Ya casi eran las 8:00 y Samuel ya estaba más que listo para la fiesta.
Estaba emocionado, pues al fin conocería a Guillermo. En Instagram parecía una persona maja, además de adorable, claro está, pero Samuel tenía intriga de saber si sería así en persona.
Cuando el reloj marcó las 8:00, tomó sus cosas y salió de su casa a toda leche. Él no era de las personas que llegara temprano a las fiestas, pero esta no era cualquier fiesta, así que debía estar puntual.
Guillermo estaba arreglando los últimos detalles de su atuendo. Quería estar presentable para... para nada, en realidad. Que su ex novio se fuera a presentar en la fiesta no tenía nada que ver, y menos el hecho de que esa misma noche, en ese mismo lugar, fuera a conocer a Samuel.
A eso de las 8:27 salió de su casa, acompañado de Frank, quién desde hace unos dos días se había quedado a dormir ahí.
—¿Emocionado, compi? —preguntó Frank, mientras cerraba la puerta de la casa.
—¿Por qué debería estarlo? —respondió Guillermo—, es sólo una fiesta.
—Sí, claro —dijo Frank con sarcasmo.
Ambos chicos caminaron hasta el lugar en el cual se efectuaría la fiesta, ya que estaba remotamente cerca de su posición actual.
—¡Willy, Frank! —dijo Abel en cuanto los vio entrar, llevaba en la mano un vaso rojo con lo que parecía ser Vodka.
—¡Abel, cara caja! —gritó Frank, seguido de una sonora risa, la cual fue acompañada con la risa escandalosa de Abel. Guillermo sólo rió entre dientes.
Frank y Abel se enfrascaron en una conversación muy animada, pero Guillermo se sentía fuera de lugar. Los veía pero no los escuchaba. Era cómo sí él estuviera ahí, pero su mente estuviera en otro sitio.
Poco a poco se fue alejando de ellos, y se dirigió a la barra, en donde pidió un ron con coca, para calmar un poco sus nervios.
—Hola, enano —dijeron desde detrás.
Guillermo se giró sobre sus talones y, al estar frente a frente con el dueño de aquella voz, sonrió con sinceridad.
—Etni, viniste —dijo, todavía con la sonrisa pintada en los labios.
—Hombre, claro —respondió obvio—. No quería romper tu corazón.
Ambos chicos se unieron en un cálido y familiar abrazo. Guillermo, aún entre los brazos de Etni, cerró los ojos. Había olvidado lo bien que se sentía entre ellos.
Pero, cuando los abrió, se encontró con una penetrante mirada.
Como si lo hubieran descubierto haciendo algo malo, soltó de golpe a Etni y se arregló la camisa, todo sin apartar la vista de aquel chico.
Samuel lo vio. En brazos de, quien supuso, sería aquel molesto chico de Instagram. Pero no importaba mucho, aquí lo importante era que al fin lo había visto. Con paso decidido, se acercó a ellos. Su objetivo era Guillermo, el otro chico no importaba.
—Willy... —dijo Samuel en cuanto estuvo frente a frente con el menor.
—Ve-Vegetta —tartamudeó Guillermo. Samuel sonrió.
—¡Vegettita, macho! —gritó Frank. Samuel se giró a verlo y lo estrechó en un amigable abrazo—. ¿Y tú? —le dijo a Etni—. Fuera de aquí. Esta es Zona Wigetta.
Después de decir aquello, Frank tomó a Guillermo y a Samuel de las muñecas y los jaló a una mesa, en la cual estaba sentado con Abel.
—Espera, dejé mi vaso —dijo Guillermo, tratando de volver hacia la barra.