XII

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El siguiente planeta estaba habitado por un bebedor. Esta visita, aunque muy corta, sumió al principito en una gran melancolía.

–¿Qué haces ahí? –preguntó al bebedor que estaba sentado en silencio frente a una gran número de botellas vacías y otras tantas llenas

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–¿Qué haces ahí? –preguntó al bebedor que estaba sentado en silencio frente a una gran número de botellas vacías y otras tantas llenas.

–¡Bebo! –respondió el bebedor con aire sombrío.

–¿Por qué bebes? –volvió a preguntar el principito.

–Para olvidar.

 ¿Para olvidar qué? –investigó el principito sintiendo compasión.

–Para olvidar que siento vergüenza –confesó el bebedor agachando la cabeza.

–¿Vergüenza de qué? –volvió a preguntar el principito deseoso de ayudarle.

–¡Vergüenza de beber! –concluyó el bebedor, que se encerró definitivamente en el silencio.

Y el principito, turbado, se alejó diciendo: "No hay la menor duda: las personas mayores son muy, muy, extrañas".

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