Capítulo 5

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Maratón 1/3

—Estás contenta de volver a ver a tus sobrinos. ¿Verdad?

—Sí.

—Se te ha iluminado la cara.

—Soy una tía estupenda.

—Seguro que es verdad —sonrió él.

Dante intuía que Helena sería capaz de hacer bien cualquier cosa que se propusiera. Diez años atrás era una mocosa irritante, pero también la más inteligente de Juneport. Dante recordaba lo humillado que se había sentido al tener a una cría de catorce años como tutora de geometría, pero tenía que reconocer que, sin su ayuda, descifrar la pizarra en la clase de la señorita Molino habría sido como intentar descifrar jeroglíficos egipcios.

En aquellos días, sus únicos intereses eran jugar al fútbol y pasar su tiempo libre con Alicia.

Ella había sido su primer amor y estaba convencido de que pasarían la vida juntos.

Suspirando, Dante recordaba la noche en que aquel sueño se había esfumado.

Era la noche después de la graduación en el instituto y habían planeado escaparse para contraer matrimonio en Reno, Nevada. Era una estupidez, pero a ellos les parecía muy romántico.

Con la maleta en el asiento trasero del coche, Dante la había esperado en la puerta del gimnasio durante horas, pero Alicia no apareció.

Al amanecer había ido a su casa, convencido de que solo una enfermedad o algo muy grave podrían haberla retenido.

Habían pasado diez años, pero aun podía oír su voz.

FLASHBACK

—Lo siento, Dante, pero no puedo hacerlo.

—¿Por qué? —había preguntado él, confuso.

—No puedo explicarlo —empezó a decir ella, intentando contener las lágrimas—. Pero no está bien.

—¿Por qué no está bien, Alicia? Nos queremos.

—No puedo casarme contigo, Dante. Así, no.

—Pero, ¿por qué? Lo teníamos todo planeado...

— Dante, por favor, tienes que entenderlo —lo había interrumpido ella, angustiada—. No puedo...no puedo...

Un segundo después, Alicia entraba en su casa y cerraba la puerta tras de sí.

FIN DEL FLASHBACK.

Dante se había quedado solo con el corazón roto y, reuniendo todo el orgullo que le quedaba, había vuelto a su casa. Al día siguiente, tomaba un tren con destino a la universidad.

Alicia le había escrito varias cartas pidiéndole perdón, hasta que un día le informó de que se había comprometido con Mark Ferrer, su mejor amigo.

Para entonces Dante se había dado cuenta que Alicia les había hecho un favor a los dos echándose atrás. Las heridas del amor son profundas pero, cuando se es joven, curan con facilidad.

Una vez terminada la universidad, Dante había entrado en los marines como oficial. Le gustaba su trabajo y le gustaba su vida. Y, de vez en cuando, le daba las gracias a Alicia en su corazón por haber sido más inteligente que él.

Además, cinco niños... Daba igual lo que Helena pensara, la idea de tener cinco hijos le producía escalofríos.

Por deseo propio, Dante no había mantenido ninguna relación duradera después de Alicia. Sabía lo difícil que era la vida para la esposa de un militar y no pensaba casarse porque no podría darle a su esposa la clase de atención que ella tendría derecho a esperar.

Él era un marine sobre todas las cosas. Y pocas mujeres podrían entender eso.

—Bueno, ¿qué tal tus hermanos? —La voz de Helena lo devolvió al presente—. ¿Te han hecho tío ya?

—No —rió el—. No hay mujer en el mundo que quiera cargar con ninguno de los dos.

—Ah, qué bien —sonrió ella. ¿Siempre había tenido aquel hoyito en la mejilla?, se preguntaba Dante —. Ellos también son marines, ¿verdad?

—Roberto es teniente y Eduardo es sargento. Nos encontraremos con ellos en la reunión.

—¿Tienes ganas de verlos?

—Claro que sí. Hace mucho tiempo que no nos vemos.

—Ya me imagino. Siendo militares los tres...

—Los cuatro. Te recuerdo que mi padre era comandante del ejército antes de retirarse.

—Es verdad —asintió Helena, perdida en sus pensamientos—. Dante, ¿te acuerdas el día que Roberto dejó tu bicicleta en la playa y se la llevó la marea?

Los dos se echaron a reír y Dante se dio cuenta de que la risa de Helena era cristalina, suave... Y que lo ponía nervioso.

Helena Roman lo ponía nervioso.

—¿Que si me acuerdo? Roberto me sigue debiendo treinta y cinco dólares por esa bicicleta. Estuve repartiendo periódicos durante meses para poder pagarla.

—Roberto me había llevado en tu bici aquel día. Yo estaba con él cuando salió nadando.

—¡No lo dirás en serio! —exclamó él, mirándola.

~♥~

Hola, hola cómo están? Perdón por no publicar jaja espero que les guste ♥

Novio De MentirasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora