Ahora es personal

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Despertó porque nunca, en toda su vida, había olido tanta carne junta. En los banquetes de su tribu, en los que no le permitían participar, honraban los frutos del bosque y las verduras de sus huertas; los pájaros son servidores del dios Viento y del Cielo, así que no solían ni pensar si quiera en cazarlos y los animales de su tierra eran roedores nocturnos que solo los de baja clase como consumían. Él por ejemplo, los salía a buscar todas las noches, con la esperanza de comer algo ese día además de las deshidratadas raíces que crecían en las cercanías de su tienda. No le dejaban cultivar su propio sustento: sus manos podían enfermar la tierra.

Se incorporó de un golpe, desorientado cuando no sintió la tierra húmeda bajo su cuerpo: solo cuero, cojines y telas que le impedirían realizar con el cuidado necesario sus oraciones de buenos días. Esas capas y capas que cubrían la tierra yerma del norte lo trajeron a la realidad y a su destino: matar al lobo, maldecir a cada uno de los salvajes, llevarle la victoria a la tribu del sur para obtener a cambio la aceptación que no sabía que anhelaba hasta que se la ofrecieron. Observó la comida, era un caldero de hierro con un agua hirviendo y carne y algo más, sin verduras, sin especias. Arrugó la nariz.

-Comemos lo que cazamos, ojos fríos, así nos llenamos de la energía y el valor de nuestras presas-Levantó la vista para encontrarse con Seunghceol a unos escasos metros de él, devorando un costillar entero con las manos. Su cara era un desastre: tenía carne entre los dientes y se pasaba la lengua por los dedos mientras no dejaba ningún sonido para sí mismo, igual a un animal.-Quita la duda de tu hielo, mientras estés aquí nadie comerá ningún ave porque así lo he ordenado.-Habló con la boca llena mientras lanzaba los huesos fuera de la tienda, a los perros, pensó Jihoon.

-Haz estado averiguando sobre mi tribu.-Observó, estirándose en el lugar y notando que ahora estaba vestido: poseía pantalones de cuero como los del norte, pero también una capa tejida, trabajo del sur. Era parte del dote que había traído consigo, lo acarició.

-Los lobos respetan a otras manadas cuando no se meten con su territorio.- Seungcheol se encogió de hombros.- También hemos traído tierra de tu bosque, mandé que prepararan un lugar para que puedas rezar, después de visitar a los jefes te llevaré.

-Eso es...-Jihoon se tuvo que morder el labio para no agradecerle esos detalles. Aun cuando no le gustaba la idea de los lobos rascando el hogar sagrado de sus hermanos para llevarse algo de tierra, tal vez había sacado conclusiones apresuradas cuando pensó que el espectáculo de los árboles cortados en la entrada era todo un escenario para humillarlo, o cuando creyó que lo dejarían desnudo durmiendo a la merced de la Luna, que le sujetarían y lo harían comer aves, que Seungcheol lo montaría despiadadamente por haberlo tratado de burlar. Tal vez la enfermedad de esta tierra era solo la ignorancia, tomó un trozo de carne de la caldera y se lo echó a la boca apresurado, tratando de sacudir esos pensamientos de empatía, echándole la culpa al estupor de recién despertar. De nada servía darle crédito a un perro por no ladrar, probablemente era un espectáculo de bondad para que desistiera del supuesto plan de asesinato del que el lobo lo creía capaz, sin sospechar que la desgracia que le tenía planeada era más silenciosa. La carne estaba desabrida, pero era lo más contundente que había comido en toda su existencia.

-Fui rudo anoche porque tenía que enseñarte tu lugar,-volvió a dirigirle la palabra el lobo mientras se limpiaba la boca con el dorso de la mano,- pero no debí dejarte atado a la lanza, cuando salió el Sol tenías el brazo del color de la sangre seca, no volverá a pasar. Te lo prometo.

Jihoon tuvo que tomar otro pedazo de carne y metérselo a la boca para no decirle nada ni darle siquiera una mirada, porque sintió un agradecimiento que era desleal para con su gente y no quería que el salvaje lo viera así: tan influenciable y asustado de empatizar con ellos, los lobos. Se concentró en el sabor de la comida y no fue difícil reconocer el procedimiento con el que lo habían preparado: despellejar, cortar, hervir. Nada más ni nada menos, estaba delicioso.

Ojos azulesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora