Capítulo VI.

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6 meses después.

La oscuridad era de las peores cosas. Si no era la peor de todas. Hacía frío, tanto que podrías imaginar tus huesos congelándose, crujiendo con cada movimiento, rompiéndose como astillas viejas. Justin no sentía algunas de sus extremidades del cuerpo, así que, a pesar de sus moratones aún recientes de la última visita de los guardias, y de la aparente debilidad que sentía por no haber ingerido alimento hacía un día y medio, se levantó.

Cinco le había sugerido que hiciera un poco de ejercicio cada día, para no perderse en la debilidad. Y también para entretenerse, podría decirse.

A Justin le servía bastante, el hacer flexiones, sentadillas y estiramientos diarios para poder calentarse. Había días, como aquel, que hacía tanto frío que llegaba a temer que, si no se movía, se quedaría tieso, tirado en el sucio y húmedo suelo... Inútil.

No sabía cuánto tiempo llevaba allí, en aquella celda de diez por diez metros, sucia, húmeda y fría, con un olor espantoso para quien no se hubiese acostumbrado ya, y solamente una dura cama con cartón por colchones, y una sucia letrina oxidada. Toda la celda estaba sumergida en las sombras; el único y mínimo haz de luz que había era por un pequeño orificio en el techo, ahí, donde la maya que daba al exterior se había roto.

Justin había llegado a la conclusión de que estaba bajo tierra, en el sótano. Ya que, a cierta hora de ciertos días, podía oír a los prisioneros en el patio, hablando, tal vez hasta peleando. Y todo el ruido era proveniente de aquel pequeño agujero. Justin se preguntó si a los prisioneros no les causaría cierto temor saber que él podía oírlos, que estaba abajo de ellos. Esperando con frenética ansiedad el salir y romper sus cuellos por envidia tanto como si fuera un demonio en el infierno.

Y pensó entonces, que hasta los más terribles demonios lograban salir a la tierra algún día.

...

El sueño realmente no podría llamarse así. De hecho, hasta se parecía a la realidad oscura y negra. Ecepto que ésta vez se despertó con el eco del sonido de la cerradura de su celda abriéndose.

«Imposible», oyó a Seis sisear.

Justin miró a ciegas hacia donde provenía el sonido, quedando momentáneamente deslumbrado cuando un rectángulo de luz apareció de golpe en una de las paredes de su celda.

La puerta. Habían abierto la puerta.

Un par de siluetas negras y humanoides aparecieron también, Justin frunció el ceño, desesperado y frustrado por no poder distinguir más.

Finalmente una de las sombras dio un paso adelante, haciendo eco y pisando un charco del agua sucia que goteó desde la última tormenta y aún no secaba. Cuando habló, su voz también resonó en un eco fantasmal.

-Llegó la hora... -hizo una pausa, Justin alcanzó a distinguir que checaba unos papeles-... Bieber.

Hacía tanto que Justin no hablaba con alguien real, otra persona, una que no le hablase en su cabeza... Que le costó un par de segundos entender lo que dijo el guardia.

«¿Qué? -exclamó Tres-. ¿Se ha acabado el aislamiento?».

«No. No puede ser eso -decía Cinco-: La Juez dictó que Justin se quedaría aquí, hasta el día que...», se interrumpió e hizo una pausa, al igual que todas las demás que habían estado escuchando a Cinco ahora que Seis no respondía.

Justin comprendió un poco tarde a qué se refería Cinco; hacía mucho, demasiado tiempo que fue el día de su segundo juicio, antes de que lo encontraran culpable (no es que no lo fuera) de la muerte de aquella joven enfermera. Antes de que lo aislaran del mundo, encerrándolo con sus demonios en la oscuridad, donde, él bien sabía, el odio solo creció más. ¿A qué? Él no lo sabía exactamente; Patrick y sus amigos tuvieron su merecido hacía bastante. Él sólo sabía que el mundo tenía la culpa. Que no lo comprendía, que lo juzgaba y que nunca lo aceptaría. Que se creían superiores. Pero solamente eran bazofia falsa y repugnante. ¿Cómo lo sabía? Seis se lo había explicado hace mucho tiempo. Y Justin creía ciegamente en su amigo.

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⏰ Última actualización: May 30, 2016 ⏰

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