Le Tengo Miedo A...

Fiebre y Alucinaciones

Las personas se mueren.
A veces.

El ya anciano monje Thion-Ken se había comunicado con algunos de sus más antiguos amigos. A algunos simplemente quería expresarle su afecto y su cariño, pero con otros, tuvo una intención más secreta.
El 5 de octubre de 1753, el monje invitó a unos compañeros de vida a su morada, para que lo acompañasen en su último día en el mundo. Estaba muy enfermo desde hacia varios años, pero esas ultimas semanas su fiebre había empeorado y había empezado a sufrir alucinaciones frecuentes. Soñaba con la inmortalidad. Se imaginaba a él, caminando por el mundo, y nunca descansando.

Desde que se desmayó en un paseo junto al lago, hacía unos meses, estuvo en reposo total en su cama, junto a algunas plantas sanadoras de las cuales se alimentaba. El confiaba en que la naturaleza lo ayudaría a sobrevivir esta enfermedad.

Quería seguir viviendo, eso había dicho muchas veces con las pocas fuerzas que tenía.

Le habían llegado noticias, que existían unas pócimas occidentales que curaban cualquier enfermedad y también proporcionaban gran vitalidad.

Él conocía a muchas personas importantes en oriente. Había conseguido hablar con varios lideres y exploradores y había logrado que le trajeran un poco de este medicamento milagroso.

Y ahí estaba el monje, en su cama, con una toalla caliente en su frente, un vaso de agua en el suelo, una planta al costado, y un frasco con un polvillo grisáceo que decía "Vitasionis".
Estaban allí su hijo, dos de sus mejores amigos, otro monje, y en un rincón, solitario, estaba su gato. Silencioso y respirando de a poco, el gato observaba toda la situación. Tenía comida a su costado, pero no quitaba la vista de su dueño moribundo.

El colega de Thion, llevaba un pequeño pedazo de papel, para escribir si algo sucedía, o si el anciano quería decir algo que quedase para los demás.

-Es hora...

- mencionó con voz baja el monje. Su hijo comenzó a mezclar la pócima y la sirvió en el vaso que contenía agua.

Le tocó la frente a su padre, y los demás lo siguieron.

Se alejaron un poco y dejaron que el hombre tomase el líquido de a poco. Luego de terminarlo, todo fue silencio.

Todos observaban como el monje empezaba a moverse bruscamente, estaba teniendo convulsiones. Uno de sus amigos era curandero, le tocó la frente y determinó que estaba sobrepasado de fiebre. Sostuvo que seguramente había pasado los cincuenta grados, no podía sobrevivir a eso, nadie nunca lo había hecho.
Pero a partir de ese momento, comenzó a hacerle efecto el medicamento.

La temperatura le subió tanto que la frente le quemó la mano a su amigo, éste la quitó y siguió observando como su amigo anciano se retorcía.
De repente, se dejó de mover.

El gato saltó rápidamente a la cama, y comenzó a lamer la nariz del monje.
No sabían que hacer las personas que estaban allí, pensaron que había muerto, pensaron que se había ido. Pero no fue así.

El anciano abrió lentamente sus ojos, y lo primero que mencionó fue "Siento que nací otra vez..."

Su hijo se emocionó y se abrazó con el otro sacerdote que estaba a su lado.
Thion-Ken apoyó los pies sobre el suelo frío de su hogar.

Se sentía más vivo que nunca.
Había sido un milagro, se abrazó con todos y gritó con todas sus fuerzas al cielo nocturno de esa noche

"¡Gracias!"

Muchos dicen que la vida es muy corta, al contrario. La vida es realmente muy larga. Sobretodo para el monje Thion. A lo largo de los años, vio a sus compañeros morir, su hijo morir, a sus mascotas morir, vio a todos fallecer, excepto él. Él no moría, él seguía viviendo, como había
querido siempre.

El medicamento había funcionado, pero no como él esperaba. La fiebre sin embargo nunca se fue. Siempre permaneció en sus insufribles cincuenta grados.

Era inmortal, no podía morir. El sueño de cualquiera. La pesadilla de alguien que realmente comprende lo que significa esto.

Se cree que aún vive, que está en alguna parte del mundo, caminando como en sus alucinaciones, viviendo inmortalmente como en su sueño, y con fiebre, con mucha fiebre.