Capítulo 1

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Era una fría mañana de diciembre, cuando Rynon subió al tejado y se dispuso a romper las estalactitas de hielo que se habían formado durante la noche.

-Este frío va a matarnos. Literalmente. - murmuró el chico.

No le faltaba razón, era el invierno más frío en 100 años. Apenas podían sacarle nada a la escasa tierra que poseían y además, los animales estaban muriendo congelados y nada podían hacer más que mirar. Incluso ellos estaban durmiendo todos en el salón, tratando de darse calor mutuamente. A Rynon no es que le encantara dormir con sus abuelos, pero tampoco le quedaba otra opción.

- ¡Eso será si no llega la guerra a la región antes!- dijo Lían, el abuelo.

Lían tenía 58 años, de rosto amable con barba descuidada y vivos ojos azules. Apenas cuatro pelos cubrían su cabeza, por eso siempre llevaba su inseparable gorro de paja.

- Buenos días abuelo, no sabía que estabas ahí abajo.

- Pues ya ves, aquí tomando el fresquito, porque lo que es el Sol, ni me acuerdo de él.

- ¡Pero mira que eres exagerado!

- ¿Exagerado? Se ha muerto otro cerdo, Rynon. Ya sólo nos quedan las vacas y el pobre Mishu.

La familia vivía en una pequeña granja a las afueras del pueblo. No era gran cosa, una hectárea cultivable y unos cuantos animales pero les daba para vivir. Y Mishu es el gato de la familia y es asquerosamente insoportable; Rynon pensó que no le importaría meterlo en una olla y hacer un caldo con sus asquerosamente insoportables huesos.

- ¿Sabes cuándo va a llegar Keon?- preguntó Rynon.

- Cuando cace algo, supongo- contestó Lían.

- Pensaba que había encontrado trabajo como leñador.

- Já, ya sabes cómo es tu hermano. Es el mayor pero desde luego, es el más tonto de los dos.

- ¡Vaya, gracias!- contestó Rynon, haciéndose el indignado.

- ¡No se merecen!- contestó este mientras caminaba al establo.

Su hermano Keon era un desastre humano: irresponsable, maleducado y descarado, se pasaba las tardes en la taberna bebiendo y seduciendo mujeres. Eso sí, era el mejor cazador del pueblo, pero incluso él estaba teniendo problemas para encontrar caza. Los animales con este frío escaseaban, por eso necesitaban a Keon trabajando con los leñadores. Lo habría hecho él mismo, de no ser porque no era ni la mitad de robusto que su hermano y además los abuelos necesitaban algo de ayuda. Reparto de tareas, lo llaman. Ya le echaría la bronca cuando llegara.

Por fin había acabado de tirar las estalactitas, así que se bajó del tejado y fue a tomar su caliente, o al menos eso esperaba, desayuno.

- ¡Buenos días, mi señora!

- Eres muy tonto para la edad que tienes, Rynon.

Y esa era la abuela Clarí: una fuente de sarcasmo y simpatía inagotables. Tenía el cabello de un color grisáceo, que una vez fue negro carbón como el Rynon. De rasgos fuertes y nariz afilada, formaban un contraste que junto con sus grandes ojos verdes y su ironía, imponían respeto allá donde iba. Desde luego, Keon había sacado esa fuerte (o estúpida, depende de cómo lo mires) personalidad de ella. No obstante, si hay alguien a quien la abuela no puede torear, ese es el abuelo; él ya la tiene calada, se ríe de ella en su cara. La abuela Clarí dice que por eso lo ama.

Rynon se sentó y empezó a engullir las gachas con un apetito fiero.

- ¿Has tirado las estalactitas? ¡Lo único que nos faltaba era tener un accidente!

Por la fuerzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora