Historia 2. Soledad con aroma a tulipanes

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Los tulipanes son hermosos, son lo más precioso que existe.
Frente a Miguel se encontraba una amplia pared que había llenado con fotografías de su madre, él las observaba de manera detallada entretanto que una leve nostalgia irrumpía en su mente motivo por el cual no lograba concebir el sueño.
¡Maldición, nada en esta vida es justo!... Él tiene la desdicha de haber perdido a su madre a la escasa edad de 17 años, se siente triste, vacío y su autoestima comienza a estar peor con el paso de los días, si sigue así posiblemente descenderá a una depresión terrible. Observa un poco su entorno y se hace un sin fin de preguntas absurdas, se levanta de su cama y se dirige hacia la habitación de su madre donde en esos momentos duerme su tía Rachel, una mujer de 30 años de edad, rostro largo, labios carnosos, ojos grandes sumamente hermosos, cabello castaño como el de su madre, un cuerpo voluptuoso muy bien formado, sin duda una mujer bastante atractiva con una mentalidad extraña, ya que afirma que jamás encontrara al hombre indicado para ella. Ahora solo se tienen el uno al otro y no cuentan con ningún otro familiar en el mundo, al menos de eso estaban seguros. Después de analizar un par de veces la situación en la que se encuentra se ha dado cuenta de que la única manera de llenar ese vacío en su pecho es aceptando el cariño que su tía le ofrece, aunque él sabe que no existe algo que pueda compararse con el cálido amor de su madre esta dispuesto a intentar sanar esa terrible herida. Avanza sigilosamente por el pasillo a media noche, teniendo mucho cuidado de no hacer algún ruido que propicie a interrumpir el sueño de Rachel.
El recuerdo de su madre aun resuena en en sus memorias pero decide ignorarlo hasta que al fin llega frente a la habitación...
Que extraño. En esos momentos se percata de que la puerta esta un tanto abierta, extiende su mano y se dispone a tocar, pero cuando sus nudillos están cerca de impactarse contra la puerta se detiene, ya que logra escuchar un ruido extraño proveniente de aquella habitación, ruidos nada comunes, pero también muy dulces que emanan de las hermosas cuerdas vocales de su tía. Suspiros y gemidos de excitación envolvían el ambiente en ese instante, cada suspiro con mas intensidad uno tras otro como si estuviese llamando a Miguel a que pasara a aquella recamara y se sentara a deleitarse con esa excitante melodía. Probablemente la tía Rechel creyó que Miguel dormía en esos momento y se sintió libre de hacerlo. Pero conforme avanzaban los minutos la duda lo invadía cada vez mas, ¿qué era lo que su tía Rechel estaba haciendo realmente detrás de esa puerta?... Miguel se encorvó un poco hasta llegar al cerrojo por el cual se dejaba ver una mínima parte del suceso, deslizo su mano cuidadosamente por la orilla de la puerta para poder abrirla un poco más, hasta que por fin lo obtuvo y su ojo se deleitó observando la hermosa, espectacular y voluptuosa figura de su tía alumbrada por unos mínimos rayos que emitía la lámpara de escritorio posicionada en el buró de al lado. Rachel estaba desnuda totalmente, tenía su mano derecha entre sus piernas y en la otra, un artefacto extraño con el cual parecía estimularse el clítoris, sus enormes pechos lucían aún mejor desnudos, tan firmes con esa grande areola café que los envolvía. Ahora que Miguel la había visto de esa forma se sentía dichoso y excitado puesto que ahora no tendría por que dejarle a su imaginación crear una imagen de en la que se mostrara a su tía de esa forma. Era inevitable no maquinar pensamientos sucios e indebidos después de ver tal acto. Sus gemidos aumentaban, se hacían mas rápidos subiendo de intensidad, sus dedos se deslizaban sobre sus pechos y sus piernas, acariciaba su piel con mucha delicadeza y morbosidad al mismo tiempo, la lujuria la invadía hasta que finalmente expiro un gran suspiro y termino colocada sobre la cama empapada en sudor y con una aparente taquicardia. ¿Qué había sucedido? Sin duda él no podría ver a su tía de la misma manera, ahora un deseo carnal surgía de su mente y también de entre sus piernas... Lo único que podía hacer era volver a su habitación porque lo que su mente maquinaba en ese momento era algo absurdo. Camino de regreso a su habitación, se recostó sobre la cama y recordó esa escena, sus pezones, sus piernas, toda en Rachel parecía hermoso. Por un instante su mente se enfoco en algo más que no fuera su madre y esto era bueno por que se había olvidado de su desdicha al menos por unos minutos, a pesar de eso su angustia era recurrente y necesitaba deshacerse de ella lo más pronto posible.

Días después 1:00 am, un sombrío y tétrico sueño emano de lo más recóndito de la mente de Miguel, cuando despertó estaba lleno de sudor y unas lágrimas recorrían sus mejillas, esa noche había soñado con su madre, ella lo llamaba como siempre después de clases, le preparaba una rica comida y esperaba tranquilamente su llegada para que después partiera a su trabajo, sin embargo, cuando él llego a casa, estaba solo, totalmente solo... Aturdido por aquel sueño se levantó rápidamente y se dirigió a la habitación de su tía, trato de llamar a la puerta, pero el sueño lo apesadumbrada en gran manera, tenia miedo a quedarse solo como en el sueño y que su tía se marchara al igual que su madre. Empujo la puerta para abrirse paso y entro sigilosamente para evitar hacer ruido, ascendió por la cama y deslizo las sabanas que cubrían a su tía, exponiendo así su radiante ser ante él. Un aroma emano de entre ellas, un aroma singular, único, parecido al de los tulipanes, algo irresistible ante su olfato. Miguel se abrió espacio al lado de ella para que ambos se miraran frente a frente, la única diferencia era que Rachel estaba bajo un sueño lo suficientemente pesado como para no sentir que Miguel deslizaba sus manos sobre sus pechos y sus glúteos incluso debajo de la ropa. Mientras más avanzaba más excitante era, por alguna razón sus manos se movían solas queriendo explorar más y más sin dejar de tocarla, hasta que comenzó deslizar la escasa ropa que recubría el cuerpo de su tía...
Rachel despertó, la noche era calurosa y unos brazos la envolvían desde atrás cubriendole toda su cintura, sentía un aliento cálido que golpeaba su cuello y unas piernas entrelazadas con las suyas, inevitablemente algo que la hizo creer que era un sueño...

-Miguel... ¿Qué haces aquí? No entiendo que sucede, esto es algo indebido...- hizo una breve pausa, mientras el cálido aliento de Miguel chocaba contra su hombro- tu y yo no podemos estar de esta forma ¿Acaso estás loco? ¡Piensa en que diría tu madre si estuviera aquí y nos viera de esta forma!-.
-¿Mi madre?...¡maldición, mi madre ha muerto, todos sabemos que ella esta muerta, creí que ya estaba muy claro!- dio un ligero respiro para tranquilizarse- tan solo... déjame estar contigo...-.

El calor era mas intenso y sus cuerpos parecían fundirse poco a poco.
-¿Estás seguro de que quieres hacerlo?-pregunto con voz tímida.
-El cariño que tú me ofreces es el único que puede llenar este vacío, por favor, déjame estar contigo, no soporto más estas inmensas ganas de poder tenerte y hacerte mía, entiendelo por favor.
Rachel estaba sorprendida, jamas se había imaginado que sucedería algo así. Se levanto y se colocó sobre Miguel, tomo su rostro, se acercó a él y se miraron unos instantes... Esa mirada tan peculiar de ellos, una mirada destrozada que trataba de encontrar cariño, el mismo que solo podían darse ellos mismos, fue ahí cuando lo beso y ambos se envolvieron en una burbuja resplandeciente llena de luces, donde ambos se tocaban, se besaban y sus heridas sanaban de forma que el orificio en sus pechos se complementaba mientras ellos hacían el amor...

Tristes Miradas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora