EL MINISTERIO DE CRISTO
Habiendo Satanás acabado sus tentaciones, se apartó de Jesús por una temporada. Los ángeles sirvieron a Jesús de comer en el desierto, lo fortalecieron, y la bendición de su Padre reposó sobre él. Satanás había fracasado en sus más feroces tentaciones; y sin embargo, miraba esperanzado el período del ministerio de Jesús, cuando habría de esgrimir en diversas ocasiones sus astucias contra él. Todavía esperaba prevalecer contra Jesús incitando a quienes no quisieran reconocerlo ni recibirlo a que le odiasen y lo matasen. Satanás tuvo una consulta especial con sus ángeles, quienes estaban frustrados y furiosos por no haber logrado aún ventaja alguna contra el Hijo de Dios. Resolvieron extremar su astucia y valerse de todo su poder para infundir incredulidad en las mentes del pueblo judío para que no reconociese a Jesús como el salvador del mundo, y a fin de lograr así que Jesús se desalentase en su misión. Por muy escrupulosos que fuesen los judíos en sus ceremonias y sacrificios, podía inducírselos a despreciar y rechazar a Jesús con tal que se los mantuviese enceguecidos acerca de las profecías, dándoles a entender que el Mesías había de venir como poderoso rey terrenal.
Se me mostró que durante el ministerio de Cristo, Satanás y sus ángeles estuvieron muy atareados para infundir incredulidad, odio y menosprecio a los hombres. A menudo, cuando Jesús declaraba alguna punzante verdad que reprendía sus pecados, la gente se enfurecía, y Satanás y sus ángeles la incitaban a quitar la vida al Hijo de Dios. Más de una vez recogieron piedras para arrojárselas; pero los ángeles lo guardaron y lo libraron de las iras de la multitud llevándolo a un lugar seguro. En una ocasión en que la sencilla 159 verdad fluía de labios de Jesús, la multitud se apoderó de él y lo llevó a la cumbre de una colina con intento de despeñarlo. Se promovió entre los judíos una disputa acerca de lo que habrían de hacer con él, y entonces los ángeles lo ocultaron de la vista de la gente, de modo que pasó por entre ella sin ser visto, y continuó su camino.
Aun esperaba Satanás que fracasaría el grandioso plan de salvación. Se valía de todo su poder para endurecer el corazón de la gente y exacerbar sus sentimientos contra Jesús. Esperaba también Satanás que fuesen tan pocos los que reconocieran en Jesús al Hijo de Dios, que él consideraría sus sufrimientos y sacrificios demasiado grandes para tan pequeña grey. Pero vi que aunque sólo hubiera habido dos personas que aceptaran a Jesús como Hijo de Dios, y creyeran en él para la salvación de sus almas, ese plan se hubiera llevado a cabo.
Jesús comenzó su obra quebrantando el poder que Satanás tenía sobre los dolientes. Devolvía la salud a los enfermos, la vista a los ciegos y el movimiento a los lisiados, de suerte que saltaban de gozo y glorificaban a Dios. Sanaba Jesús a los que durante muchos años habían estado enfermos y sujetos al cruel poder de Satanás. Con palabras de gracia fortalecía a los débiles, a los que temblaban y estaban desalentados. Arrancando a los tales de las garras de Satanás, que los sujetaba triunfante, Jesús les daba salud corporal y gran contento y dicha. Resucitaba muertos, que al volver a la vida glorificaban a Dios por la grandiosa manifestación de su poder. Obraba poderosamente en beneficio de cuantos creían en él.
La vida de Cristo estuvo henchida de palabras y obras de benevolencia, simpatía y amor. Siempre estaba dispuesto a escuchar las quejas y aliviar los sufrimientos de quienes se llegaban a él. Con la salud recobrada, multitudes de personas llevaban en su propio cuerpo la prueba del poder divino de Jesús. Sin embargo, después de realizado el prodigio, 160 muchos se avergonzaban del humilde y no obstante poderoso Maestro. El pueblo no estaba dispuesto a aceptar a Jesús, porque los gobernantes no creían en él. Era Jesús varón de dolores, experimentado en quebranto. Los caudillos judíos no podían dejar que los rigiese la vida austera y abnegada de Jesús. Deseaban disfrutar de los honores que el mundo otorga. A pesar de todo, muchos seguían al Hijo de Dios y escuchaban sus enseñanzas, alimentándose con las palabras que tan misericordiosamente fluían de sus labios. Tenían profundo significado, y, sin embargo, eran tan sencillas que los más débiles podían entenderlas.
Satanás y sus ángeles cegaron los ojos y ofuscaron la inteligencia de los judíos, excitando a los principales y a los gobernantes del pueblo para que le quitaran la vida al Salvador. Enviaron ministriles con orden de prenderlo; pero ellos, al verse en presencia de él, quedaron admirados de la simpatía y la compasión que lo embargaban frente al dolor humano. Lo oyeron animar con tiernas y amorosas palabras al débil y al afligido; y también lo oyeron impugnar con autorizada voz el poderío de Satanás y ordenar la emancipación de sus cautivos. Escucharon los ministriles las palabras de sabiduría que derramaban sus labios y, cautivados, por ellas, no se atrevieron a echar mano de él. Volviéronse a los sacerdotes y ancianos sin llevar preso a Jesús. Cuando les preguntaron: ¿Por qué no le habéis traído? refirieron los milagros que le habían visto efectuar y las santas palabras de amor, sabiduría y conocimiento que habían oído, y concluyeron diciendo: "jamás hombre alguno ha hablado como este hombre." Los príncipes de los sacerdotes acusaron a los ministriles de haber sido también engañados, y algunos de ellos sintieron vergüenza de no haber prendido a Jesús. Los sacerdotes preguntaron desdeñosamente si alguno de los príncipes había creído en él. Vi que muchos magistrados y ancianos creían en Jesús: pero Satanás les impedía confesarlo, pues temían el oprobio del pueblo más que a Dios. 161
Hasta entonces, la astucia y el odio de Satanás no habían desbaratado el plan de salvación. Se acercaba el tiempo en que iba a cumplirse el objeto por el cual había venido Jesús al mundo. Satanás y sus ángeles se reunieron en consulta y resolvieron incitar a la propia nación de Cristo a que clamase anhelosamente por la sangre de él y acumulase escarnio y crueldad sobre él, con la esperanza de que, resentido Jesús de semejante trato, no conservase su humildad y mansedumbre.
Mientras Satanás maquinaba sus planes, Jesús declaraba solícitamente a sus discípulos los sufrimientos por los cuales había de pasar: que sería crucificado y que resucitaría al tercer día. Pero el entendimiento de los discípulos parecía embotado, y no podían comprender lo que Jesús les decía.162
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Primeros Escritos
SpiritualEste libro es una importante pieza en la historia de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, sin embargo no es de lectura exclusiva para sus miembros. Cualquier persona puede adentrarse en sus páginas para descubrir mensajes consoladores inspirados p...