Kara y un pequeño niño están juntos, solos, en un pequeño río. Él sostiene su mano. El agua fría les hace cosquillas en los pies. Una niebla fina se levanta y teje hilos alrededor de ellos, y Kara huele el tenue olor a carne podrida. Algo toca sus dedos del pie. Ve hacia abajo.
Manos blancas se extienden afuera del agua y la sujetan por los tobillos. Ella salta hacia atrás, jalando al niño con ella. Aparecen más manos por todos lados. Una niebla espesa, negra, se levanta y cubre la corriente. Largos tentáculos se enredan alrededor de sus piernas, como serpientes blancas. Kara grita y patea la niebla.
Un hedor a hierro la ahoga. La niebla desaparece. Kara lucha por equilibrarse. Ella está en un río de sangre. El niño tiene sangre en sus muslos. Kara siente náuseas.
Oye un chapoteo.
Una figura en el río...un hombre, no... La retorcida cabeza humana y el torso enfermo que se levantan sobre el río nacen de una confusión de entrañas humanas y de insectos, de la parte posterior de un monstruo horrible. Las piernas largas del insecto se arrastran hacia ella, negras y afiladas. Forúnculos y llagas cubren la piel del monstruo, como lepra. Sus ojos rojos brillan entre la niebla negra. Cierra sus mandíbulas.
El niño le suelta la mano a Kara. Es arrastrado debajo del río sangriento. Kara se dobla hacia abajo y agita sus manos en la sangre, buscando al niño.
Un sollozo. Kara Mira hacia arriba.
La criatura tiene al niño. Agarra al chico por el cuello y lo exprime. Abre su boca. Sangre escurre por sus puntiagudos dientes amarillos. Lentamente trae al niño hacia su boca húmeda mientras la criatura no deja de gritar.
Kara despertó sobresaltada.
Su corazón golpeaba contra su pecho mientras parpadeaba tratando de abrir sus pegajosos ojos cubiertos con lágrimas y sudor. Todavía media dormida, se sentó en su cama con los brazos estirados delante de ella, lista para salvar al niño del monstruo. Se quitó el flequillo pegajoso de la frente sudada y esperó, calmándose, hasta que los efectos del sueño se disiparon. Había estado llorando.
Limpió su cara y sus ojos lentamente se ajustaron a la luz de la mañana que se colaba en su habitación. Las sombras oscuras fueron enfocándose. Sus pinturas de demonios y ángeles que cubrían las paredes como papel tapiz parecían aún más siniestras en la tenue luz. Se sacudió con un escalofrío.
Las pinturas eran parte de una historia que Kara debía contar. Recién despertando de sus pesadillas, tomaba su pincel y pintaba una y otra vez las recurrentes historias. Se convencía a misma que era una especie de terapia, y que quizás, algún día, las pesadillas se detendrían.
Después de un tiempo su madre se negó a entrar en su habitación. Kara recordó que su madre había lanzado sus manos en el aire, gritando que los monstruos iban a atraparlas.
Pero para Kara, eran sólo pinturas. Sabía que no podían lastimar a nadie.
5:00 am... aún demasiado temprano para levantarse para la escuela. Se forzó a cerrar los ojos y se reacomodó en su cama. Los débiles ronquidos desde el segundo cuarto al final del pasillo confirmaban que su madre no se había despertado con sus gritos. Se sintió aliviada. Su madre trabajaba largas horas, así que merecía una buena noche de descanso.
Cada noche Kara soñaba con monstruos horribles y con un niño asustado de cabello rubio enredado y pijama azul y blanco... a punto de ser comido. Se despertaba gritando en el momento que el niño desaparecía entre la boca del monstruo.
Kara soltó un largo suspiro. No podía volver a dormirse.
Bajó las piernas de su cama y fue de puntillas a su vestidor. Los tablones de pino se sacudieron. Pintura blanca se descarapelaba de las patas y de la parte superior del mueble, dándole un falso aspecto antiguo. Faltaban algunas perillas de los cajones superiores, y Kara había utilizado bolígrafos secos para reemplazarlas. Levantó un marco metálico.
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Capítulo 1: Relámpagos
General FictionKara y un pequeño niño están juntos, solos, en un pequeño río. Él sostiene su mano. El agua fría les hace cosquillas en los pies. Una niebla fina se levanta y teje hilos alrededor de ellos, y Kara huele el tenue olor a carne podrida. Algo toca sus d...