Era difícil lograr que te mirara. Tenía los ojos perdidos, mirando a todo y todos, y a la vez a nada ni nadie. Y sus parpados estaban entrecerrados, casi todo el tiempo; y cuando los abría, parecía que querían saltarle de sus cuencas e irse lejos. Por momentos los tenía llorosos, pero no sabías sí era por el humo o por la risa desmedida que ese humo le producía.
Costaba tanto encontrar su mirada, pero la verdadera. La mirada sobria, limpia, sin líneas rojas ni visiones extrañas. La mirada que te transmitía algo, un sentimiento, una emoción real, que pudiese ser tomada en serio.
Y ahora viéndola así, con la mirada limpia, noto que ya no es la misma. Porque se nota que extraña el agua en sus ojos, reírse sin noción de la realidad, extraña ver todo y a la vez nada. Y me hes tan difícil lograr que me mire.
