xxi.
Por la noche, Allaryce no era ella misma. Su cordura desaparecía. Y los pinceles dibujaban. Y su mente pensaba en su rostro. Y su cuadro le recordaba a él. Porque ahora ya sólo era eso; un recuerdo.
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Por la noche, Allaryce no era ella misma. Su cordura desaparecía. Y los pinceles dibujaban. Y su mente pensaba en su rostro. Y su cuadro le recordaba a él. Porque ahora ya sólo era eso; un recuerdo.