Waterford; 15 de enero de 1800.
Resulta irónico como cuando sabes que tu vida está por terminar te empeñas en recordar cada uno de los sucesos que te marcaron, los revives una y otra vez en tu mente.
Nunca busqué fama ni reconocimiento de algún tipo; mas mis acciones, que no fueron precisamente buenas, me la otorgaron.
Años después de dejar atrás esa vida resulta que la misma fama me ha alcanzado, y será por ella que me recuerden, hasta que un suceso más emocionante llene la vacía vida de las personas de esta ciudad.
Con la esperanza de que alguien desee conocer mi punto de vista hoy revelo lo que podría tomarse como mi última confesión; contarle mi vida a un tipo vestido de pingüino nunca ha sido de mis actividades favoritas.
Toda mi vida transcurrió entre las aguas. Mi madre fue una de tantas mujeres de la noche que conviven en las cantinas de los puertos; mi padre, uno de los tantos marineros que disfrutaban de la juventud y sensualidad que cada nuevo lugar ofrecía. Nunca lo conocí, sólo sé que mi madre afirmaba que era su viva estampa.
Crecí entre faldas de mujeres despreocupadas y la rudeza de los marinos. Mi madre me enseñó a leer y escribir; soñaba con que algún día se me concediera una oportunidad — que por la tragedia le fue negada a ella — de abandonar aquel lugar. Lo abandoné, pero no de la manera en que ella lo deseaba.
Una tarde como las demás me encontraba en el puerto, veía como descargaban mercancía de los barcos y por algunas monedas me ofrecí a participar. Contaba con doce años y me imaginaba como uno más de aquellos hombres; recorriendo el mundo, conquistando territorios, conociendo cada una de las maravillas de las que los hombres del mar conversaban durante su estadía en el puerto.
Al finalizar mi labor de aquel día y partir rumbo a la pensión donde habitaba junto a mi madre, noté que un gran revuelo sacudía a las personas; hablaban de un incendio más allá del mercado, todas las casas de la Calle Foster eran consumidas por el fuego.
Al escucharlo corrí como alma que lleva el diablo, mi madre se encontraba en ese momento en la Calle Foster; en casa, descansando para en pocas horas iniciar su jornada nocturna.
Me abrí paso entre las personas y llegué al lugar del suceso; enormes espirales de negro humo se elevaban de entre las casas que ardían consumidas por un fuego voraz. Los vecinos intentaban apagas las llamas inútilmente mientras llegaban los bomberos, quienes contaban con una precaria diligencia. Busqué a mi madre entre todas las personas de la calle, rogaba que su rostro fuera el próximo que mis ojos divisaran.
Escuché que alguien llamaba en voz alta — ¡Muller! —; era la señora Ross, nuestra casera. Durante un momento me sentí lleno de esperanza, ella diría que mi madre se encontraba bien, que para el momento en que se desatara el incendio no se encontraba en casa como yo creía; más las palabras que pronunció fueron opuestas.
Mi madre fue sorprendida por el incendio mientras dormía; aunque lograron rescatarla antes de que fuera alcanzada por las llamas, para ese entonces sus pulmones habían dejado de funcionar debido a la inhalación de humo. Fui llevado ante su cuerpo sin vida; su piel se encontraba completamente pálida, sus labios usualmente color rosa se habían vuelto purpura y sus párpados guardaban sus grandes orbes azules que nunca más me mirarían con dulzura.
Al día siguiente tuvo lugar el entierro de todas las víctimas del fatídico suceso; una vez sepultado el cuerpo de mi madre, regresé más por costumbre que por otra cosa a las ruinas del lugar donde nací y que hasta el día anterior llamara hogar. Frente a ellas derramé cada una de las lágrimas que hasta el momento había contenido; estaba solo, sin lugar a donde ir y profundamente furioso con el mundo entero.
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Deep Dark Oceans
Fanfiction"Nunca busqué fama ni reconocimiento de algún tipo; mas mis acciones, que no fueron precisamente buenas, me la otorgaron". Jake Muller x Sherry Birkin. Universo alternativo/Songfic basado en el tema White Pearls Black Oceans de Sonata Arctica. Res...