Parte 3. Enamorado del pasado

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Me enamoré de ella, de sus hermosos ojos, de su piel tersa, de su aroma a primavera. Me enamoré de una chica que era mucho menor que yo.

Jesús caminaba con desdicha, pensando en lo que habría de ser su vida, tratando de entender la soledad que sentía desde hace mucho, desde que la vida le quería sacar los ojos, porque eso parecía, mal tras mal, le hacían creer que la existencia estaba en su contra y que dios lo había abandonado.
Mareado de abstinencia, decidió darle un jalón a su pipa de marihuana, le tomo tan solo un minuto ponerse hasta atrás, como usualmente lo llamaba él.

Llegó a casa, se retiró la chamarra desgastada por el tiempo, se retiró los zapatos y se recostó sobre la cama. Tomó el teléfono y comenzó a revisar sus mensajes, hasta que se topo con uno bastante inusual: "Hola, me gustaría conocerte". Se trataba de una chica de complexión delgada, cabello extraño, como si se hubiera cortado el fleco ella misma, rostro redondo, y una expansión en el lobulo de la oreja izquierda, pero sobre todo, se notaba que era mucho menor de edad que él.

Una conversación se decenlazó, dónde ambos comprendieron que coincidían en muchas cosas. Un día bastó para que los dos decidieran ser pareja, a pesar de la edad, el 18 y ella 14, parecería un acto paidofilo, pero quizá nada erótico, pero si sumamente reconfortante dónde prevalecía el cariño y el amor.
Ambos, sedientos de amor, atención, de aprender a querer, aunque quizá más aún para aquella pequeña.

La primera vez que se vieron, se sonrieron entre el cruce peatonal, los autos no dejaban de pasar, pero se las arreglaron para llegar el uno al otro.
La primer palabra cruzada, la primer pregunta entrelazada.
-¿Eres virgen?- preguntó ella curiosamente. Jesús se sintió extraño, quizá, pensó, debería ser honesto.
- No, pero eso no importa ahora, porque mi vida ha Sido muy mala, pero ahora todo será diferente porque estoy aquí, contigo.

Los meses pasaron, el cariño aumentó, la confianza ya no era un problema porque ambos desnudaron su mente para que supieran todo el uno del otro, en pocas palabras se trataba de un acto suicida ya que se enamoraron.
Un acto arriesgado, aún más que cualquier mal, aún más que cualquier bien, con el paso de los dias se amaron.
Llenos de ilusiones, se dejaron llevar por lo que a la razón se le escapaba en esos momentos, llenos de metas por venir, se miraron, y decidieron que esas cosas se harían siempre y cuando estuvieran juntos, se idealizaron. Y en otras circunstancias, cuando estaban solos, se observaron, se dieron cuenta de lo mucho que se gustaban, amaban, querían y  se retiraron la ropa para envolverse con sus cuerpos y  abrazarse el alma, lamieron su espíritu y jamás se soltaron. Segundo a segundo con las manos entrelazadas, los labios ardiendo y el amor desbordándose, se amaron como nunca nadie lo había hecho... Ellos, enloquecían el uno por el otro.

Los años pasaron, crecieron juntos, momentos buenos vinieron, momentos malos también.
Oh amada mía, si hubiera sabido que me dolería amarte probablemente no cambiaría nada, porque fue un placer hacerlo.

Ella, se fue una primera vez, sedienta de un nuevo amor se dejó llevar por la emoción de unos nuevos labios que besar, unas nuevas menos que palpar...
Seguramente pensó Jesús, hice las cosas mal, aunque se la pasaba culpandose todo el tiempo, se dió cuenta de que no era justo, tirar a la basura una relación que tenía mucho que salvar.
La adicción se había ido, no necesitaba nada más que a ella, seguramente sólo debía darle gracias por la vida nueva que le dió al sacarlo de su abismo.

Pero ella regreso, después de una larga espera, volvió pidiendo ser amada, mismo amor que seguía ahí, porque a pesar de no haber Sido la primera si fue el primer amor de Jesús.

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El tiempo transcurrió, lento, amargo, dulce, lleno de ansiedad Jesús miró aquella foto donde se encontraban juntos, se torturaba pidiéndole al destino que ella volviera, que todo regresará a la normalidad, que su vida no era nada sin ella.
Se sentía desesperado.

Jesús, un chico ahora adulto, caminando en el tránsito del metro, recordó aquella vez cuando su ex amada se encontraba con él, recordar lo bonito decía, jamás lo que te hirió.
Pero era imposible no guardarle coraje.

La mayoría del tiempo me siento solo, a pesar de estar rodeado de Miles de personas, me siento en un abismo, me victimizo constantemente, y me desprecio por no haber hecho mejor algunas cosas del pasado. Eso me atormenta constantemente, me la pasó en ese abismo sumergido con agua hasta el tope, donde a penas alcanzo a ver un rayito de sol, y tal pareciera que mi oxígeno se agota y mi cuerpo se atrofia. Me siento un esclavo del pasado, del "si hubiera".
Ese rayito me ilumina de vez en cuando, pero decido ignorarlo porque tal pareciera que de tanto tiempo que he pasado en ese infierno me ha terminado gustando, me he acostumbrado y tengo miedo a salir de ahí, porque ese lugar a pesar de ser malo se ha vuelto mi lugar de confort.
Es ahí cuando mi cuerpo me da una señal de fatiga, cuando siento presión en el pecho y mis manos se entumen, dando una señal de alarma de que mis pensamientos están acabando conmigo, pero son ellos mismos los que me hacen creer que la cueva no está mal, sino yo, que si quisiera podría arreglarla, quizá quitarle un poco de agua para que me sofoque menos.
Un ratito más para ser iluminado basta, pero no lo puedo obtener de nadie que esté fuera, ni si quiera del sol, sino de la luz que proviene de mi interior que había olvidado hace mucho, y que se había esfumado, por lo que creí que no encontraría algo mejor.
Esa luz me llama y me pide a gritos y de forma delicada que recuerde cuánto me amo.
El amor que decidí tirar por la borda, debido a mis creencias, debido a que siempre pensé en que las cosas se arreglarían, y que aquel abismo tomaría una forma adecuada para mí.
Hubiera deseado no haberme quitado aquella venda, tan solo porque al sumergirme incluso en aquella agua sofocante podía ver la refracción de luz que chocaba contra el agua, pero daba igual, no era real, no era lo que necesitaba, solo era una ilusión que aumentaba cada vez que el sol tiraba su luz sobre el abismo, era algo hermoso pero fugaz, porque después de eso volvía a sentirme ahogado, desesperado, casi muerto.
Mientras que sentía el calor de un llamado profundo, que me tomaba la mano e intentaba sacarme a flote, que se esmeraba en sostenerme para que no me ahogara, que incluso me daba su propio oxígeno para no morir, anque al final sus intenciones eran otras, ya que solo quería que me quedara ahí, haciéndome creer que me ayudaba, al final me dejaba hundir de nuevo, para que no saliera jamás.

Jesús, caminaba con desdicha, recordando el pasado, enamorado de un recuerdo, enamorado de la idealización que se había hecho de su amada. Se dió cuenta de que estaba perdido. Que jamás nadie lo había lastimado tanto como ella, que al final era imposible evitar que ella se fuera, porque no era la única vez que lo hacía, sucedió la primera, y después una segunda, y después una tercera. Pero nada más doloroso como la segunda. Porque ella se había desecho de algo sumamente que los unos en cuerpo y en alma para toda la vida, algo realmente importante que no podría recuperarse jamás.

Hasta que un día ese alguien me impulso tanto, que me expulsó del pozo, me hizo libre. Aunque ahora me sentía desolado porque no le vería jamás.
Angustiado me llené de culpa, me llene de dolor, porque le necesitaba, pero mi mera abstinencia, tan solo hacia falta dar una mirada al pasado para notar que ese alguien se encontraba bien sin mi, y que de una vez por todas debía decirle adiós y agradecerle por haberme hecho libre.

¿Cuánto me amaste mi amada? Qué fuiste capaz de soltarme para que fuera libre, para que continuará con mis sueños, para que siguiera mi camino ¿cuánto me has amado?.

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⏰ Última actualización: Sep 04, 2019 ⏰

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