Uno

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"Otro día de escuela. Otro día normal." Eso pensé ese día. A veces me gustaba imaginar que ese día iba a haber una invasión extraterrestre, o que me iban a decir que era el elegido para hacer algo increible y vivir una aventura fantástica. De cuando en cuando también me daba por pensar que podría ser el día en que Tiff, mi amiga de toda la carrera, me patearía fuera de la friendzone, o quizá en el que Hanna, la chica linda de la clase de mecánica se diera cuenta de mi existencia y pensaría que soy lindo. Incluso me llegaba a imaginar cataclismos y el fin del mundo, que nada tienen que ver con Tiff, ni con Hanna. Pero jamás, jamás pensé que ese iba a ser el día en que empezaría mi camino hacia la locura.

Cuando te llamas Joseph en un mundo en el que mil millones de personas comparten tu nombre, estás condenado a vivir una vida que seguramente han vivido y van a vivir otras mil millones de personas. Me habría gustado tener un nombre diferente, algo más raro y sofisticado. Pero bueno, algo raro no siempre es algo mejor.

Me preparé como siempre, para ir a clase de química. Preparé huevos con tocino y una rebanada de pan tostado con mermelada y mantequilla. A veces me gustaba darme un pequeño toque antes de entrar a esa clase, siempre me costó trabajo la química, así que siempre preferí ir bajo la influencia de un poco de "Maria Juana". Sin embargo el cajón donde la guardaba estaba vacío. Había olvidado que en la fiesta del día anterior había compartido lo qur me quedaba de hierba con una chica algo linda pero bastante loca cuyo nombre nunca pregunté. Ojalá al menos hubiera terminado bien, pero fue un desperdicio de hierba que terminó con ella teniendo sexo con otro sujeto unos minutos después.

No me agité, siempre ha sido fácil conseguir hierba en el campus. Mark siempre andaba en la parte de atrás de la facultad de artes y humanidades, donde se encontraban la mayoría de sus consumidores. Lo encontré en el "orinadero", la zona entre los edificios de la facultad de artes y humanidades, un pasillo angosto en el que la gente solía satisfacer las necesidades de sus riñones, cuando se hacían fiestas en el campus.

-¿Qué hay, mi viejo compadre Joseph? - Me saludó amablemente, mientras encendía un cigarrillo. - ¿Qué necesitas hoy?

-Lo de siempre, a menos que tengas algo más fuerte...

-Estás de suerte hoy, Jos, hace poco conseguí Mazar en el barrio. Está excelente. - Me dijo, aunque en su mirada noté que había algo más ese día - Y no la traigo muy cara, el sujeto que me la vendió se estaba deshaciendo de un lote que se le contaminó... Pero no te preocupes, me ocupé de lavarla y tostarla bien.

-¿Cuánto?

- Ocho el gramo.

-Dame tres por veinte y es un trato.

-Está bien Jos, solo porque eres amigo. El papel de arroz es de cortesía.

Me dio tres paquetitos con hierba, y una cajita con papel de arroz. Los guardé en la bolsa interior de mi chaqueta. Estaba dispuesto a irme, cuando Mark me habló de nuevo.

-Oye Jos...

Dudé un momento, debatíendome internamente entre si hacerle caso o no. Tenía 20 minutos para llegar a química, y una charla con Mark siempre terminaba conmigo llegando tarde a clase. Pero pensé "¿Qué rayos, de todos modos no voy a entender una mierda de esa clase". Así que regresé a charlar con él.

-¿Qué pasó, Mark? - Le respondí, mientras aprovechaba para prepararme un porro.

-¿De casualidad no te interesa uno de esos implantes inteligentes? - Me preguntó de repente - Es que... un dude del barrio estaba vendiendo uno, muy barato... no sé de donde lo sacó, pero a ti te gustan la tecnología y esas cosas...

-Hmm...

Había visto los anuncios en televisión. Se insertaban quirúrgicamente en el ojo, y permitían grabar y reproducir video, fotografías, hacer enfoque selectivo de la visión (mirar de reojo nunca había sido tan fácil y efectivo), hacer traducción simultanea con subtítulos, reconocimiento facial y otra tonelada de funciones interesantes, además de conectarse inalámbricamente con un smartphone. En ese momento no me puse a pensar en el lugar de donde podría proceder uno de esos implantes, y por Dios que debí haberlo reflexionado mejor. Pero los jóvenes somos así, impulsivos e idiotas. Supongo que también fue porque el Mazar es una de esas especies súper fuertes de hierba que te ponen idiota.

Lo Que He VistoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora