El Catador

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El Catador


Nadie le había recomendado ese lugar, tenía muchos compañeros de trabajo que habían probado allí, aunque no tuvo más noticias de ellos a partir de eso.
Por lo tanto, Chris, curioso, decidió probar en La Bodega de la Noche Azul.
Era un lugar con un aspecto frío y sombrío, pero era un restaurante muy fino, y quería elaborar una crítica.

Entró, se sentó en una mesa alejada del resto, en una esquina oscura, solo.
Pidió algunos vinos para probar, y examinó el espacio.
Miró algunos cuadros, algunas fotos.
Se detuvo a escuchar la bella música que sonaba hasta que le entregaron las cinco botellas de diferentes bodegas que había pedido hacía pocos minutos.
Abrió una y se sirvió. Mmm, era dulce, un poco densa, pero le gustó.
Se limpió la boca con agua, y probó la segunda; este vino era menos denso, pero más agrio. Abrió y cató el tercero, era amargo y tenía una buena densidad, fue el que más le había gustado hasta ese momento. Le empezó a molestar la panza, pero ignoró eso, y abrió el cuarto.

La gente no lo registraba, no lo observaba, no se le acercaba, simplemente, era una zona oscura, en una esquina fría de un bodegón y nada más.
Había terminado de degustar la cuarta botella, cuando sú panza volvió a hacer el mismo ruido que había hecho antes, aunque más intenso. No le hizo caso, y cuando trató de abrir la quinta botella el dolor aumentó considerablemente, se agarró la panza, pero era muy terco, y quiso terminar de probar los vinos para así retirarse a su casa a descansar, lo sirvió en la copa y lo llevó a su boca; lo palpó con los labios y lo tragó.

Chris Waine murió esa noche, sentado en esa mesa.
Estuvo muerto con los ojos abiertos por algunas horas.
Horas largas y vacías, hasta que una de las personas que limpiaban allí se dio cuenta que había algo en esa esquina oscura, en esa esquina fría y sombría, húmeda y olvidada, donde el catador yacía.

 Le Tengo  Miedo A...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora