Cap. 3

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El día que llegué a Hogwarts no estaba nada nerviosa. Aunque necesitaba aparentarlo, necesitaba hacer creer lo inofensiva que era, lo triste que estaba por la unión de mis padres con Voldemort y lo asustada que estaba de el mismo. Ganarme la confianza de todos.
La noche la pasé en casa de aquel auror, Kingsley, que se había tragado toda mi farsa de víctima, teniéndolo ya sometido totalmente. Cuando me desperté, me vestí con la túnica del colegio y me observé en el espejo. Siempre fui muy pálida, como si el sol me evitase, como si viviera entre rincones sin poder respirar aire fresco. Mi pelo no tenía brillo y caía en ligeras ondulaciones hasta debajo justo de mis hombros. Y mis ojos permanecían rojos del cansancio, del estrés. Resaltando el azul confuso de mi iris. Era un azul oscuro, nada común. Tenía una estatura media y una complexión delgada. Mis padres decían que mis rasgos eran dulces pero escondían ácido y peligro por todos lados. Como un tigre encerrado por mucho tiempo. Aunque hoy me iba a liberar. Kingsley me llevó a la estación y me dio mi billete. Había ensayado tantas veces este momento... Había ansiado ir a Hogwarts desde hace tanto tiempo... Sabía dónde estaba el andén 9 y 3/4 y caminé con decisión hacia la columna, arrastrando mi carrito con Venecia, mi gata. La estación estaba abarrotada de padres que se despedían de sus hijos con emotivos abrazos. Yo me movía ágilmente entre todo el mundo, con una sonrisa gatuna en el rostro. Hasta que me choqué con alguien.
-¡Perdón! -se disculpó. Cuando se giró, pude ver un rostro pecoso y un cabello color zanahoria.
-¡Oh, lo siento tanto yo! -Bay, actúa, me dije a mí misma-. Ando muy confusa, entro este año, ¿sabes? Soy Bay Peck.
El rostro del pelirrojo cambió de pronto.
-Eres la chica de la que Dumbledore nos habló. Tus padres están en Azkaban, ¿verdad?
Antes de que pudiese contestar, una chica con el pelo alborotado le propinó una palmada en el brazo.
-¡Ron! Qué insensible, por Merlín... -el pecoso se frotó el brazo con cara de dolor y me miró a mí- Eres Bay, ¿no? Dumbledore nos comentó sobre ti. Lo has debido pasar fatal, encerrada sabiendo que tus padres son seguidores de Voldemort.
Mi sonrisa interior fue creciendo.
-La verdad, no ha sido una época muy buena... Pero ahora estoy a salvo.
-Oh, pues claro que lo estás, mientras Dumbledore siga vivo aquí nadie te va a hacer daño. Ah, por cierto, soy Hermione Granger y el insensible es Ron Weasley.
Vaya. Ropa vieja, libros usados, pelirrojo... Éste tenía que ser un Weasley.
-Encantada -dije con la sonrisa más fingida de todas.
De pronto, mi día mejoró aún más cuando vi llegar a nada más y nada menos que el mismísimo Harry Potter. Mi ferocidad creció.
-Ese es... No puede ser... ¡Es Harry Potter! -me sentí como un tigre acechando a su presa antes de comérsela, moviéndose maliciosamente antes de zampársela de un bocado.
-Y tú debes de ser Bay Peck, me alegro que hayan conseguido rescatarte y ahora estés bien.
-Yo también me alegro muchísimo. Gracias por hablarme el primer día, estaba muy insegura y asustada... Ya sabéis, aquí no conozco a nadie, ni siquiera sé a donde pertenezco.
-Puedes venir con nosotros -dijo Ron mientras caminábamos hacia el tren.
Ron y Hermione se despidieron nada más entrar para irse al vagón de los prefectos, así que nos quedamos Potter y yo solos. Al principio fue bastante incómodo y de ahí, no tengo ni idea de cómo acabamos en un compartimento con una chica rubia que parecía sacada del manicomio, un chico con aspecto de no saber muy bien dónde estaba y un sapo que olía fatal. Sinceramente, estos iban a ser unos dos largos años pero aún me quedaba paciencia.
Harry se rascó la nuca.
-Emm... Luna, Neville... Ésta es Bay Peck... Supongo que sabéis quién es. Es noticia en el Profeta.
La rubia iba con unas gafas psicodélicas y tenía la voz muy suave.
-Mi padre ha escrito sobre ti en el Quisquilloso. Creemos que tus padres son vampiros y hay una teoría y todo, página 34 ¿quieres leerla?
Miré a Harry en busca de ayuda y él negó disimuladamente con la cabeza.
-Harry disimula fatal, ¿verdad que sí? -el comentario de Luna sobresaltó a Harry quien, en vez de disculparse, sonrió avergonzado.
-¡Trevor!
El chico de cara regordeta se había lanzado debajo de los asientos hasta que salió con un sapo verde y feo. No pude disimular mi mueca de asco y tuvo que darse cuenta porque en seguida se disculpó.
-Siempre anda escapándose, ya no sé si ponerle una correa o qué -hubo un silencio incómodo en el que pude observar cómo Harry ponía los ojos en blanco y suspiraba-. ¿Sabías que los sapos de la raza de Trevor viven más o menos...?
No pudo continuar su dato, pues una niña entró de sopetón jadeando en el compartimento.
-Traigo una carta de parte del profesor Horace Slughorn para Neville Longbottom, Bay Peck y Harry Potter -se sonrojó al decir el ultimo nombre.
-¿Quién es ese? ¿Qué tengo que ver yo ahí? -pregunté sosteniendo la invitación.
-Es el nuevo profesor -explicó Harry-. Se ve que le gusta hacer clubs de alumnos con habilidades extraordinarias.
-Pues se ha equivocado de personas -mascullé entre dientes.
-Yo tampoco tengo ninguna habilidad -Dijo Neville, quien aún sostenía al sapo entre las manos.
-Vamos a ver, de todas formas -concluyó Harry, saliendo del compartimento-. Hasta luego, Luna.
-Adiós, chicos -respondió aquella curiosa chica que balanceaba la cabeza al son de una canción imaginaria.
En el compartimento de Slughorn había demasiada gente apretujada. Todos sabían perfectamente qué hacían allí menos una chica menuda y pelirroja, que era todo un poema. Me aguanté la risa mientras conseguía hacerme sitio entre los demás alumnos.
-¡Harry, amigo mío! Has venido -el profesor Slughorn era un señor bajo, calvo y regordete, el tipo de persona que te ganas dándoles dulces-. Tú debes de ser Longbottom. Y tú -me apuntó con un dedo-, querida, eres la famosa Bay Peck. Venga, venga, sentaos, quiero saberlo todo, sobretodo de usted, señorita Peck.
Todo el mundo estaba ahí porque pertenecía a familias prestigiosas o tenían alguna habilidad fuera de lo común. Averigué que la pelirroja se llamaba Ginny Weasley, hermana de Ron. Y que estaba allí porque había efectuado el maleficio de los mocomurciélagos más potente que Slughorn vio jamás. A Neville le interrogaron acerca de sus padres, quienes fueron torturados y quedaron incapacitados en San Mungo para siempre. Mi mente retorcida pensó que seguro que hubo alguna razón para haber hecho aquello. Luego le llegó el turno a Potter. Contó la historia que yo ya me sabía de pe a pa y mi tigre interior comenzó a rugir de rabia, con ansias de alimentarse.
-Finalmente, esta peligrosa y bella señorita de aquí, Bay Peck. Tu historia es absolutamente conmovedora. Tengo entendido que tus padres ahora están en Azkaban, pero tú eres una bruja normal, ¿sabes cuáles son tus ideales?
-Sí. Totalmente todo lo que no tenga que ver con el Señor Oscuro -mentí-. Gracias a él no tengo padres, ni amigos y viví prácticamente presa por siete años.
-¿Y a quién admira?
Miré a mi alrededor. Era hora de sacar los ases bajo la manga.
-Sin duda a Harry Potter. Mis padres siempre me han intentado ponerme en su contra, decirme que él era el enemigo y chorradas que supongo que todos los padres mortífagos dicen. Pero yo siempre creí y creo en el bien, así que la continua lucha que tiene contra el-que-no-debe-ser-nombrado es inspiradora para todos los que no saben ya en lo que creer.
Noté cómo Harry se movía incómodo en su asiento y miraba al suelo. Bingo.
-Conmovedor. Absolutamente conmovedor -declaró Slughorn cogiendo una pieza de piña confitada.
Después de otra hora de parloteo, nos mandó a ponernos las túnicas. Pasamos por el pasillo de Slytherin y de soslayo le vi. Vi a ese rubio platino con el que hace siete años que no me veía. Sus facciones se habían vuelto muy atractivas. Todo él desprendía un aura atrayente a cualquier ser vivo. Él me miró y se le abrieron los ojos como platos y a pesar de la cierta distancia, pude leer en sus labios cómo decía.
"Es ella otra vez"

Avada Kedavra, queridoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora