Dia 1.

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Me voy a la playa. ¿Cuándo fue la última vez que salí de vacaciones? No lo sé, pero sin duda lo necesito.

—Hijo, ten cuidado —mi madre resultó ser una pesada, pero ¿puedo culparla? Es una madre que deja a su hijo irse solo vacaciones por primera vez, después de todo—; usa bloqueador todos los días, come bien, duerme bien y no hables con extraños.
—Mamá, tengo veintiún años —le pongo los ojos en blanco y suspira antes de abrazarme una vez mas.
—Lo siento, disfruta tus vacaciones, cariño —me besa la frente con cariño y subo al taxi que me llevará al aeropuerto.

¿Mi destino? Las hermosas playas de Busan. ¿Mi objetivo? Descansar. Librar mi mente de cualquier cosa que tenga que ver con la palabra Universidad: Libros, proyectos, libros otra vez, exámenes y mas libros. ¡Que alguien me explique por qué me metí en la carrera de medicina, por favor!

En cuanto el taxi se pone en marcha, saludo a mi madre sacando las manos por la ventanilla hasta ya no verla. Son las 10:27 am y aún muero de sueño.

—¿Le molestaría despertarme al llegar? Estoy agotado —el taxista niega con una blanca y brillante sonrisa y yo se la devuelvo.

Mis audífonos están enredados, geeenial. Después de cinco minutos, logro ponerlos en mis orejas y la música se enciende en modo aleatorio; la canción As Long As You Love Me de los Backstreet Boys comienza a sonar y cierro los ojos hasta dormirme.


—Joven... Joven, despierte —la voz del taxista se escucha a la lejanía y se va haciendo mas fuerte y clara hasta que mi cerebro decide reaccionar—. No bromeaba cuando decía que estaba agotado, llevo cinco minutos llamándolo.

¿¡Cinco minutos!? No hay nada mas preciado que los minutos si en un aeropuerto te encuentras, un sólo minuto tarde y puedes perder un vuelo por completo. Miré la hora en mi teléfono; las once en punto. Nuevamente agradezco a mi padre por haberme heredado su puntualidad horaria; aun tengo una hora exacta para hacer todo lo que debo antes de abordar el avión.

—Muchas gracias, ¿cuanto le debo? —comienzo a hurgar mis bolsillos para buscar mi billetera.
—Son 50,000 won, joven.

Me sorprende el bajo costo del viaje, y le pago sin problemas mientras tomo mi maleta y mi mochila para adentrarme en el gran edificio vidriado.

Mientras camino observo muchos abrazos y lágrimas de felicidad y otras de tristeza: parejas, amigos o familiares que se despiden por quien sabe cuanto tiempo. Yo tuve que vivir eso cuando mi padre se fue de regreso a Los Ángeles, la ciudad donde nací y crecí, después de haberse divorciado de mi madre.


Mi maleta ya esta despachada, mi pasaporte y boletos revisados, sólo queda esperar.

—Anunciamos la llegada del vuelo 345 con destino a Busan, por la puerta C-23 —la voz en el alto parlante no deja que mi trasero toque la silla. Miro mi boleto y si, es el mío.

Vuelvo a acomodar mi mochila en mi hombro y me dirijo a paso firme hasta la puerta indicada. En poco minutos, una vez sentado en el avión, mis vacaciones comenzarán oficialmente.

Las azafatas me piden el boleto y luego me dejan pasar. Estoy a segundos de comenzar mis vacaciones. Al llegar a mi asiento descubro que es el tercero, alejado de la ventanilla.

—Realmente quería la ventana —suspiro y me siento en mi lugar a esperar a los demás.

Aproximadamente quince minutos mas tarde, las azafatas comienzan a dar las indicaciones de seguridad antes del despegue y apago mi celular como es debido. Suerte que traje mi libro favorito para leer por quinta vez en el año.

Summer Love; 10 Days [Jihan/Lemon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora