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SeKai/Mascotas: 101 motivos para amarnos; fluff, romance, 1.4k

«Sehun tiene más de 101 motivos, pero quiere seguir con el tópico»

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Sehun nunca fue amante de los tópicos de la vida, ni siquiera de los tópicos de libros y novelas, sin embargo una de esas tardes, donde el olor a cerezo poco a poco penetraba, se vio envuelto en líos por una situación bastante surrealista, fantasiosa y de un nuevo olor a lavanda. Del sólo recordar las maravillas de un encuentro extraño sus labios tiraban a una minuciosa sonrisa.

A veces se necesitan de ciertos momentos para ser enteramente feliz, a veces los tópicos son completamente necesarios para marcar un antes y un después. Quizá esos momentos vienen acompañados de un saco de pelo negro y marrón claro.

Todo comenzó cuando Luhan se enfermó y sus huesos débiles no fueron capaz de tirar de la correa de Cuervo su perro negro y obeso que necesitaba en extremo hacer ejercicio. Sehun había dicho que no por supuesto, un profesor de Literatura no podía andar paseando perros gordos en plazas, pero Luhan prometió exageradas cantidades de Bubble tea y Sehun no vio la forma de resistirse ante la propuesta. Fue entonces como terminó tirando de la correa de Cuervo cada dos por tres mientras la pereza del animal quedaba al descubierto.

La tarde se pintaba fresca pero al mismo tiempo cálida, por alguna razón la brisa no tenía aroma a cerezos sino a una especie de lavanda que se intensificó a medida que caminaba hacia a la plaza. Cuervo comenzó a agitarse un poco mientras se aproximaban al lugar, Sehun enarcó una ceja porque el perrito estaba demasiado efusivo, se suponía que era flojo hasta para respirar pero de un momento a otro, el perro salió a toda carrera y Sehun se vio siendo haloneado por la correa del animal.

Sus pies corrían a la marcha de Cuervo y cuando abrió los ojos, estaba en el centro de la plaza sobre el césped amarrado por las correas de Cuervo, y otro perro desconocido, a un joven moreno que tenía la misma cara de enternecido que él. Los perros corrieron en círculos y cada uno tiraba hacia a un lado hasta que no hubo correa (ni espacio) que separara a los dos chicos atados de brazos y manos.

Y básicamente ahí radica el cuento.

Sehun nunca pensó que la escena de 101 dálmatas entre Roger y Anita se fuera recrear cincuenta y cuatro años después. Con todo y el romance que implicó en su momento.

A escasos centímetros de su rostro, inspirando su mismo oxigeno, se encontraba el rostro de aquel joven moreno. Su piel parecía haber sido besada por el sol de principio a fin, ojos profundos, lagunas en las que temía perderse y labios lo suficientemente provocadores como para arrancarle la vida en un sólo beso. Sehun quedó allí petrificado (más que todo porque no se podía mover) mientras el corazón le bombeaba sangre a diferentes lugares de su cuerpo y a lo lejos juró escuchar las risas de Cuervo y su nuevo amiguito travieso.

—Lo siento, Monggu es muy imperativo —susurró entre sonrisas el moreno. Su aliento mentolado derritió las barreras de Sehun y el aroma a lavanda que manaba de su cuerpo estaba haciendo estragos en su organismo.

El olor a lavanda que había estado percibiendo desde que llegó al lugar.

—Uh, C-Cuervo también lo e-es —Sehun se golpeó mentalmente por no sonar ni con la mitad de la seguridad con la que normalmente se pavoneaba en su salón de clase.

El chico sonrió, y perlados dientes deslumbraron los ojos de Sehun.

—¿Cuervo? —preguntó con una pizca de burla—. Qué lindo nombre.

—Es de un amigo. El nombre es por su color —se apresuró a responder.

El chico volvió a reír hasta darse cuenta de que aún seguían en aquella extraña posición que los apretaba entre sí y no dejaba espacio para hablar cómodamente sin frotar sus cuerpos. De la garganta de moreno salió un silbido agudo que casi hizo protestar a Sehun de no haber sido porque Monggu llegó a ellos seguido de Cuervo, tirando de las correas para desatarlos. De un momento a otro estaban libres, pudiendo así admirar enteramente aquel cuerpo que la luz del sol bañaba como si fuera una fina joya.

Oh Sehun no era de tópicos, pero no puedo evitar enamorarse a primera vista. O bien, a primera amarrada.

Por supuesto, Oh Sehun se las arregló para conseguir el nombre del chico (y una cita porque, «Vale debo pedirte disculpas por el comportamiento de Cuervo y darte las gracias por desatarnos») Su nombre era Kim Jongin, además logró sacar algunos otros detalles como que era profesor de baile de niños de primaria, tenía veinticuatro años, amaba los animales y que, a parte de Monggu, tenía una manada de perros en su hogar y que aquel simplemente fue el día de pasear a Monggu porque no podía con tantos perros.

Jongin era interesante en cada salida, en cada palabra y cada mirada que enviaba. Su forma animada de ser hacía contraste con la de Sehun, incluso sus pieles bailaban el mismo vals. Caricias furtivas que iban de aquí para allá y palabras con doble sentido. Si bien, Sehun no puedo seguir la historia de 101 dálmatas porque Cuervo y Monggu era sólo amigos de aventuras, pero si pudo hacer su propia versión del cuento diseñando 101 motivos por los que amar a Jongin, quien le resultaba apabullante y arrollador.

Motivos como su sonrisa de niño travieso que dibujaba sus labios la mayoría del tiempo, sus labios mismos siendo un motivo de peso, la forma en la que tomaba las manos de Sehun entre las suyas mientras tiraban de la correa de sus perros, esa mirada de Jongin después de que Sehun dijo «Me gustas más de lo que creí que podía gustarme alguien» la forma en la que sus mejillas se tiñeron de un furioso rojo, su balbucear incesante y luego el lío de palabras atravesadas en su garganta sólo para decir «T-Tú también me g-gustas, Sehun-ah».

Jongin era como ave libre, volando por el firmamento, la forma en la que su caminar embelesaba a Sehun no tenía descripción alguna. Sus pasos de baile, sus cejas fruncidas mientras pensaba, la manera en la que sus labios surcaban un puchero cuando Sehun no podía salir junto a él por exceso de trabajo. Tenía tantas facetas que contándolas, siquiera daban más de 101 motivos pero Sehun quería mantener el tópico vivo para ellos.

Con el tiempo ni siquiera fue necesario disponer del sagrado tiempo de Cuervo y Monggu porque sus encuentros se redujeron a sábanas arrugadas en puños y jadeos que gritaban «¡Jongin-ah!» Tan fuerte y tan enérgico como antes jamás había gritado. Donde «Sehun, no sabes cuanto te amo», era la chispa que encendía la llama, donde incluso el agradecimiento eterno a las travesuras de un equipo canino no podía faltar.

Siempre en los cliché de amor se busca algo que había estado perdido, la parte que complementa a otra, mitades de un todo, todo lo que se necesita para ser feliz. Jongin es una de las razones de Sehun para suspirar lavanda y sonreír, era el motivo por el que un sábado en la mañana era diferente porque ver como Jongin educaba a niños sonrientes era mejor que quedarse dormido hasta pasadas las doce del mediodía. Todo con Jongin era felicidad aún en tiempos difíciles, aún cuando Jongin cada dos de tres tenía ataques furiosos de celos porque «Uhmm, bien ese Kyungsoo... ¿Cuánto se conocen? Uh, su cara es demasiado inocente, siento que oculta algo, no me vengas con que es tu primo, carne de primo se come, Oh Sehun».

Sehun no hacía más que reír y sujetarse a las finas caderas de Jongin que años de danza y baile habían forjado, con cariño dejaba hileras de besos sobre aquella piel morena y borraba en un santiamén sus dudas. Jongin gemía, y era todo. Las réplicas y dudas se disipaban. Sehun le abrazaba y lo tumbaba sobre la cama asegurándose de amarlo incluso con el pensamiento. Borraba los males y dejaba espumas de humor flotar en el aire.

—No me hagas llamar a las mascotas para que te amarren —susurraba sobre el estómago canela mientras más besos eran repartidos y a cambio obtenía quejas que iban desde «Sehun-ah...» hasta «por favorporfavorporfavor». No tengas prisa, tenemos todo el tiempo del mundo y 101 motivos más para amarnos.

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Esto es viejo, pero qué conveniente es,
justo ahora que empieza a gustarme el sekai 👍

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