capitulo 2 (resumen 2 )

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Bayardo San Román, el hombre que devolvió a la esposa, había venido por primera vez en agosto del año anterior: seis meses antes de la boda. Andaba por los 30 años, era muy rico, tenía los ojos dorados, de cintura angosta y parecía un hombre triste. Nadie supo nunca a qué vino realmente, se decía que andaba de pueblo en pueblo buscando novia para casarse. La noche en que llegó dio a entender en el cine que era ingeniero de trenes y habló de la urgencia de construir un ferrocarril. Nunca se estableció muy bien cómo se conocieron él y Ángela, pero supuestamente un día Bayardo vio a Ángela caminar por la calle junto con su madre y dijo que se casaría con ella, posteriormente, hubo una feria en donde se subastaron varias cosas y Ángela era quien cantaba las cifras. Bayardo compró todos los artículos de la rifa y en especial la ortofónica, la cual envió a casa de Ángela envuelta y adornada para regalo por su cumpleaños.

Ángela Vicario era la hija menor de una familia de recursos escasos. Su padre, Poncio Vicario, era ciego y orfebre de pobres. Purísima del Carmen, su madre, había sido maestra de escuela hasta que se casó. Las dos hijas mayores de Pura se habían casado muy tarde y una hija intermedia falleció de fiebres crepusculares.

Ángela era la más bella de las cuatro, pero tenía un aire desamparado y una pobreza de espíritu que le aguardaban un porvenir incierto.

Al muy poco tiempo, Bayardo San Román le propuso matrimonio a Ángela. Ella no estaba muy convencida de convertirse en su esposa, pero él había atrapado con sus encantos a la familia Vicario y además representaba una gran bendición, tomando en cuenta el estatus social de la familia. La madre de Ángela pidió que Bayardo San Román acreditara su identidad, pues hasta entonces nadie sabía quién era. Bayardo trajo a su familia para ponerle fin a las distintas conjeturas y chismes que circulaban en el pueblo acerca de su identidad. Eran cuatro: la madre, Alberta Simonds, una mulata grande de Curazao que hablaba el castellano mezclado con el papiamento; las hermanas, acabadas de florecer, parecían dos potrancas sin sosiego y el padre, la carta grande: el general Petronio San Román, héroe de las guerras civiles del siglo anterior y una de las glorias mayores del régimen conservador por haber puesto en fuga al coronel Aureliano Buendía en el desastre de Tucurinca.

El día de la boda se fijó pronto y hubiera sido antes de no ser por el luto que guardaban los Vicarios. Ésta se iba a celebrar en casa de la familia Vicario, la cual requería de remodelaciones para la cantidad de invitados, incluso Bayardo alquiló las casas de los vecinos para que tuvieran más espacio para el baile. Asimismo, ya estaba dispuesto el nuevo hogar de la pareja, una casa en la colina que pertenecía al viudo Xius y era la casa más bonita del pueblo, pues desde allí se veía el paraíso sin límites de las ciénagas cubiertas de anémonas moradas, y en los días claros de verano se alcanzaba a ver el horizonte nítido del Caribe y los trasatlánticos de turistas de Cartagena de Indias.

Nadie hubiera pensado que Ángela Vicario no fuera virgen, dado que nadie le había conocido ningún novio anterior y había crecido junto con sus hermanas bajo el rigor de una madre de hierro. Ella quería suicidarse pero a falta de valor resolvió contarle a su madre, quien le aseguró que casi todas las mujeres perdían la virginidad en accidentes de la infancia y que habían trucos para engañar al marido con la reposición de otra sábana que pudiera exhibir en su primera mañana de recién casada, la sábana de hilo con la mancha de honor. Ángela se casó con esa ilusión y Bayardo San Román debió casarse con la ilusión de comprar la felicidad con el peso descomunal de su poder y fortuna, pues cuanto más aumentaban los planes de la fiesta, más ideas de delirio se le ocurrían para hacerla más grande. El general Petronio San Román y su familia llegaron en un buque de ceremonias del Congreso Nacional, junto con varias personalidades distinguidas y muchos regalos. Al novio le regalaron un automóvil convertible con su nombre grabado en letras góticas y a la novia le regalaron un estuche de cubiertos de oro puro.

El acto final terminó a las seis de la tarde, cuando se despidieron los invitados de honor y el buque se fue con las luces encendidas, dejando un reguero de valses de pianola. Los recién casados aparecieron poco después en el automóvil descubierto y después de festejar un rato, Bayardo ordenó que siguieran bailando por cuenta suya y se llevó a la esposa aterrorizada para la casa de sus sueños donde el viudo Xius había sido feliz. La parranda pública se dispersó en fragmentos hasta la media noche. Santiago Nasar, quien gustaba de hacer cálculos sobre los gastos de la fiesta, estuvo festejando y bebiendo con el narrador, Enrique, Cristo Bedoya e incluso con los hermanos Vicario 5 horas antes de que lo mataran.

Por la madrugada, Bayardo San Román entregó a su suegra a Ángela Vicario, sin pronunciar una sola palabra, posteriormente se despidió de Pura con un beso en la mejilla.

Pura Vicario golpeó con mucha rabia a su hija y cuando los gemelos volvieron a casa, un poco antes de las tres de mañana, escucharon la sentencia que Ángela hacía en contra de Santiago Nasar, el que supuestamente la despojó de su virginidad.

resume crónica de una muerte anunciada Donde viven las historias. Descúbrelo ahora