"Prometo que..." ha dejado de ser una promesa.
Las promesas son una desesperada manera de afianzar la palabra de uno. Si ya antes no nos podíamos fiar de un "te doy mi palabra" y nos vimos obligados a recurrir a un "te lo prometo" para que nos creyeran, ¿qué vamos a hacer ahora que ni eso es ya creíble?