Capítulo Cinco

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Capítulo Cinco

MILAGROS

La primera vez que se dieron cuenta de mis cortes mamá se había angustiado y preocupado mucho, al igual que mis amigas. Jorge por su parte dijo que buscaba llamar la atención, y su hijo dijo que estaba loca.

Me mandaron a la psicóloga y procuraron que en el colegio no se supiera. Daniela y Eugenia estaban muy pendientes de lo que yo hacía y les decía, y no podían dejarme sola en ningún momento.

Aquella vez, que mis cortes se debían a los acontecimientos con Nacho, procuré ser más cuidadosa que las anteriores. Y eso que hasta había llegado a taparlas con maquillaje.

Y logré que nadie lo notase, hasta que las marcas finalmente desaparecieron.

Al principio me agradaba ir a la psicóloga, más allá de que mi opinión sobre que la tipa era una idiota siempre había sido la misma. Me gustaba eso de que me escuchase alguien imparcial, alguien que no me tuviera afecto ni cariño, por lo que podía ser sincera conmigo. Sin embargo, proponía las soluciones obvias, y nunca me había hecho alguna observación interesante. Así que comencé a decirle en todas las sesiones que estaba muy felíz con mi vida, que había logrado llevarme bien con mi padrastro y hermanastro, que era muy agradecida de todo lo que tenía y que muchas gracias a ella por haberme ayudado tanto. Y logré dejar de visitarla cada martes.

RUBI

Faltaba poco para terminar las clases. Finalmente había llegado el día de la fiesta de egresados de nuestro colegio. Como nosotros ya nos hallábamos en cuarto año, nos tocaba hacerles la entrada a los egresados con los bombos, las banderas y los petardos. Tradición del colegio.

Todos en la camada estábamos de lo más entusiasmados con la fiesta. El plan era hacer pre en lo del Chino e ir todos juntos en colectivo al boliche.

La vestimenta para los que hacían la entrada, siempre contaba con la misma idea: una remera blanca con el escudo del colegio pintada por nosotros. Para las piernas lo que quisiéramos, los chicos por lo general pantalones de jean o los shorts de educación física y las chicas un short o pollera corta.

Yo había quedado en ir a la casa del Chino con Pepe y Uli. Se nos había hecho un poco tarde, así que apenas llegamos nos servimos algo para tomar y nos dirigimos al balcón. Ahí estaba Mili, que me saludó con un abrazo y mas alegría que de costumbre. Llevaba puesta la remera pintada por ella con los colores del colegio y una mano pintada en uno de sus pechos. Como la mayoría de las chicas.

—¿Estas bien, vos? —le pregunté sosteniéndola del hombro.

—¡Sí, Rubiiiii! —exclamó ella tambaleándose.

—No tomes más, no vaya a ser que te pase lo mismo que le paso a Pepe el año pasado —le aconsejé.

—Sí, no te lo recomiendo —aportó Pedro.

Luego de un rato ingresamos a los interiores del departamento. Lucas se me acercó diciéndome que estaría en la fiesta Justi, su prima. Era un buen dato, una buena forma de poner celosa a Milagros.

Seguía sin estar segura de qué era lo que me pasaba con ella. Lo había hablado con mi papá, como solía hacer cuando algo no terminaba de cerrarme. Las tardes que íbamos de pesca eran las mejores oportunidades.

—Contame —me dijo él cuando yo le comenté que tenía que hablarle de algo.

—¿Vos te acordás de Milagros?

—¿La que era tu amiga cuando eras mas chico?

—Sí, la peticita.

—Sí, me acuerdo. ¿Qué pasa con ella?

El Expreso Milagroso #Wattys2016Donde viven las historias. Descúbrelo ahora