Capítulo 1

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-Odio las reuniones -murmuraba Helena Román sobre el auricular. Al principio le había parecido una idea estupenda volver a Juneport, Oregón, para asistir a la reunión de sus compañeros de instituto. Pero cuando llegó la hora de marcharse, Helena había empezado a reconsiderar seriamente el plan.

Aun murmurando, se sentó de golpe sobre la maleta. Había guardado en ella suficiente ropa como para dar la vuelta al mundo. Y eso sin contar con el nuevo porta-trajes lleno a rebosar o el neceser, con toneladas de cremas y cosméticos.

Cuando por fin pudo cerrar la maleta, lanzó un suspiro de triunfo.

Los nervios se le habían agarrado al estómago. ¿Y si aquello no funcionaba? ¿Y si alguien se enteraba de lo que iba a hacer? Sólo imaginarse las carcajadas de sus compañeros hacía que se le pusiera la carne de gallina.

-¿Por qué voy a hacer esto? -preguntó.

-Porque será muy divertido -le contestó una voz al otro lado del teléfono.

-Ya. Me estoy muriendo de risa -dijo Helena poco convencida. Las preparaciones para aquel viaje al pasado la habían dejado agotada. Y eso sin contar con el Plan. Incluso pensaba en él con letras mayúsculas.

-De verdad, Helena -dijo su hermana Alicia, con el tono que solía usar con los niños-, al menos, podrías intentar parecer entusiasmada.

Un par de semanas atrás, cuando se le había ocurrido la idea, Helena se había sentido entusiasmada. Pero después, al verse enfrentada con la inminencia del viaje, la idea había perdido todo el brillo.

Helena se miró en el espejo que había frente a ella. La imagen estaba ligeramente desenfocada y tuvo que cerrar un ojo. Alicia la había llamado cuando se estaba poniendo las lentillas y sólo había tenido tiempo de ponerse la derecha.

La imagen que le devolvía el espejo era la de una mujer elegante, profesional, segura de sí misma. Pero detrás de aquella nueva imagen, estaba la misma Helena Román de siempre.

La empollona de la clase. La rara. El patito feo, en comparación con su bellísima hermana Alicia.

Helena nunca había sido guapa y se había acostumbrado a ello. Pero, se decía a sí misma, incluso los patitos feos crecen y se convierten si no en cisnes, al menos en patos atractivos.

-¿Helena? -la llamó Alicia-. ¿Estás ahí?

-Sí. ¿Qué ruidos son esos?

-Lo de siempre -contestó su hermana-. ¡Tony, no te tires de la escalera, te vas a romper el cuello!

-¿Ha vuelto a vestirse de Superman?

-¿De Superman? Te has quedado desfasada, Helenita. Ahora se viste de Power Ranger o de Hércules -explicó Alicia. Helena sabía que era verdad. Estaba desfasada. A los veintiocho años, no tenía más perspectivas de tener hijos de las que había tenido a los quince. Lo único que había cambiado en su situación era que, por fin, se había acostumbrado a la idea de que nunca tendría la familia con la que siempre había soñado. Trabajando en su propia casa no era fácil conocer hombres solteros-. Tengo que irme -suspiró su hermana, cansada-. Jenny se ha puesto el traje de Xena y acaba de retar a Hércules a una pelea a muerte.

Helena sonrió. Quizá nunca sería madre, pero le encantaba ser tía. Fuera o no a la reunión, estaba deseando pasar unos días con sus sobrinos.

-¿Dónde están Becky y David?

-Vendiendo entradas para la pelea, probablemente -contestó Alicia-. La mitad del vecindario está haciendo cola a la puerta de mi casa.

El sonido de un claxon llamó la atención de Helena en ese momento y se acercó a la ventana sin soltar el teléfono. Frente a la puerta de su casa, acababa de aparcar un todo terreno negro.

-Dante acaba de llegar -dijo, cerrando un ojo para intentar ver al conductor. Una figura alta y oscura salía en aquel momento del coche.

-¿Qué tal está? -preguntó Alicia.

-Borroso.

-Ponte las gafas -dijo su hermana, exasperada.

-¿Qué dijo «exactamente» cuando le pediste que me llevara en su coche, Ali? -preguntó Helena, sin abrir el ojo.

-Dijo «por supuesto».

Un error, pensaba Helena. Quizá un terrible error.

-El mecánico me ha dicho que mi coche está reparado. Podría haber ido yo sola.

-Ya. ¿Es el mismo mecánico que te «arregló» el coche la última vez?

-Pues sí -contestó Helena, sin apartar el ojo de la borrosa figura-. Pero ha aprendido mucho desde entonces.

-Eso espero.

-Todo el mundo tiene que aprender, Ali.

-También podrías tomar un avión -bromeó Alicia.

-Eso sí que no -replicó Helena-. Los aviones pesan más que el aire y se caen. Pero podría tomar un tren y...

-Por favor, Helena -dijo Alicia, impaciente-. ¿Qué más te da? Dante pensaba venir a la reunión de todas maneras.

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Esta es la 3 historia que publico, espero que les guste... Si es así denle a la estrellita y comenten porfis ❤❤

b#

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