Capítulo 3

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Realmente estaba asustada. ¿Qué le prodría haber pasado a Ana? Ella no es asi. 

Llegué a su casa. Estaba en frente de la puerta. Me dispuse a llamar al timbre, pero entonces oí un grito. Era de Ana. Algo pasaba, y no era bueno. Pensé en llamar a la policía, pero si era tan grave y no había llamado ella misma por algo sería. Cogí la llave de repuesto que Ana siempre guardaba en la lamparita fundida que estaba en el porche. Abrí y entre silenciosamente. Los gritos procedían del piso de arriba. Entré en la cocina y cogí una sarten. Subí lo más rápido y silenciosamente que pude. Los gritos seguían, procedían de la habitación de Ana. La puerta estaba entreabierta y pude ver a un hombre que la estaba sujetando con fuerza contra la cama, Ana se defendía como podía. Ella levantó la cabeza y me miró. En sus ojos pude ver dolor, estaba llorando. Entonces me di cuenta de lo que debía hacer. Entre lentamente en la habitación y lentamente alzé la sartén, entonces con la sangre más fría que tenía en mi cuerpo le llamé al oído y cuando se giró le di lo más fuerte que pude. El hombre se quedó inconsciente. Dejé caer la sartén sobre la cama y me apresuré a llamar a la policía. A continuación corrí hacia Ana. Al mirarla fijamente pude ver todo lo que había sufrido. Encendí la luz y examiné cada milímetro de su cuerpo. Tenía marcas en las muñecas y la camiseta rota. La pobre no paraba de llorar. Entonces me di cuenta de el gran error que estaba cometiendo, levanté la cabeza y la miré fijamente a los ojos. En ese momento la abrazé y le susurré al oído "En las buenas y en las malas, ¿vale?". Noté como una pequeña sonrisa se formaba en su cara. Y me dijo "Gracias Amanda, eres una amiga de verdad". Ya no pude contener las lágrimas ni un minuto más y rompí a llorar. 

Bajamos lentamente las escaleras y delicadamente senté a Ana en el sofá. Me acerqué a la cocina y le preparé un chocolate caliente con nata y tres nubes, como a ella le gustaba. Se que es verano, pero eso siempre nos anima. Le di el chocolate y me senté a su lado. En seguida llegó la policía, les dije dónde estaba aquel hombre y subieron a buscarle. Se armó un jaleo cuando se despertó. Cuando bajaron a aquel hombre esposado pude ver como en sus ojos no se reflejaba ningún sentimiento. Entonces giré la cabeza y vi a Ana, estaba muerta de miedo. En su cara se podía ver que le tenía miedo. Me costará mucho, pero conseguiré que se vuelva a sentir libre y protegida de nuevo.

Amor de un díaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora