El Olimpo

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                    Suaves pasos eran percibidos por aquel camino estrecho, el cual era oculto entre los arboles que conformaban el bosque. Una vegetación que en aquel momento era oculta bajo la oscuridad de la noche, siendo apoderada por la serenidad de un silencio total, el cual era roto por aquellos suaves pasos de un grupo de jóvenes quienes caminaban en medio del jardín hasta entrar al pasillo del templo de los signos, este fue abordado por un fuerte eco que resonaba en todas direcciones.
Aquel eco se desvaneció una vez los caballeros llegaron al centro de la habitación principal, cada uno de ellos tomó su posición mientras varios túneles de gusano hacían aparición sobre sus cabezas, minutos después la perfección de aquellos cuerpos fue absorbida por la fuerza creada por aquel medio de transporte para viajar a la velocidad de la luz mientras sus ojos solo veían oscuridad. Luego sus cuerpos fueron depositados sobre una solida superficie mientras eran cubiertos por la luz del atardecer. Ante sus ojos se alzaba un gran templo de grandes columnas blancas.
El patio principal se extendía a lo largo y ancho de la zona, a los costados habían dos largas filas de antiguas columnas de piedra, las cuales finalizaban en una hermosa arquitectura, su antigüedad recorría gran parte de la historia griega, sus amplios campos verdes rodeaban aquel alto templo mientras creaban una belleza natural. Las corrientes de aire golpeaban con suavidad mientras sus vestimentas ondeaban lentamente al ritmo del viento, sus continuos pasos recorrían el largo patio con las miradas fijas en la entrada principal donde se podía apreciar un hermoso símbolo dorado sobre la puerta, este tenia la forma de un poderoso y brillante rayo.
Un fuerte brillo de color rojo iluminó gran parte de aquellos rostros dejando al descubierto un pequeño cuerpo de piel blanca, su cuerpo delgado era cubierto por una vestimenta resplandeciente, la cual lucia con elegancia, sus ojos color rosados emanaban la pureza del amor verdadero, sus cejas pobladas eran de un color claro, su pequeña nariz finalizaba en unos cortos labios que se dibujaban en su delgado rostro con la más sincera sonrisa. El cálido viento rozaba sus brillantes rizos, rizos que ponían fin a su belleza natural. El joven niño se elevaba en el aire frente a ellos, este era hijo del fruto creado entre la Diosa Venus y el poderoso Dios Marte.
"Eros". Saludó Aries pronunciando su nombre.
"Bienvenidos mis valientes caballeros... Ya era hora de tenerlos frente a mis ojos". Dijo el pequeño con una voz angelical.
"Gracias mi Dios". Dijo Virgo con una sonrisa.
"Virgo... Veo que el amor ha regresado a tu corazón... Protégelo bien porque es solo tuyo... Piscis... Mi hermoso Piscis... hijo del amor de madre e hijo... El amor verdadero esta por regresar a tu lado... Esta vez cree en él... pero debes entenderlo... lo sabrás en su momento indicado". Recitó Eros con una voz melodiosa.
El joven Dios les indicó con su pequeña mano el comienzo de su caminata hacia el templo, Eros flotaba en el aire portando felicidad con cada movimiento que realizaba, los caballeros lo seguían con paso firme mientras la curiosidad invadía sus mentes ya que las palabras del niño les dejaban una gran incógnita acerca de sus dos hermanos. Minutos después sus pensamientos fueron interrumpidos por aquella sutil voz, la cual era disfrutada por sus oídos.
"Este templo fue construido en el año 456 antes de cristo... Este fue el modelo clásico para las estructuras de los griegos... El templo fue construido por el arquitecto Libón... Con frisos tallados con metopas, triglifos y frontones llenos de esculturas al estilo severo... Algo que nunca me ha gustado es la estructura principal ya que esta creada con la piedra Caliza... Una piedra sin ningún tipo de valor... Nada digna para un Dios como Bimu... por ella se cubrió con una capa fina de Estuco para dar la impresión de Mármol... La mayor atracción de este templo es la hermosa escultura que se encuentra en el salón principal... Esculpida por Fidias en homenaje a Bimu... Me gusta este lugar es hermoso". Contaba el pequeño mientras danzaba en el aire.
Aquella voz era tan delicada como el sisear de una serpiente, la cual te hipnotiza para luego perderte en su cuerpo, su pequeña silueta se deslizaba por el aire con gran sutileza similar al caer de una hoja en otoño, aquellos delgados pero definidos cuerpos lo seguían en silencio hasta llegar a la entrada del templo que era rodeada por diferentes estatuillas talladas en mármol, cruzaron la enorme puerta de piedra que daba paso a un amplio y reluciente salón iluminado por la luz de las antorchas, estas se alzaban en lo alto de las paredes ubicadas a los costados del salón, aquellos ventanales dejaban visualizar los más hermosos jardines del mundo de los Dioses, al fondo del salón se hallaba una enorme escultura sentada en una silla de piedra, la cual media unos trece metros de altura.
Nuevos pasos se escuchaban a lo lejos, los cuales producían un eco más sonoro al acercarse a la habitación principal, los caballeros permanecieron inmóviles al sentir la presencia de aquella mujer, su largo vestido blanco y dorado ondeaba delicadamente mostrando la belleza de su silueta, su mirada era de un color azul cielo, la cual transmitía serenidad en sus cuerpos, sus suaves rasgos dejaban un rostro fino similar a la porcelana, sus labios color rosa carmín dibujaban la más ingenua sonrisa, su cabello dorado caía sedosamente sobre su espalda mientras sus movimientos danzaban al ritmo de las corrientes de aire que entraban por aquellos enormes ventanales con pequeñas repisas de madera.
"Mi Hermosa Hera". Recitó el pequeño volador.
"Gracias mi pequeño Eros por conducirlos hasta aquí". La melodiosa voz de la Diosa resonó en todas partes.
Hera era la legitima esposa de Bimu, hija de Rea y Cronos, conocida como la Reina de los Dioses, quien se sienta en su trono coronada con el Polos, una corona cilíndrica de oro puro. Desde su trono observa a los mortales quienes la conocen como la Diosa de los celos y por su personalidad vengativa. La mirada de la hermosa Diosa se posó sobre los rostros de los caballeros quienes se encontraban frente a ella, por otro lado el Dios Eros había desaparecido en medio del aire dejando solo la armonía de la pasión.
"Bienvenidos mis nobles caballeros... El Olimpo se honra con su presencia... Esperábamos este día desde hace siglos". Dijo la Diosa con dulzura.
"Gracias mi señora... Es un honor estar aquí". Respondió Aries con una inclinación de su rostro.
"Ahora... Acompáñenme". Pidió Hera comenzando a caminar por aquel pasillo.
Uno a uno los caballeros siguieron a la hermosa Diosa, quien atravesaba el amplio salón, el fuerte eco de sus pasos resonaban en aquel oscuro pasillo, el cual fue iluminado por largas hileras de antorchas doradas, estas se iban encendiendo una a una con cada paso que daban, el pasillo finalizó para dar inicio a un camino de piedra, el cual dividía la corta hierba en dos jardines, el sol había desaparecido para transformarse en una oscuridad total.
El camino culminó en una serie de escaleras de mármol, las cuales llegaban a una enorme arquitectura, la cual se elevaba sobre ellos, esta era similar al templo principal. La Diosa los guió al interior de aquella casa, atravesaron la puerta para descubrir una larga mesa de madera con unas veinte sillas a su alrededor, las cuales hacían el juego perfecto, la débil luz era reemplazada por aquellas antorchas de oro, encendidas como por arte de magia, dejando ver en uno de los extremos de la mesa el brillo que emanaba de aquel liso cabello dorado.
Una suave mirada de color dorado los observaba con interés, su brillante cabello caía hacia su espalda, la cual tenia un increíble anchor que era acompañado por aquellos fuertes músculos que eran el resultado del fuerte ejercicio, su expresión era relajada acompañada por aquellos delicados rasgos, los cuales escondían su verdadera naturaleza. Cuando los caballeros se percataron de su presencia, el hombre se puso de pie para recibirlos con una sincera sonrisa en su rostro. Los enormes brazos de aquella Divinidad les indicó tomar asiento, a lo cual aceptaron sin dudarlo.
"Bienvenidos a mi templo... Es un honor tenerlos de regreso en el mundo de los Dioses... Mi casa se llena de alegría por su presencia... Por favor tomen asiento". Les dijo el Dios de fuertes brazos.
Este Dios era una de las más grandes Divinidades con el rol principal dentro del Olimpo, considerado como el padre de los Dioses, quien era el protector del universo con el don del cielo y el trueno. Algunos de sus tributos eran el rayo, el toro, el águila y el roble. Era uno de los hermanos trillizos, uno de los más poderosos entre ellos, producto del amor entre Crono y Rea, casado con su propia hermana Hera. Su nombre era Bimu.
La Diosa Hera caminó en dirección a su esposo para sentarse junto a él, su mirada se posó en cada uno de los jóvenes ahí presentes. Tomaron asiento mientras un pequeño grupo de hermosas mujeres entraban en la habitación, estas llevaban en sus manos una serie de platillos, los cuales fueron servidos frente a ellos, de inmediato aquel olor llenó cada rincón del comedor, un olor que reconocieron de inmediato, el cual era de la Diosa Ie. Minutos después las hermosas ayudantes del hogar se retiraron dejándolos envueltos en la privacidad de aquella pequeña celebración nocturna.
La mirada de Piscis observó dos platillos totalmente distintos, los cuales estaban servidos en dos asientos vacíos, antes de que su mente fuera abordada por preguntas acerca de ello, escuchó varios pasos, los cuales entraban en la habitación mientras caminaban para ocupar aquellos asientos, situados uno al lado de Bimu mientras el otro junto a Hera. Los caballeros levantaron sus miradas para darse cuenta de los nuevos integrantes de la cena, se trataba de los mellizos Shuryo y Mei.
"Bienvenidos al Olimpo". Dijo la Diosa Shuryo.
"Me doy cuenta que aún faltan tres de sus hermanos". Habló Mei una vez estuvo sentado.
"Si mi señor pero ya los he localizado... Estarán con nosotros lo más pronto posible". Respondió Piscis.
"Siempre me ha impresionado tu habilidad Piscis... Buen trabajo". Le dijo Mei con impresión.
La mirada de Mei se encontró con la de Virgo quien lo observaba desde el momento que ingresó en la habitación, su rostro se torno de un suave color rojizo en el momento que el Dios le regalo una sonrisa. Gran parte de los caballeros entendieron a que se refería el pequeño Eros cuando dijo que el amor ya había llegado a él. La habitación fue consumida por un largo y profundo silencio mientras terminaban de cenar hasta que la voz de Bimu se escuchó a lo largo del comedor.
"Como todos saben... En este momento el poder de la oscuridad ha comenzado a extenderse por gran parte del mundo de los mortales... Lo cual quiere decir que la profecía esta por cumplirse". Dijo el Dios Bimu.
"Se avecinan tiempos difíciles... No solo para los mortales... También para nosotros... Y nuestro deber es proteger todo aquello que se encuentre en el universo". Dijo la serena voz de Hera.
"Es por ello que todos los Dioses del Olimpo debemos estar unidos ya que la guerra se encuentra próxima". Dijo Bimu.
"¿Guerra?". Preguntó Capricornio un poco confundido.
"Si... La profecía habla de una guerra entre nuestros mundos... La cual traerá destrucción y la oscuridad reinará". Explicó Bimu con voz suave pero profunda.
"Pero esta guerra puede ser evitada o ganada por la justicia... La cual es nuestra última esperanza". Añadió Hera.
"¿Cómo se puede evitar?". Pregunto Aries.
"Sagitario nos haces los honores de responder esa pregunta". Le dijo Mei dándole una mirada.
"La profecía habla de doce jóvenes... Los cuales regresarán de la muerte para reencarnar en cuerpos humanos hasta que sean llamados por el Olimpo...". Decía Sagitario.
"Nosotros". Dijo Virgo interrumpiendo a su hermano.
"Si... Pero no solo estamos aquí para entrar en combate... Si no para una fuerza mayor... Habla sobre la vida o traer la vida pero es algo que no comprendo aún... Es por eso que necesitamos a Leo". Dijo Sagitario con el seño fruncido.
"¿Por qué a él?". Preguntó Hera sin entender.
"El pergamino que contiene la profecía fue dada a Leo como protector de la misma... Solo él sabe donde se encuentra". Respondió Piscis con rapidez.
"Podríamos buscar a los oráculos". Propuso Tauro mientras recorría la mesa con la mirada para tener una mejor visión.
"No serviría de nada ya que ellas no tuvieron esa revelación". Dijo Cáncer al recordar las palabras de Sagitario.
"¿Quien la tuvo?". Preguntó Hera sin recordarlo.
"Fui yo... Pero es imposible recordar ya que mi mente entró en un trance bloqueando todo recuerdo de ella". Respondió Piscis sin dudarlo.
"Entiendo". Dijo ella sorprendida.
"Por otro lado... Debemos convocar a todos nuestros aliados... La oscuridad se ha apoderado de todos los bosques que se encuentran en el mundo de los mortales y cada vez tiene más fuerza". Dijo Shuryo con un cierto dolor en su voz.
"Es por eso que necesitamos proteger el mundo de los Dioses... No podemos permitir que la oscuridad entre a nuestro mundo". Aclaró Mei mientras bebía un sorbo del vino que se encontraba en su copa.
"Enviare a nuestros ejércitos a cubrir todos los límites de nuestro mundo... De esa manera podremos ganar tiempo hasta recuperar el pergamino". Dijo el Dios de cabello dorado.
"Aquello que no logro entender... Es que hacen los sirvientes de Jigoku ocultos bajo la oscuridad". Dijo Shuryo.
"¿De qué estas hablando?". Preguntó Bimu confundido.
"Las veces que he entrado a los bosques... He visto a estas criaturas vagando cerca de los pueblos vecinos... Pero no he comprendido el motivo". Volvió a decir la peli roja.
"Jigoku". Susurró Hera entre dientes.
"¡Jigoku!". El enojo de la voz de Bimu se sintió en todas direcciones.
Una niebla de color negro comenzó a formarse en un punto de la habitación, se tornó más espesa hasta desvanecerse por completo mientras dejaba al descubierto a un musculoso hombre de aproximadamente un metro ochenta de altura, sus profundos ojos de color negro se encontraron con los de Bimu, sus rasgos eran fuertes, su piel expedía una débil aura negra, la cual lo hacia ver tenebroso. Jigoku era el Dios del inframundo, encargado de todas aquellas almas que descienden después de ser tomadas por él y hermano trillizo de Bimu.
"¿Por qué tanto enojo hermanito?". Dijo Jigoku con una leve sonrisa en su rostro.
Su mirada evadió la de su hermano para recorrer la habitación, a medida que observaba los diferentes rostros su expresión comenzaba a cambiar, una expresión de desagrado por la presencia de los caballeros, luego para disimular su enojo dibujo una falsa sonrisa en su rostro.
"Valla... Valla... Que agradable sorpresa... si son los caballeros caídos en batalla... Son una leyenda... Bienvenidos a este templo". Dijo Jigoku con odio en su voz.
"Quiero qué me expliques qué hacen tus sirvientes en el mundo de los mortales". Rugió Bimu.
"¿Cómo dices?". Preguntó Jigoku con un tono burlón.
"No te atrevas a jugar conmigo Hermano". Dijo Bimu golpeando la mesa de madera la cual se greteó un poco.
"¿Y quien esta jugando?... ¿Yo?... Nunca lo haría ante una Divinidad como tu". Se burló con una extraña expresión.
"¡Ya basta!... ¡Solo responde a la pregunta!". Gritó Bimu.
"¿Qué pregunta?". Se volvió a burlar el Dios del Inframundo.
"Fue suficiente". Dijo Bimu comenzando a correr hacia su hermano pero Mei lo detuvo rápidamente.
"Por dios hermanito... ya relajante... En serio... Relajante". Dijo Jigoku con una sonrisa muy marcada.
"Hemos visto a tus discípulos en los bosques del mundo de los humanos y peor aún acompañados por la oscuridad... ¿Queremos una explicación?". Exigió Shuryo mientras se ponía de pie.
"¿En serio quieres qué te responda?". Le dijo el oscuro Dios ansioso por dejar al descubierto la verdad de sus planes.
"Jigoku es solo un traidor... Nos ha dado la espalda para unirse a la oscuridad". Dijo Piscis con furia.
"Valla... Siempre has sido demasiado intuitivo Piscis... Bravo". Dijo Jigoku fingiendo sorpresa ante aquellas palabras.
"Sus súbditos se encuentran en el mundo de los humanos porque con cada mortal que asesinen su alma llegará al inframundo para pagar sus deudas". Dijo Sagitario.
"Gracias por la ayuda... No lo hubiera dicho mejor". Le dijo Jigoku.
"Sabes muy bien que esta contra las reglas". Le dijo Hera.
"Con este acto en que ayudas a la oscuridad". Habló el Dios Mei mirándolo fijo a los ojos.
"Sagitario... Aclaras eso porque yo no entendí ni una palabra". Dijo Jigoku en tono divertido.
"Ayuda a la oscuridad con los cuerpos de los humanos... Esos cuerpos la fortalecen... Lo cual si no me equivoco... Este le devolvió la vida a un Dios". Dijo Sagitario.
"¿Qué?... ¿A quien?". Preguntó Hera impresionada.
"Sagitario... Puedes hablar por mí... Estoy demasiado agotado". Dijo el Hombre de aura oscura tomando asiento.
"Si no me equivoco... Es un Dios al que fue olvidado... En su vida pasada creo que recibió el titulo del Dios de la Guerra". Dijo Sagitario.
"Jigoku... ¿Qué has hecho?". Gritó Bimu.
El Dios del Inframundo esbozó una enorme sonrisa de satisfacción al ver la reacción de su hermano, quien en ese momento se encontraba de pie junto a su esposa, su mirada causaba pequeños destellos mientras que sus puños eran cerrados para controlar su ira, al mismo tiempo se podían percibir los poderosos truenos causados por el don de aquel Dios. La habitación fue consumida por un silencio entre los Dioses, el cual era roto por el sonido de los truenos.
"¿Por qué lo has hecho?". Preguntó Hera.
"Solo quiero un poco de diversión... y pensé que la noticia te alegraría hermanita". Dijo Jigoku subiendo los pies a la mesa.
"¿Por qué tendría que alegrarme?". Dijo Hera con furia en sus ojos.
"Porque es tu hijo quien ha regresado". Respondió el de ojos negros con la mirada fija en ella.
Un nuevo silencio se produjo en la habitación, la Diosa solo permaneció sumida en sus propios pensamientos pero, a decir verdad, por su expresión se podría deducir que su mente viajaba al pasado mientras que su cerebro reproducía las más fuertes escenas de la última guerra. Jigoku se puso de pie aún con su rostro iluminado de satisfacción por aquello que había causado en todos los Dioses que se encontraban en la habitación.
"Bien... En vista de que ya no me necesitan... Me voy... Ha sido un placer verlos a todos... Deberíamos hacer estas reuniones más seguido ya que me gustan". Dijo el Dios con una leve sonrisa.
Una cortina de humo negro lo envolvió nuevamente mientras desaparecía de la habitación, Bimu de inmediato corrió hasta la puerta, los truenos aún resonaban en el templo mientras que sus pasos causaban destellos similares a los relámpagos, al detenerse en la puerta su voz resonó en todas direcciones.
"¡Hermes!". Gritó a todo pulmón.
Hermes es uno de los Dioses Olímpicos, considerado como el mensajero de las fronteras y de aquellos que cruzan por ella, por otro lado protector de los pastores, venerado por su lealtad al Olimpo ya que es hijo de Bimu y de la Pléyade Maya. Su rostro era delgado con unos ojos azul celeste, sus delineadas cejas marcaban la figura de aquellos ojos poblados de unas crespas pestañas, una pequeña nariz que culminaba en unos gruesos labios, su cuerpo delgado y definido al igual que los cuerpos de los caballeros. El Dios acudió al llamado de su padre.
"Dile a todo mi ejército que protejan las fronteras del mundo de los Dioses... Cualquier amenaza o movimientos de la oscuridad en las cercanías me informas... Quedas responsable de los informes de toda la zona". Le dijo Bimu.
"Enseguida mi señor". Dijo Hermes.
"¿Qué debemos hacer?". Preguntó Shuryo.
"Tú y Mei ayudarán al mando en las fronteras... Hermes estará a sus servicios... Debemos impedir que la oscuridad se extienda a nuestro mundo". Dijo el Dios del Trueno.
"Por otro lado... Yo puedo identificar a todos los Dioses y saber quienes son nuestros aliados". Dijo Piscis desde su asiento.
"Esa es una gran ventaja... Pero antes debes traer a los tres caballeros faltantes... Es importante descifrar la profecía". Dijo Hera.
"Debemos actuar con rapidez... Cada minuto que pasa él se vuelve más fuerte... Al obtener su máximo poder atacará sin piedad". Dijo Bimu caminando de un lado a otro.
"No solo tendrá a su ejército para el ataque... Ahora tendrá el apoyo del inframundo... Sin contar aquellos que se unan a él". Aclaro Aries con rapidez.
"Podríamos comenzar a disminuir las tropas de Jigoku... Atacando a los más fuertes... De esa manera las debilitaríamos". Propuso Sagitario elevando la voz.
"Pero para hacer eso... Debemos buscar más hombres... Separarlos en tropas y enviarlos por todo el mundo mortal... Esto sin usar el ejercito de Bimu ya que las fronteras deben permanecer seguras". Dijo Piscis.
"Enviaré una parte de mis tropas y la otra protegerá mi templo". Dijo Shuryo en apoyo a su padre.
"Yo haré lo mismo con mi ejercito... lo necesitaremos". Agregó Mei.
"Nosotros...". Comenzó a decir Aries.
"Nosotros permaneceremos juntos hasta encontrar a nuestros hermanos... Descifraremos la profecía y una vez que hayamos cumplido con ello... Nos uniremos a ustedes". Dijo Piscis interrumpiéndolo.
"Piscis tiene razón... Por ahora no podemos unirnos a las tropas sin tener esto resuelto". Agregó Cáncer.
"Muy bien... Yo me comunicaré con Poseidón y Hefesto para recibir todo su apoyo". Dijo Bimu con rapidez.
"Necesitaremos todo el apoyo de los Dioses para esta batalla... en especial para la protección de nuestro mundo... las fronteras deben ser protegidas a partir de esta noche... Bien... Creo que es hora de regresar a nuestros templos y comenzar a movilizarnos para ganar tiempo". Dijo Mei poniéndose de pie.
"Estaré enviando a Hermes para tener las informaciones que necesitemos" dijo el Dios del Trueno mientras todos se reincorporaban para salir del comedor y dirigirse a sus templos.
Todos salieron a los jardines que en aquel momento eran abrazados por la oscuridad de la noche, el frío nocturno rozaba sus cuerpos mientras sus cabellos ondeaban lentamente por la suave brisa, ninguno de ellos articulaba una palabra ya que sus mentes eran atrapadas por lluvias de pensamientos. La verde mirada de Mei era capturada por el majestuoso cuerpo de Virgo, quien caminaba delante sin percibirla, llegaron al templo para romper aquel silencio con el eco de su caminar, minutos después se encontraban en el patio principal donde sus cuerpos dibujaban débiles sombras bajo sus pies.
"Virgo". Lo llamó Mei al llegar a las afueras del templo.
Virgo se giró para tener una mejor visión de aquella Divinidad del Olimpo, sus miradas se conectaron mientras Mei se acercaba, el rostro del caballero poco a poco tomaba un color rojizo, el cual pudo ser notado bajo la luz de la luna.
"¿Podemos hablar en privado?". Le dijo Mei.
"Si por supuesto". Respondió Virgo.
"Bien... Vamos a mi templo". Lo miró Mei fijamente.
"Adelántense... Los alcanzo luego". Les dijo Virgo a sus hermanos.
Algunos de los caballeros simplemente asintieron con la cabeza, minutos después desaparecieron a través de los túneles de gusano, Virgo y Mei permanecieron de pie bajo la noche, consumidos por un silencio incomodo. Una especie de tornado descendió desde el cielo, el cual los envolvió para luego desaparecer de aquel lugar. Sus pies tocaron tierra firme al mismo tiempo que el tronado se desvanecía dejándolos ver un amplio jardín, del cual se extendía hasta un enorme templo de mármol.
Comenzaron a caminar por el jardín, el olor de aquella hierba era totalmente diferente a los otros jardines en los que había estado, su aroma era suave, similar al del pino, se acercaron un poco más al templo, el cual tenia una puerta de madera de unos tres metros de altura con un símbolo dorado, a sus costados dos grandes columnas de mármol, estas sostenían en parte el ancho techo, en comparación al resto de los templos, este era muy sencillo. Ingresaron por la puerta principal aún sin cruzar palabra alguna hasta llegar al salón donde había un enorme trono de oro, ubicado en lo más alto de unas escaleras, detrás de él, una cortina de color rojo, la cual cubre toda la pared a lo ancho y largo de la misma.
"Bienvenido a mi templo... Este es el salón para las audiencias... Aunque eso ya lo sabes". Dijo Mei con una débil sonrisa en sus labios.
"¿Por qué debería saberlo?... Nunca he estado en este lugar". Lo miro Virgo confundido.
"Conoces mi templo como la palma de tu mano... Solo que aún no lo recuerdas". Dijo el Dios comenzando a caminar.
"¿Y qué debería recordar según tu?". Preguntó Virgo deteniéndose cerca de él.
"Esto...". Dijo acercándose a toda velocidad.
Mei tomó al caballero entre sus brazos aferrando su cuerpo contra el suyo mientras sus labios se unían en un suave beso, el cual despertaba en ellos un deseo, un deseo que recorría cada parte de sus cuerpos, un deseo que ninguno de los dos sentía desde hace dos mil siglos. Aquel beso con el pasar de los segundos se intensificaba causando una agitación en sus respiraciones, sus manos rozaban su torso y espalda para despertar aún más aquella sensación. Se separaron por unos segundos para conectar sus miradas y así regular su respiración.
"Me mentiste". Le dijo el Dios Mei.
"¿En qué?". Preguntó Virgo con una sonrisa de picardía.
"En que no recuerdas nada de nosotros... Cuando la verdad es... Que recuerdas todo". Le dijo en un susurro.
"Jamás olvidaría lo nuestro... Acompáñame". Le susurro Virgo al oído.
Salieron de la sala de audiencias con pasos rápidos, un largo camino de mármol se dibujó ante sus ojos, caminaron por él bajo la oscuridad de la noche mientras a sus costados se dibujaban aquellos enormes arboles que conformaban el hermoso bosque, llegaron al final de este camino para dar con unas escaleras que daban paso a una hermosa casa, la cual tenia las antorchas encendidas, ingresaron en ella mientras el calor abrazador los envolvía.

Una vez más sus labios se unieron con el cerrar de la puerta principal, acto seguido se dirigieron hasta la habitación con una torpe caminata producida por la unión de sus cuerpos. Con dificultad entraron en aquella recamara donde dejaron caer sus cuerpos sobre la comodidad de aquella cama, la cual se encontraba ahí para su disposición, poco a poco sus almas eran poseídas por el fuego de la pasión, el cual era acompañado por la mayor excitación que se sumergía bajo aquellas sabanas de color blanco.


Editado el 06/06/2017

Hola a todos

Gracias por acompañarme en este proceso de escritura, si te ha gustado este capítulo deja tu comentario y like que serán bien agradecidos.

Me gustaria saber que piensan hasta los momentos acerca de la historia y lo que ha estado ocurriendo.

Gracias por leerlo!!!

El Zodíaco 1: La Reencarnación ( en edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora