Llega un momento en la vida de todo hombre, o en eso había insistido su abuela que en paz descanse, en la que debes pararte a pensar que estas haciendo con ella y hacia donde te encaminas y Greg en ese mismo instante no tiene ni maldita idea de que está haciendo, sobretodo mirando que sobre la mesa descansa una porción de tarta se Starbucks que él, y seguramente nadie de Scotland Yard ha dejado ahí.
Aquello no tenia sentido, hace dos meses ni siquiera se conocían, había oído hablar de él, de boca de John y Sherlock y a pesar de que el detective era increíblemente insistente en que su hermano era un completo inútil y que era molesto; Greg había encontrado tremendo parecido entre ellos. Ambos hermanos Holmes eran caprichosos e impredecibles. Toda una bomba de relojería. Y así estaba, sentado frente a la tarta, como si esperase que aquel minúsculo trozo de delicioso chocolate confesase. Mycroft Holmes me trajo hasta aquí y dice que o me comes o te enteras. Estaba claro que aquella reacción no tenía el mínimo sentido, le incomodaba el hecho de que Mycroft se plantase en su despacho y le dejase un trozo de tarta, aunque sabía que todo aquello no tenía ningún doble sentido. ¡Por dios santísimo, parecía una quinceañera estúpida y no un hombre hecho y derecho!
Aquel malnacido de Sherlock tenía la culpa, en que clase de experimento se había dejado meter, supo que no pasaba nada desde el primer momento en el que se plantó en el 221 B. Solo comentó una cosa. Mycroft, necesitas un amigo. Tenía suficiente con hacerle de canguro a uno de los Holmes como para tener que aguantar a los dos pero es hombre débil y Mycroft debió descubrir que su debilidad era el puesto de café bajo el parlamento porque desde aquel día hasta ese mismo instante llevaban encontrándose ahí todos los malditos días. Lo normal, pero Greg Lestrade es hombre de costumbre y que Mycroft deje un trozo de tarta en su despacho NO es costumbre y le ha pillado tan de sorpresa que es posible que la tarta acabe derritiéndose antes de que la pruebe.
Suena el tono de notificación de su móvil mientras sigue mirando fijamente la tarta y lo saca de su bolsillo, se imagina quien es.
"No me seas asustadizo Lestrade, comete la maldita tarta, no soy mi hermano, juro que he sido bueno y no la he envenenado. No vas a morir."
Bufa, maldito Mycroft, pero que se cree. Vuelve a llevar el movil al bolsillo pero antes ni siquiera guardarlo vuelve a sonar.
"Bueno puede que no mueras, quien sabe, es la mejor tarta de todo Londres, puede que pierdas el sentido de lo buena que está. Quien sabe. Nos vemos luego en el puesto. Tarta y café. Ya sabes. MH."
Maldito Mycroft y sus malditos menús poco saludables pero adictivos.
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Tarta, café y otras delicias del menú
HumorCuando te juntas con los Holmes nunca sabes como va a acabar la cosa, y menos si has caido en un experimento en el que debes ser amigo de uno de ellos. Y ademas que acabe gustandote.