Después de semanas de asesinatos inexplicables, el desconocido asesinoTemaso de la cama.Ahí, descubiertos por el pequeño rayo de luz que iluminaba entre las cortinas, había un par de ojos. No eran ojos normales, sino oscuros y siniestros, bordeados de negro. En ese momento vi su boca. Una sonrisa ancha, tan horrenda que hizo que todos los pelos del cuerpo se me erizaran. La figura se quedó allí, mirándome. Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, habló. Dijo algo, una simple frase, pero dicho de una manera que solo un loco podría hacerlo:
"Ve a dormir."
Se me escapó un grito. Él sacó un cuchillo. Su objetivo era mi corazón, saltó a mi cama, pero yo me defendí. Le di una patada, que él esquivó, en seguida me derribó de un golpe y me sujetó. Fue entonces cuando mi padre entró.
El hombre lanzó su cuchillo, como respondiendo a un acto reflejo, que atravesó el hombro de mi padre. Probablemente habría acabado con él de no ser porque uno de los vecinos alertó a la policía, quien había sorprendido al intruso cruzando el techo de nuestra casa.
La policía descendió de sus coches patrulleros. Incluso yo me quedé anonadada cuando escuché sus pisadas en el césped de la entrada: había sido muy silenciosa y precavida, por alguna razón que no tardaría en conocer. El hombre se volteó, mientras la puerta principal se quebraba ante los golpes de los policías armados, y huyó por el pasillo. Escuché un ruido, como si se hubiera roto un cristal. Cuando salí de mi cuarto, vi que la ventana que estaba apuntando hacia la parte posterior de mi casa se había roto. Lo vi desaparecer en la distancia.
Te puedo asegurar una cosa: nunca olvidaré esa cara, aquellos ojos fríos y esa sonrisa psicótica nunca saldrán de mi cabeza.
La policía todavía está en la búsqueda de este hombre. Si ves a alguien que encaja con la descripción del sujeto de esta anécdota, por favor, ponte en contacto con su departamento de policía local. Ahora que sabes un poco sobre Jeff, seguramente te preguntarás por qué lo hace. Para saberlo, tendremos que retroceder un poco más en el pasado.
Jeff y su familia acababan de mudarse a un nuevo vecindario. Su padre había conseguido un ascenso en el trabajo. Pensó que sería mejor vivir en una de esas casas de "fantasía". Sin embargo, Jeff y su hermano Liu no podían quejarse. Mientras desempacaban, uno de sus vecinos pasó por allí, era una mujer relativamente joven.
"Buenos días, soy Bárbara, vivo al otro lado de la calle, solo quería presentarme a mí y a mi hijo", se da la vuelta y llama a su hijo, "Billy, estos son nuestros nuevos vecinos."
Billy dijo hola y corrió de nuevo a jugar en su patio.
“Bueno”, empezó la madre de Jeff, "Yo soy Margaret, este es mi marido Peter, aquí están mis dos hijos, Jeff y Liu."
Cada uno de ellos se presentó, Bárbara los invitó al cumpleaños de su hijo. Jeff y su hermano intentaron protestar, pero su madre aceptó encantada. Cuando Bárbara por fin se fue, Jeff encaró a su madre.
“Mamá, ¿por qué una fiesta infantil? Por si no lo ha notado, ya no soy más un niño."
"Jeff", replica su madre, "Nos acabamos de mudar aquí, debemos demostrar que queremos pasar tiempo con nuestros vecinos. Iremos a esa fiesta."
Jeff intentaba protestar, pero se detuvo, sabiendo que él no podía hacer nada. Siempre que su mamá decía algo, era definitivo. Jeff se encierra en su cuarto y se deja caer sobre su cama. Él se acuesta allí mirando su techo, poco a poco lo invade una extraña sensación. No es tanto un dolor, pero sí una sensación extraña. Lo ignora y lo confunde con un sentimiento al azar, de esos que te persiguen cuando experimentas una duda muy profunda.
Al día siguiente, Jeff se prepara para la escuela. Mientras estaba sentado, tomando su desayuno, una vez más padece esa sensación, esta vez más fuerte. Y le afligió un dolor, como un leve tirón, pero nuevamente lo ignoró.
Liu y él terminaron su desayuno y se dirigieron hasta la parada de autobús. Mientras aguardaban, un chico montado en una patineta salta sobre ellos, a solo unos centímetros por encima de sus rodillas. Ambos se sobrecogen por la sorpresa.
"¡Hey! ¿Qué diablos?"
El chico se cayó y se volteó hacia ellos. Pateó la patineta y, al rebotar esta por uno de sus costados, la sostuvo con sus manos. El chico parece tener cerca de doce, un año menor que Jeff. Lleva una camisa de Aeropostal y pantalones vaqueros azules algo rasgados.
"Bien, bien, bien. Parece que tenemos un poco de carne nueva."
De repente, aparecen otros dos chicos. Uno de ellos es súper delgado y el otro es enorme.
"Bueno, ya que son nuevos aquí, me gustaría presentarnos. El de ahí es Keith y el otro es Troy. Y yo soy Randy. Ahora, para todos los niños en este barrio hay un pequeño precio por el pasaje, si es que me entienden."
Liu se puso de pie, listo para golpear al chico, pero sus dos amigos levantan sendas navajas hacia él, en actitud ofensiva.
"Esperaba que fueran más cooperativos. Parece que tendremos que hacerlo de la manera difícil."
Keith le pegó un puñetazo en el estómago a Liu, y Troy lo estrechó contra el piso. Randy se acercó a Liu, rebuscando en sus bolsillos y extrajo, al fin, una billetera. Jeff, inmóvil, padecía esa sensación desagradable, fría, erizada de ardores insoportables. Ahora ha sido muy potente, demasiado potente. Se pone de pie, pero Liu le hace gestos para que vuelva a sentarse en la banca de espera. Jeff lo ignora y se acerca a los chicos.
"Escúchame bien, pequeño punk, devuélvele la billetera a mi hermano, de lo contrario…"
Randy guarda la billetera en su bolsillo y saca su cuchillo.
"¿Ah sí? ¿Y qué vas a hacer?", se mofa, mientras desfila su cuchillo frente a la cara de Jeff. Pero este, en un movimiento rápido, toma la muñeca de Randy y se la rompe. Randy soltó un terrible grito; de inmediato, Jeff tomó el cuchillo caído. Troy y Keith se asustaron, indecisos ante los chillidos de dolor de su líder, y trataron de huir, pero Jeff es demasiado rápido. Lanza a Randy al suelo y arremete contra Keith, apuñalándolo en el brazo.
Keith se arranca el cuchillo y lo deja caer al piso, cayendo al suelo en medio de gritos espantosos. Troy continúa corriendo, pero Jeff logra alcanzarlo. No necesita ni siquiera el cuchillo. Le aprieta la garganta y con la otra mano le da de lleno en el estómago una serie de puñetazos, que obligan a Troy a vomitar incluso la cena de la noche pasada. Liu está perplejo, mudo de asombro.
"Jeff, ¿cómo?", susurra brevemente.
Saben que serán culpados por todo el asunto, así que empiezan a correr tan rápido como les es posible. En tanto corren, ladean sus rostros hacia atrás y logran ver al conductor del autobús corriendo hacia Randy y sus compinches.
Cuando Jeff y Liu llegaron a la escuela, no se atrevieron a contar lo que pasó. Todo lo que hacen es sentarse y escuchar. Liu se apacigüaba pensando en que su hermano solo había golpeado a unos cuantos chicos, pero Jeff disfrutaba del oscuro goce de sentirse poderoso, superior, la necesidad de lastimar por el mero placer de demostrarlo.
Cuando llegó a casa, sus padres le preguntaron cómo había sido su día, a lo que Jeff respondió con una voz un tanto desanimada: