Veneno.

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Sus ojos infinitos
me miraban ceñudos y vacíos,
mientras me llevaba a sus lugares preferidos;
quién imaginaría
sentir amor entre sueños.
Un amor ya extinto,
inútilmente recordado.

Tomé su mano una última vez,
no quería despertar,
por eso me bañé en llanto.

Sentí sus aterciopelados labios
en los míos;
intercambiamos aliento desconsolado
éramos amantes desesperados.

Me dijo que me amaba,
mientras yo,
su rostro acariciaba.

Sentí caer en un colchón de plumas,
imaginando que me abrazaba,
pero, era su ausencia la que me miraba.

Entonces supe que
el veneno no nos  mata si es en
en poca cantidad,
si no; que mata la facilidad,
en la que nos dejamos llevar,
y con la que empezamos a soñar.

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