Capítulo Veintiséis

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Capítulo veintiséis

RUBI

Mientras viajaba rumbo a la casa de Florencia en Pilar, desbloqueé mi celular y me sorprendió encontrarme con un mensaje apenas recibido de mi amigo de la primaria José. Él y yo habíamos sufrido por unos largos cinco años las burlas de nuestros compañeros durante la primaria. Pero nos teníamos el uno al otro, éramos compañeros de batalla, como decíamos entre nosotros. Así que, si bien era una pesadilla ir al colegio en cierto punto, no estaba del todo mal si entre los dos compartíamos el sentimiento. Además, cuando terminaban las horas escolares nos dedicábamos a jugar juegos electrónicos y olvidarnos de todos esos infortunios. Sin embargo, cuando él se había mudado al sur del país, me había convertido en un soldado solitario. Con el tiempo terminamos perdiendo el contacto debido a que ya no teníamos mucho en común. Nuestras vidas habían cambiado abruptamente y no teníamos nada para comentarle al otro. Por eso, recibir un mensaje suyo, había sido un hecho que jamás me hubiera esperado.

Más que un mensaje era como un mail, por lo largo que era. Contándome acerca de su vida en Santa Cruz, que iba a estudiar ingeniería en sistemas (lo cual era bastante predecible con lo mucho que nos interesaba la tecnología a ambos) y que con esto de que su vida estaba a punto de cambiar nuevamente, se había acordado como había cambiado en un principio. Que él y yo nos entendíamos a la perfección porque sabíamos por lo que el otro estaba pasando. Entonces pasé el resto del viaje recordando cómo había sido esa etapa.

Era tan chico, y tan mal la pasaba. Los demás me veían débil, vulnerable, el centro de burlas para todos. Yo tampoco sabía como defenderme, y menos siendo tantos en contra de uno. Era imposible.

Recordé lo feos que habían sido los domingos en esa época, cuando reparaba a las últimas horas de la noche la semana que me esperaba. A lo que me volvería a someter. La mecánica de hacer la mochila para el lunes era el momento más difícil, un recordatorio de lo que se venía. Era mejor estar en clase que en el recreo, porque me sentaba cerca de donde estaba la maestra y se les complicaba más a mis compañeros hacerme burlas estando cerca del docente. En sexto grado, que lo había pasado sin José debido a su mudanza, eran mejores las épocas de exámenes, porque tenía con qué distraerme. Porque en el tiempo libre me invadían los pensamientos de lo dura que estaba siendo mi vida, cada insulto dolía más que un golpe en la cara, porque era un golpe percibido en el interior de uno. Una angustia inmensa e interminable. Sí, sexto grado fue el peor año de mi vida. Todos en la vida tenemos un momento en el que nada nos mueve a vivir, o al menos eso creo yo. El mío había sucedido cuando tenía once años.

Cómo todo había cambiado, y para mejor. Cambiarme de colegio había sido como renacer. Lo único que se había mantenido igual en mi vida era mi casa y mi familia. El resto era todo diferente. Había recuperado una sensación que sentía haber perdido en los años en la primaria. Me costó descifrar de qué se trataba eso, sólo tenía la certeza de que algo muy dentro mío había tomado otro color, un color que ya había tenido muy de pequeño y se había teñido a otro en esa época tan larga y horrible para mí.

¿Qué sería de la vida de mis acosadores? ¿De los que se tomaban el trabajo de volver mi vida miserable? Una vez, cuando teníamos dieciséis años, Milagros me dijo que se los imaginaba siendo policías aplaudiendo emocionados el día de mi casamiento. Yo le dije que nunca los invitaría a mi casamiento. Le pregunté por qué creía que sería así, y me comentó que era una imagen de una película que nunca se olvidaría, y hasta el día de hoy la emocionaba. Yo me imaginaba que se trataría de una película para adolescentes que narraba de manera optimista una historia de una persona que sufría bullying. Cómo odiaba esas películas; les ponían el término en inglés para pretender estar a la moda y hacían una parodia a algo que había personas que realmente lo sufrían. Pero no era una de esas películas, Milagros jamás se conmovería con algo tan vacío. No era nada más ni nada menos que "La tortuga Manuelita".

El Expreso Milagroso #Wattys2016Donde viven las historias. Descúbrelo ahora