xii.
Marlowe no sabía lo que hacía. Eran ellas, las voces, las que la obligaban a hacerlo. Desde la fuga de él, ellas habían vuelto. Y esta vez, eran mucho más insistentes.
Nadie quiso detenerla.
xii.
xii.
Marlowe no sabía lo que hacía. Eran ellas, las voces, las que la obligaban a hacerlo. Desde la fuga de él, ellas habían vuelto. Y esta vez, eran mucho más insistentes.
Nadie quiso detenerla.