2

8 1 1
                                    

Jully estaba embobada. Hasta que oyó los gritos de sus primos, inmediatamente reaccionó.
Sacó su mano y el payaso solo sonrió, más bien rió, una risa casi inaudible. No hubo reacción por parte de Jully, simplemente volvió a sentarse.
¡¿Y el pene Jully?! —se quejó Samuel. Pero no respondió, se sentía insólita.
Es cierto Jully —habló Rupert— nos debes uno.
—Malditos —pensó ella, la estaban sacando de quicio— ¿quieren uno por qué no tiene o por qué lo quieren más grande? —respondió con un tono de burla.
Por unos segundos no dijeron nada, pero empezaron a carcajarse, por unos instantes Jully habría creido que se había sobrepasado.
—Ay Jully, en verdad que sabes cómo responder —confesó Samuel.
Jully, ¿podrías ir a cuidar a Jairo e Ismael al área de niños? 
—Mamá, Jully no quiere, no les va a pasar nada —intervino Rupert. Su madre solo lo difuminó e hizo caso omiso hacia su petición.
Gracias —movió los labios Jully, Rupert se limitó a sonreírle.
Los niños se habían ido al área de juegos por lo cual Jully se acercó un poco más a sus primos.
—¿Escuchan? —habló Daniela refiriéndose a la música del restaurante—, tocarte como quiero es un delito —empezó a cantar, Jully la reconoció, era de Prince Royce.
Suena como un viejo queriendo tocar a una niña —comentó Santiago y todos rieron, era cierto.
Aish, al menos tiene buen ritmo —se quejó Daniela—, ¿cierto, Isaac?
Todos miraron a Isacac rápidamente, como si el comentario de su prima los dejara inquietos. El primero en hablar fue Samuel.
¿Te gusta Prince Royce? —preguntó con cara de «no me lo creo».
Solo esa canción.
—Vamos Isaac, no te debe de dar pena decir que te gusta.
Isaac solo le dedico una mirada asesina a Daniela.
Jully, ¿dijiste que te gusta The Rasmus?
—He, sí —respondió rápidamente.
—¿En serio? —habló Rupert—, creí que ser una bailarina implicaba escuchar pop y esas cosas.
—Bueno, la mayoría dice lo mismo.
—¿Hace cuánto estás? —preguntó Daniela.
En realidad no tiene mucho, apenas hace dos meses.
—Dijeron que al entrar obtuviste un solo, seguro que sabían que lo harías bien —comentó Daniela con una sonrisa, sabía que era lo que mas le molestaba. En efecto, logró hacer que Jully apretase sus puños. Pero no respondió ante su comentario, simplemente tragó saliva y se dirigió al baño.
En el fondo Jully sabía que era cierto. Su madre le pidió al profesor que le diese un solo como un favor que le debía. Lo cual a Jully no le gustó, pero aun así intenta ignorar aquello, su esfuerzo es la que la haría notar entre todas.
Se miró al espejo una vez más y se mojó el cabello.
Al salir se encontró de nuevo con el payaso, pero solo ella lo miraba, al parecer seguía hablando con la mesera, con la misma mesera con la cual lo había visto anteriormente.
Pasó de largo, no tenía nada que ver con aquel payaso, simplemente era una persona más en aquel lugar.
Se dirigió a la mesa de nuevo ignorando nuevamente el comentario de su prima.

Había terminado por alguna razón cuidando a sus dos primos en el área de juegos. Detestaba esa parte de sí misma donde no podía decir «No» hacia alguna petición.
Su primo Ismael estaba peleando por un puf –Como si no hubiesen otros –se quejó Jully en su mente.
Al pasar al área de juegos la encargada de él área le llamó la atención.
Tienes que quitarte los zapatos para entrar.
No le veía ningún inconveniente. Se sentó en la banca que se encontraba a un lado de la puerta de entrada. Al momento de estar a punto de quitarse los tenis recordó que sus calcetas eran distintas. Ese no era el problema realmente. Si hubiesen sido calcetas de distintos colores no sería tan grave, el verdadero problema era que una de las calcetas era verde y la otra de colores, en ese momento se preguntaba cómo es que tenía calcetas tan infantiles.
Su primo se había puesto a llorar cuando el otro niño le logró quitar el puf. No le quedaba de otra. Se quitó los tenis y se dirigió hacia su primo lo más rápido posible.
Lo llevó hacia la mesa con su tía la cual le pregunto qué había pasado.
Se pusó a llorar por un puf —se limitó a responder.
Cuando se sentó a un lado de Rupert este le dijo:
Lindas calcetas.
No entendía muy bien a qué se refería, miro sus pies y se dio cuenta de que había olvidado sus tenis en él área de juegos.
Se dirigió rápidamente hacia él área con la risa de Rupert detrás de ella, al parecer fue el único que se percató de eso.
Al llegar no encontró los tenis debajo de la banca, se empezó a paniquear.
Se acercó a la señora que le había llamado la atención antes.
Disculpe, ¿ha visto unos tenis negros?
Justo ahora los llevaron a la bodega, lo sentimos, en unos minutos los traigo.
Estaba muy molesta Jully, se cuestionaba el hecho de que tomasen los tenis y los guardaran. La señora se fue y se quedó ella sentada en la banca.
¿Julieta? —se asomó un gran afro de colores. Miro hacia todos lados y dio con Jully. Pero no reveló alguna expresión el payaso—. ¿Has visto a Julieta?
–¿Julieta?
La encargada de este lugar.
Sí, la vi hace unos minutos, fue a la bodega por mis tenis.
La miro confuso.
¿Por tus tenis? —cuestionó.
Sí, por mis tenis, al parecer creyó que alguien los olvido y se fue.
Por algún motivo o quizás no el payaso miro sus calcetas, al verlas soltó una risita.
Lindas calcetas —se burló, pero no en plan de molestar, pero al parecer Jully lo tomó en plan de "te voy a joder con eso".
—¿Verdad que sí? —respondió con una sonrisa de mala gana. Al parecer el payaso se dio cuenta de que su comentario no le causó gracia a ella.
Lo siento, no era mi intención que lo tomaras a mal.
Justo cuando iba a responder «Julieta» llego con los tenis de Jully y la miro con rostro de «lo siento». Jully ignoró aquello y se pusó los tenis.
¿Vienes seguido? —preguntó el payaso.
Aquí no, a la plaza si.
Estoy aquí todos los fines de semana.
No respondió, salió del área, su madre la estaba buscando. Salieron del restaurante y se despidieron todos. No había sido tan mala la reunión. Excepto por las calcetas, eso de seguro es horrible.

Estaban rumbo a casa cuando Jully gritó.
—¡El libro!
—¡Ay! ¿Qué libro? —preguntó su madre.
Haste, dijiste que me comprarías un libro.
—Ash, para que no me lo recuerdas, sapa.
—Ya vas a empezar con eso Liliana —solía llamar a su madre por su nombre cada vez que ella le decía sapa.
Vas luego, bueno, haber si vas porque llegas y te duermes.
Ya no respondió nada, el camino fue silencioso, sin música, solo el aire acondicionado.

Al llegar corrió hacia su cuarto y tomó su celular.
Mi bebé, cuanto te extrañaba.
Abrió su grupo de WhatsApp de sus amigas. Más de 260 mensajes.
Como hablan.
Envió mensaje a su mejor amigo.

«Holaaaaasdasdasd»

Dejo el celular en la cama y se empezó a quitar la ropa sustituyéndola por una más cómoda. Cuando puso su ropa sucia en el cesto el celular recibió una notificación de su instructor de baile.

Pasos TorpesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora