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"No se trata de tener la misma sangre, para sentir que eres familia de una persona " 

Navidad doceava (2010)

Corrí hacía la habitación de mi madre la cual se encontraba a dos puertas, una vez que llegué allí sólo habitaba una cama abandonada, sin ella. Desganada por aquello mismo caminé hacía la sala donde estaba el gigantesco árbol adornada por las decoraciones que había encontrado en el sótano, alguna cosas se encontraban rotas pero aún así servían para alumbrar un poco la vida de aquella casa en la cual habitábamos.

Me recosté en la alfombra bordó que adornaba en el suelo y comencé a abrir el regalo que estaba debajo del árbol, este se encontraba adornado por muchos colores que me animaban, uno de ellos era mi favorita y era el rojo, un santa muy lindo que me había regalado mi abuela antes de que se vaya al cielo estaba presente en aquel árbol, cada vez que lo veía me recordaba a mi abuelita la cual la amaba a más poder, ella era muy importante para mi. Me sorprendí al abrir aquel paquete rosado con el listón rojo, en mis manos tenía el juguete que le había pedido a santa, una  hermosa muñeca con vestido de princesa, el vestido era muy hermoso puesto a que se encontraba llena de diamantes pequeños aún así... ¿Por qué aquellas ganas de ser feliz se desvanecieron completamente? Me pregunté a mi misma mientras algunas lágrimas rebeldes salían sin control alguno, abracé la muñeca con fuerza queriendo que me abracé y me diga que todo estaba bien, que ella se quedaría a mi lado y cuidaría de mi...

El sonido de la puerta trasera resonó en la casa, me levanté y caminé junto a mi muñeca, temiendo a que sea un oso pero no fue así, aunque aún tenía demasiado miedo, anteriormente mamá había encontrado un mapache y era muy gruñón, yo pensé que después de él vendrían distintos animales pero no fue así, volví a la realidad y estaba él con su cabello chocolate revuelto, parecía recién levantado y con una sonrisa deslumbrante, en su mano se encontraba un dinosaurio gigante, era de un color verde con tonos oscuros, sus dientes parecían filosos.

—Helena, ¡Mira lo que Santa me trajo!—Exclamó felizmente y le traté de sonreír pero no estaba del todo feliz, estaba muy triste y eso me lo impedía.

—U-Un dinosaurio... —Musité con la voz quebrada, detuve lágrimas, no quería que él me viese llorando y me diga que era una niña débil y tonta.

—¡Es un Tiranosaurio Rex!.

—A mi santa me trajo la muñeca que le pedí —Le mostré la muñeca de rizos rubios y me devolvió una linda sonrisa pe ésta se desvaneció y en ello se puso serio y largó un estornudo fuerte, haciéndome reír de verdad.

Lo dejé pasar por que estaba en pijama y si no entraba se enfermaría pronto, empezamos a jugar con nuestros juguetes hasta que el timbre de la casa sonó en la sala que estabamos los dos jugando. Caminamos los dos curiosos por ver quien era y él preguntó como si fuese a protegerme, no era nadie más que su madre la cual lo llamaba para cenar, ella era exactamente igual a él, sus corazones eran muy cálidos, ellos me hacían sentir feliz.

Me invitó a su casa a cenar y acepté, lo primero que se me vino a la mente fue ¿Que pensaría mi madre?, pero sabía que ella no llegaría temprano puesto a que ella llega siempre a la misma hora de la noche, siempre medianoche. Me coloqué mi abrigo y fui junto a Roxana, así apodé a aquella rubia de rizos mágicos, con un vestido inigualable. Esa navidad fue muy acogedora, la familia de Alex me hizo sentir como si fuese de su propia familia, incluso aquella noche lloré en mi cama pero no eran aquellas lágrimas de tristeza sino de felicidad por lo que ellos me hacían sentir, de no haber aceptado ir, hubiese sido algo lamentable puesto a que estaría en aquella casa grande, sola, sin ningún calor familiar y devastada por mis días largos y solitarios pero por suerte, no fue así.

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