Capítulo 3

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Estoy sumida en un sueño ligero cuando percibo el aroma que desprende el cuerpo de Tristán, y siento que unos brazos me levantan del sofá para estrecharme contra un torso musculoso. Luego me besa la frente, me lleva hasta la cama, y me deposita sobre ella con delicadeza.

—¿Dónde has estado? —pregunto cuando recupero la consciencia del todo.

—La reunión se ha alargado más de lo que esperaba. Siento no haberte avisado, mi amor. Me quedé sin batería.

—Había preparado una cena romántica para esta noche —insinúo a la vez que me giro sobre la cama para mirarlo.

—Para mí todas las cenas que tengamos juntos son románticas. Pero te lo compensaré, te lo prometo —asegura quitándose la ropa para ponerse los pantalones del pijama.

—No importa —contesto volviéndome a girar algo disgustada.

—Aunque a ti te de igual, a mí sí me importan tus sentimientos —susurra mientras se sube a la cama y levanta mi camisa para besarme la espalda.

—Vale —respondo algo enfadada.

—¿Estás cabreada? —murmura en mi oreja.

—No —Y oigo cómo suelta una pequeña carcajada.

—Entonces dame un beso, llevo pensando en tus labios todo el día.

Y sin más, toda la furia que pudiese haber en mí, desaparece. Porque es lo que siempre consigue con sus palabras. Logra embaucarme con cada frase que sale de su boca.

—¿Siempre consigues todo lo que quieres? —inquiero poniéndome boca arriba para mirarlo a los ojos.

—Tú eres lo único que siempre se me resiste, y eso me vuelve loco —responde con esa sonrisa que me deja sin aire—. Te amo —confiesa pegado a mis labios.

—Yo también —admito enormemente feliz.

Tristán une su boca a la mía, y adentra su lengua en mi interior. Yo llevo mis manos a su pelo, los entremezclo con sus mechones, y mi Dios de ojos azules coloca las suyas en mi trasero para presionar mi cuerpo contra el suyo, y así poder sentir su dura erección en mi entrepierna. Poco a poco comienzo a excitarme y libero de su melena una de mis manos para meterla dentro de sus pantalones. Rodeo la punta de su polla con suavidad, y bajo lentamente hasta la base, haciendo que Tristán suelte un resoplido.

Cuando empiezo a aumentar el ritmo, mi futuro marido despoja a mi cuerpo de sus manos, y me quita la camisa con la que me quedé dormida en el sofá junto con las bragas y el sujetador. Luego vuelve a fundir nuestras bocas con un beso, y lleva una de sus manos a mi entrepierna para dibujar círculos en mi clítoris con sus dedos. Vuelvo a colocar mi mano sobre su polla, y continúo subiendo y bajando a la vez que nuestras respiraciones se vuelven más aceleradas.

—¡Ahh!—gimo al sentir su corazón y su índice en mi interior.

Y sin más demora, levanto un poco el trasero, y coloco la punta de su miembro en mi abertura. Después la introduzco un poco para provocarlo, y llevo las manos a su culo para hundir mis dedos en él.

Tristán cede ante mi provocación, y me embiste haciendo que grite su nombre a pleno pulmón. ¡Dios, nunca me cansaré de esto!

—Me encantas —susurra en mi oído sin parar de entrar y salir de mí.

Después de lo que a mi me parece una eternidad, el ritmo de sus movimientos comienzan a ser más rápidos. Mi respiración se vuelve entrecortada, como la de mi Dios de ojos azules, y noto cómo el corazón me late a mil por hora. Cabe la posibilidad de que algún día, en vez de llegar al orgasmo, me de un infarto.

Hasta que llegaste tú. Mi Debilidad. (Parte 2/2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora