Capítulo I.

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  Eran más o menos las seis, en una tarde tormentosa en la ciudad de Canadá, cuando Justin Bieber, tras haberse encerrado en su habitación llegando de la escuela, comenzó a experimentar su primer ataque grave de psicosis.

  Como era de imaginarse; sudor frío le caía por la frente, su cuerpo estaba tenso como una cuerda y una vena le saltaba del cuello mientras él gritaba cosas incoherentes —para los que no escuchaban lo mismo que él— hacia la pared de su habitación. Su mente daba mil vueltas, su vista se nublaba de repente y, cuando volvía, perdía la noción de los colores. Todo era blanco y negro, excepto por el color del líquido carmesí que brotaba de sus nudillos después de haber golpeado la pared.

  Sentía que la cabeza le iba a estallar; no soportaba el infernal murmullo de las Voces que, en los últimos quince minutos habían incrementado cada vez más, haciendo así que ya ni siquiera escuchara el repiquetear de las violentas gotas de lluvia que se estrellaban en el vidrio de su ventana.

  «Hazlo...». «¡Hazlo, hazlo...!».

  «¡Vamos!». «Vamos, vamos, vamos...».

Recargándose en la pared, se arrastró con dificultad, tirando de su cabello de una forma violenta y desesperada, tratando inútilmente de así poder mitigar las Voces que resonaban en su cabeza.

  —Hoy lo han vuelto a hacer... —le susurró a sus amigos, que se escondían en la penumbra de su habitación—: Otra vez, mi compañeros de clase me han golpeado. Y no lo entiendo, ¿sabes? Yo no les hago nada. Tan sólo me juzgan, dicen que soy raro... Yo amo la música, el color morado y leer al sol... Pero parece que para ellos eso es para "mariquitas"... —rió roncamente, negando con la cabeza mientras sus Voces murmuraban entre ellas. Justin continuó:

Hoy en hora libre intenté el poder ser como ellos, para no estar sólo en todo el tiempo, y, me han obligado a ser el portero...

  »Yo me encontraba sentado en mi banca, en el salón. Tenía mi cuaderno enfrente, con unos cuantos rayones que le hice a causa del aburrimiento.

  Todos los demás se habían escapado corriendo a la cancha después de que nos avisen que el profesor no vendría; y, como siempre. Yo me quedé solo en mi lugar.

  Desde donde estaba podía verlos muy bien, gran parte de los chicos —si no es que todos—, estaban jugando un aparentemente divertido partido de fútbol. Observé bastantes minutos como se pasaban y robaban la pelota unos entre otros. Sus expresiones de burla, y diversión. De satisfacción al meter un gol.

«Tú jamás podrás saber lo que se siente, ¿sabes? —me susurré mentalmente—: El tener amigos, el estar feliz. No lo mereces».

  Sabía que ésa voz en mi cabeza tenía razón. Sabía que, aunque quisiera intentar ser normal, tener amigos, jugar e ir a fiestas con chicas, jamás lo lograría. Porque no merezco ser feliz. Eso todos lo saben, soy un chico anormal que no llegará a ningún lado.

  Pero no aún después de haberme recordado todo eso, no sé cuál fue el impulso que me atacó y me hizo levantarme de golpe y comenzar a caminar.

  A caminar hacía ellos.

  Hasta ahora no tengo idea de cual era mi idea principal cuando comencé a caminar, sólo recuerdo que, cuando llegué hasta la portería y todos me voltearon a ver entre incrédulos y confundidos, mi mente su puso en blanco.

  Uno de los más grandes, Patrick Byington, con su cabello rubio y ojos negros pintados de burla cruel siempre que me veían, fue el primero en parar el partido para acercarse a mí. Por supuesto todos le siguieron imitando su expresión.

Voces En Mi Interior.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora