Hospital

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Busqué mi celular nerviosamente en mis bolsillos, pero no lograba ubicarlo, por un momento pensé que lo había perdido, pero no, recordé que lo había dejado en la sala de estar al momento de entrar a la casa.

Bajé corriendo hasta encontrarlo y proceder a marcar el número de la ambulancia, el cual erré un par de veces debido a mis temblorosas manos.

- ¿Cuál es su emergencia?
- ¡mi mamá... mi mamá creo que está muerta! - exclamé con tono desesperado.
- ¿Me podría dar su nombre?
- Christofer. Christofer Rojas.
- ¿Qué fue lo que sucedió?
- No lo sé, llegue a mi casa y la encontré en su cama con un envase de pildoras vacío, mi primera reacción fue ir a buscar el teléfono. - Farfullé.
- ¿Puede facilitarme la dirección de dónde está llamando, por favor?
- Raúl Cisterna #9719
- Está enviándose una ambulancia que llegará lo mas pronto posible. Mantenga la calma mientras ésta llega, por favor.

Cuelgo.

Tomé el envase de las píldoras y lo arroje lo más fuerte que pude directo a la pared, haciendo que rebotara y se perdiera en algún lugar de la habitación.

Me quedé mirando a mamá durante un momento, mientras lágrimas se deslizaban por mis mejillas, preguntándome el porqué de su desesperada decisión.

Tal vez colapsó producto de su depresión provocada por el quiebre amoroso que sufrió con mi papá y las repercusiones económicas que éste dejó al marcharse de casa.

- ¡¿Cómo es que alguien puede ser tan egoísta?!, ¡¿Por qué no viste un poco mas allá de ti misma?! - Le grité entre llantos a su inmóvil cuerpo.

Logro oír la sirena a distancia de la ambulancia. Corro hacia la puerta, tropezandome en la escalera y provocándome una herida en la frente. No le presto atención, me levanto y abro la puerta.

Cuando estoy fuera me sitúo en mitad de la calle y comienzo a hacer señas moviendo ambos brazos para que notaran mi presencia.

Cuando llegan, inmediatamente les digo a los paramédicos que se apresuren, explicándoles que mi mamá está subiendo la escalera en la primera habitación a la derecha.

Los paramédicos rápidamente suben hasta encontrarla. La toman y la llevan a la ambulancia donde me subo con ella.

A toda velocidad la ambulancia se dirige al hospital. En ningún momento suelto su mano.

Al llegar, la llevan a una sala donde es rodeada por médicos. Me dijieron que tenía que estar tranquilo y mantener la compostura. Luego me hicieron sentarme en una de las frías sillas plásticas que había en el recibidor.

Y aquí estoy, preocupado del futuro de mi mamá, y del mío. ¿Qué será de mí?, y lo que es peor ¿Qué será de ella?, ¿De verdad existe ese paraíso del que tanto hablan los religiosos?
¿O simplemente al morir dejamos de existir en una especie de sueño eterno en el cual no soñamos nada?

Y es que honestamente me aterra esa idea.
Me gusta creer que hay "algo" después de esta vida. ¿qué sentido tendría entonces morir?

Miro a mi alrededor y lo único que veo es a un montón de personas enfermas, otras preocupadas, y algunas rezando las más sinceras oraciones que sólo se dan en los hospitales.

De pronto comienzo a sentir una mezcla de emociones donde incluía rabia, amor, culpa, entre otras. Me sentía una criatura mezquina.

Es que debí haberle prestado más atención. Debí haber sido más cariñoso con ella. Demostrarle lo mucho que la amo y que mi vida sin ella, se tornaría carente de color.

La verdad es que sólo te pones a pensar en todo lo que pudiste haber hecho cuando surge la situación en la que te das cuenta que ya es demasiado tarde para hacerlo.

Es como si supieras lo que tienes que hacer, pero no lo haces. Y al final, lo único que terminas haciendo es lamentarte de lo que pudiste haber hecho.

Me quedo mirando fijamente a un anciano que se nota preocupado. Me llama la atención cada linea de su rostro. Líneas que cuentan diferentes historias.

Una vida que está por terminar y otra que está por empezar, como aquélla madre que sostiene a su bebé, reclamando por la tardía atención de su hijo.

Este niño, con el paso de las historias, se convertirá en aquél anciano. Al igual que yo. Al igual que tú.

De pronto, un médico se acerca a dicho anciano, dándole la que asumo, una de las peores noticias de su vida. Al terminar su comunicado el médico se volteó y continuó con su trabajo.

El anciano se dispone a salir del hospital lentamente con una mirada perdida.

Cuando pasa al frente de mi, logro notar lágrimas en sus ojos. Lágrimas que inundarán aquéllas historias marcadas en su cara.

Me pregunto si ese anciano ahora estará lamentándose de todo lo que pudo hacer pero que no hizo.

Todos nos lamentamos por lo que pudo ser, y no fue. Pero, es decisión nuestra si lamentarnos por ello durante el resto de nuestra vida, o aceptarlo y continuar.

Inmerso en mis pensamientos, un médico me saca de tal trance al tocar mi hombro.
Supongo que con la intención de comunicarme las que serán noticias de alivio, o noticias que al igual que las que recibió ese anciano, cambiarán mi vida por completo.

Efímero Donde viven las historias. Descúbrelo ahora