C U A T R O

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Se despertó dos horas después y gimió rodando sobre la cama escuchando el sonido del mar. Alterar tanto el sueño esos días atrás, la estaba afectando. Después de media hora intentando dormirse, se levantó y como hacía calor, salió vestida únicamente con su camisón blanco de seda hacia la popa del barco. Dios, la luna estaba enorme y se acercó a la barandilla a mirarla. Cerró los ojos dejando que la brisa la acariciara.

— ¿No deberías estar dormida?

Se sobresaltó girándose para ver a Dan sentado en una de las tumbonas con un vaso en la mano — ¿Qué haces ahí?

 —Lo mismo que tú, supongo. Quería tomar el aire

— ¿No te da vergüenza dejar a tu prometida sola? — preguntó irónica apoyando los codos en la barandilla. 

— ¿No quieres ponerte una bata? 

— ¿Qué pasa? ¿Te incomodo? — se miró el pecho y se notaban sus pezones endurecidos a través del encaje del camisón— Pues no sé por qué.Si ya lo has visto todo. 

—Sí. La facilidad con la que muestras tus encantos, le ha quedado clara a medio mundo. 

—Como dice tu querida novia, ese no es problema tuyo. Como si me acuesto con medio Manhattan. 

— ¿Quién ha dicho que eso me importa?

Estaba molesto, aunque intentaba disimularlo—Pues para no importarte, bien que espantaste a Tom esa noche en los Hamptons.

 —Eras una cría. ¡Y estabas borracha! 

— ¡Tenía dieciocho años y si quería acostarme con él, no era asunto tuyo!

 — ¡Te puedo asegurar que si no hubiera oído vuestro griterío, no me hubiera acercado a la maldita piscina! — se sentó en la hamaca con intención de levantarse, pero Julianne queriendo picarle se colocó ante él 

— ¡Apártate! 

— ¿O sino qué? — provocadora dejó caer un tirante de su hombro y él la miró como si estuviera loca —Dime que no me deseas y te dejaré ir.

Dan no se lo podía creer— Decididamente necesitas ayuda. 

— ¿Ah, sí? —levantó la barbilla dejando caer el otro tirante mostrando sus pechos —Pues yo creo que el que necesitas ayuda eres tú.—dejó caer el camisón al suelo mostrándose desnuda ante él y Dan la miró de arriba abajo alargando su mano lentamente hasta tocar su muslo. El tacto sobre su piel, le hizo cerrar los ojos para disfrutar de sus caricias y cuando con la otra mano la sujetó por la cintura acercándola a él, suspiró sin darse cuenta. Su mano llegó a su trasero acariciando su nalga y ella abrió los ojos para mirar los suyos. La fuerte palmada en el trasero la sobresaltó, llevándose una mano a la nalga, pues le ardía. Dan la miró como si la odiara y sorprendida dio un paso atrás, más dolorida por su trato humillante que por el azote.

—Te aconsejo que te alejes de mí. Tienes menos moral que una gata callejera y no te quiero cerca. — siseó furioso, provocando que ella sintiera que se le retorcía el corazón —No tienes vergüenza y por respeto a tu padre, no me voy mañana mismo. 

Sintiendo unas ganas de llorar terribles, se agachó a recoger su camisón cubriéndose parcialmente con él— ¡Ahora escúchame tú! ¡Por mí, puedes irte al infierno! ¡Te aseguro que te vas a arrepentir de haberme tratado así!

 — ¿Acaso crees que me iba a acostar contigo cuando tengo a mi prometida en la cama?

 Julianne sintió que se moría por dentro— ¿Esa? ¡Esa no te va a durar más que un par de años y cuando estés harto de aguantarla, le darás el pasaporte! ¡Pero es a mí a quien deseas! ¡Pues te juro que no me vas a tener! ¡Cuando vengas a mí, ya no estaré disponible!

Te avergüenzas de mí - Sophie Saint RoseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora