Un.

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La advertencia de tu ida, el dolor cabido en mi corazón. Silenciosos y dolorosos sollozos así como miles de dagas clavadas en mi corazón.

Quisiera haber precavido que dejabas un vacío, tú no tuviste la culpa.

Tú, vivías en tu propio vacío, libre como el viento; sin embargo yo no quería ni mucho menos quiero ser tu piedra en el camino.

Sigue perdiéndote en tu vacío, aunque sigas clavando la daga más profundo.



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