se fue la niña bella,
bajo el cielo y sobre el mar,
a cortar la blanca estrella
que la hacía suspirar.
Y siguió camino arriba,
por la luna y más allá;
mas lo malo es que ella iba
sin permiso del papá.
Cuando estuvo ya de vuelta
de los parques del Señor,[9]