"¿Por dónde empiezo? Por el principio."
Yo... Yo nunca he sido de esa frase, le tengo tirria, rabia. ¡Mierda! Odia esa puta frase, menuda gilipollez. Siempre he querido empezar una historia por la mitad, para descolocar la respiración de medio mundo (y para joderla también, para qué mentir, me mola joder, sí).
Y allá vamos...
"No es por ti, es por mí", y me reí en su cara de murciélago drogado mientras lloraba por dentro sabiendo que iba a echar de menos a mi "Cocaine Batman" particular, ¡carajo! ¿Cuántos iban ya? ¿Cinco? ¿Seis? Y todos con la misma excusa (sí, lo sé, me los busco originales y rebosantes de creatividad).
Me lo dijo hasta con alguna que otra lágrima en los ojos y la voz temblorosa, incluso me explicó que quería seguir siendo mi amigo, que no quería perderme, que era la persona más importante de su vida, que blablabla. ¡Y el subnormal va y me deja!
La verdad es que no me dio razones lógicas del por qué estaba rompiendo conmigo en aquella parada de Metro mugrosa (a juego con mis pulmones) y desierta (a juego con su cerebro), y es que yo tampoco se las pedí, supongo que en ese momento estaba demasiado gastada por dentro como para seguir escuchando palabras que me rasgaban los sentimientos hasta sangrar.
Después de esas cutre-palabras se marchó y me dejo esperando el siguiente Metro que pasaría dentro de tres o cuatro minutos. La parada seguía estando desierta, sólo se escuchaba mi respiración y mis deseos de tirar a ese imbécil a las vías del tren. ¡Pero calma, ni lo intenté! Cambié mis ansias de acabar con su vida por las de escuchar mis canciones favoritas hasta ensordecer mis oídos.
Y ahí fue cuando llegó el esperado Metro a ritmo de "It's my life, it's now or never, I gonna live forever, I just want to live while I'm alive" en versión acústica, ya sabéis, en aquellas versiones que hacen que tu alma vomite lágrimas de desesperación porque las cosas no van tan bien como deberían, o simplemente, no van tan bien como a ti te gustaría que fuesen.
El vagón parecía incluso más vacío que el andén, no por la poca cantidad de personas que viajaban en él, sino por las pocas ganas de vivir que se encontraban allí dentro. Todo eran miradas perdidas en el infinito y bocas selladas por la muerte.
Y en ese mismo momento empecé a tener miedo de que el mundo me viera de la misma manera que yo a ellos.