<< Con amigos así...>>

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(Shaoran)

El maldito despertador no dejaba de sonar, sin importarle cuán pocas ganas tuviera yo de levantarme. Todas las mañanas era igual, con su ruidito desconsiderado taladrándome los oídos. Como siempre, la mujer que vivía en el piso de arriba había empezado a golpear el suelo con el palo de una escoba.

Hastiado, saqué mi brazo de debajo de las mantas —¡se estaba tan bien así de abrigado! — y le propiné un buen golpe que lo hizo enmudecer.

Entonces, todo fue silencio. Maravilloso, dulce, adormecedor silencio en la habitación todavía a oscuras... Un ambiente acogedor que invitaba a mis ojos a cerrarse otra vez, a mi respiración a volverse acompasada, a poner otra vez los pies en mi extraño sueño sobre Frodo Bolsón y su anillo... ¿Freud se habría reído de mí, de saber con lo que estaba soñando antes? Je, probablemente sí, porque incluso yo tenía ganas de reírme...

Di una vuelta en la cama, esperando a Morfeo. Todavía eran las seis, maldición. Y, además, no me apetecía nada ir al instituto... Sin embargo, pronto recordé una cosa: hoy, a primera hora, tenía el examen de Inglés para el que tan poco había estudiado.

Y con «tan poco» me refiero a «nada».

Me levanté gruñendo y maldiciendo mi pereza de el día anterior, que era la culpable de que yo no hubiera tocado el libro ni para mirarlo, y que, en vez de eso, me hubiera impulsado con tantas ganas hacia la cama, hacia la vista perdida en el techo y los oídos entretenidos con la música que salía a borbotones de mi reproductor de mp3.

Cuando fui a la ventana y descorrí un poco las cortinas, pude ver que apenas comenzaba a clarear... Qué putada¿verdad? Digo, hacía pocos meses, durante las vacaciones, yo estaba recién acostándome a esta hora, y en estos momentos me preparaba psicológicamente para estudiar algo a la velocidad de la luz y no cagarla en el examen.

El agua de la ducha estaba helada cuando me metí, pero poco a poco fue volviéndose más cálida; hasta que finalmente casi hervía contra mi piel. Agarré el bote de champú y lo agité, intentando sacarle algo —¿Cuándo había ido por última vez al supermercado? —. Lo poco que exprimí cayó en mi mano y lo aproveché como pude, llenándome el pelo de espuma con un olor agradable pero que yo nunca conseguí identificar... Estaba bien aquel toque de misterio, je.

Al terminar, el espejo quedó completamente empañado, así que tuve que pasar una mano por él para poder encontrarme con mi reflejo. ¡Dios, qué desastre de pelo! Costaba pensar que aquello podía desenmarañarse de alguna manera, la verdad. Era como una masa desordenada de mechones castaños oscuros luchando los unos contra los otros... y todos perdían.

Bah, igual daba.

Me peiné rápidamente, como pude, y salí del baño luego de cepillarme los dientes con aquella pasta asquerosa, pero engañosamente económica. Al volver a mi habitación, rebusqué en mi maletín hasta encontrar el libro de Inglés y la libreta, y me senté en la cama a estudiar. Le eché un último vistazo al reloj y me encontré con que ya eran las seis y veinte... de modo que le metí caña.

Las hojas pasaron, una tras otra, a la velocidad del rayo. Mi cerebro hacía más de lo mismo, trabajando a más no poder e intentando asimilar un montón de conceptos. No era tan difícil... o quizá era la práctica, si tenemos en cuenta que normalmente lo mío era estudiar la víspera del examen, e incluso aquella misma mañana. ¿Y quieren saber lo mejor?: aquel método me funcionaba perfectamente.

Varios minutos después guardé todo de nuevo y desayuné alguna tontería en la cocina: unos apurados cereales con leche —la poca que quedaba— y cinco galletas medio humedecidas que encontré casualmente en la alacena, que pedía llenar sus espacios vacíos con algo de comida. Bueno, estos son los problemas de vivir solo, creo. No tengo a nadie aquí que me prepare el desayuno, el almuerzo o la cena, ni que vaya al supermercado, ni que limpie mi apartamento, así que tengo que encargarme yo... Y no es que me guste —no creo que pueda gustarle a nadie una cosa así—, pero es lo que hay, y supongo que ser independiente tiene su precio.

Rito de iniciación Donde viven las historias. Descúbrelo ahora