<<Empieza el juego>>

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(Shaoran)

—Bueno —me dijo Eriol, casi obligándome a ponerme de pie—, ahora ve y ataca, tigre. Mira, recién acaba de ensayar, así que llévale esta toalla y esta botellita de agua para que se refresque.

Yo miré las dos cosas que me ofrecía, y reconocí la toalla pequeña que había en mi mochila para después del entrenamiento y el agua que acababa de comprarme y ni siquiera había tenido tiempo de tocar. Me dije a mí mismo que no valía la pena hacer ningún comentario acerca de lo mucho que me molestaba que Eriol anduviera escarbando entre mis cosas y pregunté, con tono aburrido:

—¿Y qué se supone que tengo que hacer luego?

—Puedes intentar ir directo al grano —me dijo, encogiéndose de hombros y tan sonriente como siempre—, o ir cortejándola poco a poco, tomándote tu tiempo. Ya sabes, rápido y furioso o lento pero bien degustado.

La forma en la que Eriol hablaba me daba algo de miedo, pero, decidido a pasar el mal trago lo antes posible, opté por la primera opción. Iría «directo al grano», como había dicho mi amigo, aunque no supiera exactamente en qué consistía eso. ¿Querían que le plantara un morreo nada más verla, o algo así? Mmm... Bah, tendría que improvisar.

—Buena suerte, Shaoran —me gritó Ryuu, cuando yo ya me alejaba—. ¡Enséñale de lo que estás hecho!

—¡Sin piedad, tío!

—¡Sácale todo el aire de los pulmones y ya verás cómo cae redonda!

Por la falta de aire, pensé yo... pero no me entretuve demasiado. Apenas localicé a Sakura Kinomoto alejándose de sus amigas para ir a donde estaban las piletas con los grifos, avancé hacia ella a paso raudo, mientras agradecía el hecho de no ver que tuviera ninguna toalla alrededor, ni ninguna botellita con agua fresca tampoco. Abrió uno de los grifos y se mojó la cara y el pelo castaño, y yo aproveché ese momento para colocarme justo a su lado.

No notó mi presencia hasta que volvió a incorporarse un poco, y entonces dio un pequeño brinquito de asombro.

—¡Li! —jadeó—. ¡Dios, qué susto me has dado!

—Lo siento. —Le sonreí, y ella alzó una ceja, incrédula. No me extrañaba; yo nunca había ido a decirle nada, salvo algún saludo de vez en cuando, y mucho menos le había sonreído de aquella forma. Sin embargo, me dije que todo era por una buena causa..., o algo así, y eso me dio fuerzas para continuar—. No pretendía asustarte, pero es que vi que te estabas empapando el uniforme y que no traías toalla ni nada, y como yo no tuve clase hoy, no necesito la mía...

Extendí la mano con la tela rectangular y rugosa en color blanco y Sakura la tomó, aunque obviamente desconcertada. Sin dejar de mirarme hasta que cubrió sus ojos también con la toalla, se secó el rostro y el pelo rápidamente. Me la devolvió pocos segundos después, como si temiera tener una bomba de tiempo entre las manos, y yo no dejaba de sonreír, interpretando mi papel de chico seguro y con experiencia...

Dios.

—Gracias —murmuró—, eres muy amable.

No quise desmentir eso, así que busqué en mi cerebro alguna ayuda, que me llegó en el recordatorio de que mi otra mano sostenía una botellita llena de agua. Se la ofrecí también, y la cara de Kinomoto fue todavía más graciosa.

—¿Quieres? No la he tocado, puedes estar tranquila.

—Li¿por qué...?

—¿Quieres o no? Esa agua de ahí tiene cloro; no puedes beberla.

Sus ojos verdes seguían mirándome con dudas, pero también aceptó la botella con agua y bebió de ella, aunque no demasiado. Luego, en algún momento pareció relajarse y cuando despegó la botella de sus labios dibujó una sonrisita alegre que yo conocía bien, pues la veía todos los días delante de mis ojos.

Rito de iniciación Donde viven las historias. Descúbrelo ahora