3. El zulo

10 1 0
                                    


¿Qué es todo esto? No tengo mi cabeza cubierta. Puedo tocarla. Puedo tocar mi boca, mi nariz, mis ojos, mis orejas... pero hay algo que no encaja. No veo nada. ¿Me he quedado ciego? Joder... no puede estar pasando. A ver, ¿qué hice anoche? Mhm... hice... estaba en... ¡No me acuerdo! Maldita sea. No recuerdo absolutamente nada. A ver, me llamo J... S... L... ¡Tampoco lo recuerdo! Joder, joder, ¡joder! ¿Qué me ha pasado? Estoy ciego y no recuerdo ni siquiera quién soy. Eh, espera... ¿qué es eso? Un ruido. Aunque el ruido parece lejano. ¿Dónde estoy? ¡Ya sé! Tienen la luz apagada. Estoy en algún lugar sin iluminación. Menos mal... Alguien se acerca. O quizá yo me acerco a él. ¿Quién eres...?

1.

De la oscuridad nacieron nuevos perfiles que no había visto nunca. Nuevos colores, sonidos, olores, sensaciones, sentimientos y nuevas formas. Todo ante sus ojos cobraba vida por primera vez. No comprendía gran cosa. Alguien había querido sacarlo de su vida, de su rutina – esa rutina que conocía desde el primer segundo de su vida. Ahora tenía que adaptarse al nuevo medio para sobrevivir. Y comenzaba a recordad cosas... Se llamaba Asier.

2.

No fue sencillo. Sus primeros recuerdos de aquel lugar se acabarían perdiendo en el pozo del tiempo conforme éste, caprichoso e imparable, le azotara segundo tras segundo, hora tras hora, día tras día. Y seguía sin saber qué hacía allí, aunque se había adaptado. O eso creía.

3.

Aprendía rápido, eso sí. Empezaba a comprender qué protocolo tenía que seguir según aquella voz le indicara. Comenzaba a interiorizar cada orden, cada palabra que pretendía ejercer algo de poder sobre él. No iban a matarlo, eso estaba claro. Le alimentaban bien. A decir verdad, y aunque no siempre le escucharan, solían darle cuanto quería. Quizá aquel zulo no fuera tan malo.

4.

Aquella mañana entraron otros como él. Unos diez o quince. Eran más o menos como él. Había más como él ahí fuera, y ahora estaban todos juntos. Quizá la unión haría la fuerza. Quizá, juntos, podrían escapar.

5.

Nada había dado resultado. El resto estaba tan perdido como él. Pero no como él lo había estado el primer día. Aquella gente ya había estado en otro zulo antes. No en el suyo, claro, pero ya sabían que estaban allí por alguna razón, y sabían que alguien les brindaba cuanto querían cada vez que lo pidieran.

6.

La comodidad de los primeros días dio lugar a una nueva sensación. Una sensación que no recordaba haber sentido antes: agobio. Se les había asignado un trabajo a cada uno. Si pudieran recordar algo más del mundo exterior, hubieran asociado aquel lugar con una cárcel, aunque no tardarían mucho en hacerlo. Quizá un par de días más.

7.

Se adaptaban rápido. Aprendían rápido. La situación también empeoraba rápido. Los trabajos eran cada vez más difíciles y sus deseos eran cada vez menos concedidos. Aquella voz parecía, por ocasiones, olvidarse de todos ellos. Y eso no era bueno. Quizá algún día se olvidaría por completo... o desaparecería.

8.

9.

10.

11.

12.

13.

El cadáver de Rafael comenzaba a apestar. Había muerto el día anterior. El trabajo había acabado con él. Y no es que el chico no sirviera, es que era incapaz de hacerlo. Rafael había sido en vida un varón creativo, capaz, decidido, pero la situación le había superado. La voz se había desentendido de él y le había dejado morir. Ahora sólo quedaban catorce.

QuiromentalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora