Cuento Tres - Hanzel y Gretel

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Hola, ¿cómo se encuentran? Yo aquí estresada con la escuela, ¡¡Es horrible!! Bueno esta vez les traigo la historia de... Redobles de tambores porfavor. Hanzel y Gretel!! Siii nuestros queridos Hanzel y Gretel desde tiempos pasados asustando a los niños de tal manera que ya no confiamos cuando nos encontramos con una abuela en la calle y nos quiere dar dulces, que duró. Bueno, esto es todo. Disfruten la lectura.

¡¡Advertencia: El cuento tiene sangre y te puedes traumar con el cuento!!

El cuento ni la trama me pertenece, le pertenece a los hermanos Grimm. No hago esto con fines de lucro ni nada como eso.

Hanzel y Gretel

Al lado de un frondoso bosque vivía un pobre leñador con su mujer y sus dos hijos: el niño se llamaba Hansel, y la niña, Gretel. Apenas tenían qué comer y, en una época de escasez que sufrió el país, llegó un momento en que el hombre ni siquiera podía ganarse el pan de cada día.

Estaba el leñador una noche en la cama, sin que las preocupaciones le dejaran pegar ojo, cuando, desesperado, dijo a su mujer:

-¿Qué va a ser de nosotros? ¿Cómo daremos de comer a los pobres pequeños? Ya nada nos queda.

-Se me ocurre una idea -respondió ella-. Mañana, de madrugada, nos llevaremos a los niños a lo más espeso del bosque. Les encenderemos un fuego, les daremos un pedacito de pan y luego los dejaremos solos para ir a nuestro trabajo. Como no sabrán encontrar el camino de vuelta, nos libraremos de ellos.

-¡Por Dios, mujer! -replicó el hombre-. Eso no lo hago yo. ¡Cómo voy a abandonar a mis hijos en el bosque! No tardarían en ser destrozados por las fieras.

-¡No seas necio! -exclamó ella-. ¿Quieres, pues, que nos muramos de hambre los cuatro? ¡Ya puedes ponerte a aserrar las tablas de los ataúdes!

Y no cesó de importunarle, hasta que el pobre leñador accedió a lo que le proponía su mujer.

-Pero los pobres niños me dan mucha lástima -concluyó el hombre.

Los dos hermanitos, a quienes el hambre mantenía siempre desvelados, oyeron lo que la madrastra dijo a su padre.

Gretel, entre amargas lágrimas, dijo a Hansel:

-¡Ahora sí que estamos perdidos!

-No llores, Gretel -la consoló el niño-, y no te aflijas, que yo me las arreglaré para salir del paso.

Cuando los viejos estuvieron dormidos, Hansel se levantó, se puso la chaquetilla y, sigilosamente, abrió la puerta y salió a la calle. Brillaba una luna espléndida, y los blancos guijarros que estaban en el suelo delante de la casa, relucían como monedas de plata. Hansel fue recogiendo piedras hasta que no le cupieron más en los bolsillos de la chaquetilla. De vuelta a su cuarto, dijo a Gretel:

-Nada temas, hermanita, y duerme tranquila. Dios no nos abandonará.

Y volvió a meterse en la cama.

Con las primeras luces del día, antes aun de que saliera el sol, la mujer fue a llamar a los niños:

-¡Vamos, holgazanes, levantaos! Hemos de ir al bosque a por leña.

Y dando a cada uno un mendruguillo de pan, les advirtió:

-Aquí tenéis esto para el almuerzo, pero no os lo vayáis a comer antes, pues no os daré nada más.

Gretel recogió el pan en su delantal, puesto que Hansel llevaba los bolsillos llenos de piedras, y emprendieron los cuatro el camino del bosque. De cuando en cuando, Hansel se detenía para mirar hacia atrás en dirección a la casa. Entonces , le dijo el padre:

Cuentos de los hermanos GrimmDonde viven las historias. Descúbrelo ahora