A luz de Luna.

Esté donde esté, siempre te amaré.

No entiendo que es todo lo que está pasando,los médicos corren de un lado a otro, las alarmas suenan con mayor profundidad, se escuchan teléfonos y empiezan a haber gritos. Trato de levantarme de esta cama más no puedo, no logro moverme, me siento inútil, todos están desesperados y yo aquí sin hacer nada, trato de llamar a mi madre pero ella parece no escucharme, decido hacerlo de nuevo, más desfallezco en el intento, siento un nuevo mareo, cada vez me siento más débil, ya no escucho lo que dicen ni veo rostros claros.

Me preocupa esta situación, desde que me desmayé en la oficina no entiendo nada de lo que pasa, me preocupa la vida que llevo dentro, el no tiene la culpa de todos mis errores, el no puede seguir esta condena, yo quiero que él sea un niño alegre, que corra por los campos de mi mano, que su corazón albergue los más puros sentimientos, que sus sueños se cumplan y alcance la felicidad que yo no pude.

Me arrepiento de haber pensado siquiera un poco el hecho de no tenerlo, me arrepiento de haber renegado más de diez veces tratando de buscar una respuesta a esa duda que tanta confusión generaba en mi alrededor.

Más ahora entiendo, todas mis dudas están claras, mis sentimientos son otros, ahora sí sé con seguridad e incluso lo puedo gritar: "¡Lo amo! ,amo a ese pequeño ser que se mueve frágilmente dentro de mí, amo cada uno de sus latidos y todas las sonrisas que sin nacer ya me crea en mí."

Empiezan a mover la camilla en la que me encuentro, mi cuerpo ya no reacciona solo mi mente escucha, parece que me están subiendo a una ambulancia, no entiendo por qué, si ya estoy en un hospital, de pronto escucho a mi madre hablar con el médico:

-¿Estarán bien, doctor?

-Haremos todo lo posible señora, pero antes de partir necesito que firme este documento.

-¿De qué trata doctor? No me preocupe más por favor, dígame las cosas a la cara, no me oculte lo que en verdad pasa. -dijo muy nerviosa mientras temblaba la punta del lapicero con el que firmaba.

-Señora, lamento darle esta noticia, su hija corre un grave peligro, el tabaco ha dañado de forma masiva su organismo, si no la operamos a tiempo puede que no se salve ninguno.

-¿Ninguno? Doctor, se van a salvar, ambos ¿verdad?

-No señora, solo podemos salvar a uno, sería un milagro que los dos se salven, el organismo de su hija ya está muy dañado, no resistirá la operación y si demoramos más, es muy probable que ninguno de los dos se salve. Por favor,voltee la hoja donde está firmando, y seleccione a quién de los dos desea que salvemos. Lo lamento mucho.

Ví como mi madre se desvanecía de a pocos, en su rostro no existía más que llanto, después de mirar al cielo, voltea la página y firma.

Inmediatamente las enfermeras me trasladan a la sala de operaciones, siento mi alma desvanecerse de solo pensar en lo que podría pasar, solo decido encomendarme al cielo y dejar en sus manos todo lo que me pase, todo lo que le pase a él.

Ya han pasado más de dos horas desde que terminó la operación y mi alma recién despierta, el cuadro que observo me alegra mucho, veo a mi hijo, a mi pequeño hijo, el cual una vez odié, pero que ahora amo con todo mi ser, lo veo dormir en los brazos de mi hermana, sí, mi hermana vino a verlo, quiero despertar y abrazarla, a ella y a mi madre.

De pronto, siento una lágrima caer en la palma de mi mano, ¿Qué está pasando? ¿Quién está llorando?, me inclino y veo a mi madre, está llorando desconsoladamente, no logro entender por qué lo hace, su nieto está sano, su nieto está vivo.

Trato de levantarme y decirle que no llore, que ya todo pasó, pero no puedo, mi cuerpo no me responde, esta vez no estoy desmayada, es algo más, algo que no puedo vencer.

Segundos más tarde entra el doctor con las enfermeras, cubren mi cuerpo con una sábana blanca, mi madre intenta que no me cubran, más el doctor la detiene diciendo:

-Lo siento señora, solo pudimos salvar a uno, estoy seguro que ese niño será muy feliz y tiempo más tarde entenderá el sacrificio de su madre, ella a partir de hoy, será su ángel.