Puedes planear toda una vida. Tu boda, tu futuro esposo o esposa, el color de los muebles de la casa de tu sueños, la cantidad de hijos que tendrás y los nombres que les pondrás; si quieres mascotas o no, si quieres quedarte en tu ciudad natal por el resto de tu vida o no, el trabajo perfecto y hasta la edad a la que quieres morir. Puedes crear todo un futuro pero al final nada lo decides tú.
Un día común y corriente sales de tu casa, cruzas la calle, y aún después de mirar tres veces el semáforo en rojo, justo cuando das dos pasos, un vehículo se acerca a ti a toda velocidad y sin poder evitarlo te lleva por delante.
Ahora, puede ser que haya sido una muerte instantánea y sin dolor. Puede ser que quedes en coma por años. Tal vez una doctora de bata blanca le diga a tu familia que hizo todo lo posible pero que se salió de sus manos y ellos se desmoronen en lágrimas en la sala de espera de un hospital. Puede que abras los ojos y lo primero que veas sea a tu madre tomando tu mano y llorando, tratando de decirte entre sollozos que te espera impaciente una silla de ruedas que te acompañara por el resto de tu vida. Tantas posibilidades. Resulta que todo pasa como debe ser y no exactamente como se plantea.
Las coincidencias no son una casualidad. Lo que pasa ahora tendrá un resultado en lo que pasará mañana. Cada paso que das da pie a millones de caminos distintos. El mundo está hecho de tantas conexiones de tiempos que llega a ser increíble como hasta el mas mínimo detalle interfiere en las situaciones que se desarrollen en un futuro. Por esto es que lo más querido o necesario, llega en el momento correcto y, a menudo, el menos esperado. La vida es como un libro de muchos capítulos, o dicho de mejor manera, un libro es como la vida, dividida en capítulos convertidos en secuencia; y con un final sorpresa decidido por la voz en la cabeza del loco que pensó en crear la historia.
De todas formas, no está escrito hasta que pasa.
