¿A qué hora vuelve papá?

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- ¡Déjame en paz! - Le gritó.
- ¡No lo haré hasta que salgas de mi casa! - Respondió arrojándole un vaso de vidrio que estaba cerca de su mano.
- ¿¡Estúpida, estás loca!?
- ¡Loca estará esa perra que se encama contigo a mis espaldas!

Veo a mamá propiciarle una bofetada.

- ¡Estoy harto de ti!
- ¡Y yo de ti, imbécil! ¡No seguiré aguantando que me veas la cara de tonta! ¡Mientras tu hijo y yo estamos aquí, sin yo saber de dónde sacar el dinero que nos dará de comer, tú despreocupadamente te marchas cada día a la casa de esa zorra, dónde le entregas a ella y su hijo lo que a nosotros no!

Papá golpeó la pared, salió de la cocina, fue en busca de su abrigo, y se fue de la casa dando un portazo tan fuerte que me hizo dar un salto. Desde mi habitación oí el auto encendiéndose e irse a toda velocidad haciendo sonar las ruedas de éste.

Mamá se sentó en la sofá, comenzó a llorar descontroladamente, lamentándose de su quebrado matrimonio con papá. Tiraba de su cabello con fuerza y daba golpes en sus muslos mientras balbuceaba cosas que no lograba entender.

Nunca la había visto en tal estado.

Eran las una de la madrugada, un frío domingo de abril del 2008. En ese entonces tan solo tenía 10 años. Aún conservaba aquella inocencia común de un niño que es arrebatada con el paso de los años.

Salí de mi habitación dónde observaba silenciosamente desde mi puerta que tenía entreabierta. Caminé hacia ella lentamente, con temor y aún asustado por la discusión.

- ¿Mamá? - musité.
- ¿Qué haces aún despierto? - Me preguntó mientras frotaba sus ojos.
- Te oí pelear con papá.
- No ha sido nada. Solamente fue una pequeña discusion, hijo. No te preocupes. - Dijo tratando de calmarme.
- ¿Por qué golpeaste a papá?
- Estaba enojada. Uno comete errores cuando está enojado. Mejor vuelve a dormir, ¿si? Mañana tienes clases y no quieres despertar con sueño, ¿cierto?

Negué con la cabeza.

- Esta bien, mamá. Dulces sueños.
- Dulces sueños, bebé. - Dijo besándome en la frente.

Me dirigí a mi habitación, y al llegar a ésta, miré hacia atrás y ví a mamá que me sonreía sínicamente. Le devolví la sonrisa y me voltee. Me recosté en mi cama y cerré los ojos tratando de dormir.

De pronto una serie de preguntas inundaron mi cabeza.
¿Por qué mamá dijo que papá nos cambió por otra familia? ¿Será cierto? Y si es asi, ¿Por qué? ¿Es que el amor que le brindamos no es suficiente, y debido a esto salió en busca de más para llenar aquél vacío que nosotros no podemos llenar? ¿Es por esa razón que la gente abandona a otra? ¿Es la otra parte la culpable?

No. Me niego a creer eso. Pensándolo bien, el amor que entregamos a papá es más del que merece. A pesar de tenerlo todo, lo desmerece. Uno no cambia así sin más a gente que verdaderamente ama.

Un amor nunca es insuficiente. Insuficiente es la otra persona en su misma definición.

¿Será que él ya no nos ama? Si esa es la razón, ¿Por qué no?

Tal vez aquellos berrinches míos, o el mal genio de mi madre; pero en eso consiste el amor, ¿No? En hacer de los defectos del otro
una característica más que es aceptada.

Si dices amar, y no pones en práctica lo anteriormente dicho, dime tú: ¿qué entiendes de amar?

Estoy seguro que esa mujer no probará el té que preparó para él antes de dárselo y así comprobar si el azúcar es la adecuada para su gusto; estoy seguro que ese niño no masajeara su cuello cuando se sienta tenso y cansado.

Entonces, ¿Por qué, papá? Mi corazón merece una explicación.

Durante un largo rato, hasta lograr quedarme dormido, sentí los sollozos de mamá.

Desperté y me vestí para el colegio. Salí de mi habitación y vi a mamá que aún permanecía en el sillón.

- ¿A que hora vuelve papá? - Pregunté.
- No lo sé, hijo. Quizás en unas horas más.

Él jamás regresó.

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