Traspasé las verjas para ir al castillo con Ron y Hermione. Había perdido de vista a Harry después de el encontronazo con Malfoy. Me dio un vuelco al corazón ¿Se acordaba de mí? Al fin y al cabo, no ha pasado tanto tiempo. Subí a unos carruajes tirados por unos caballos esqueléticos y fantasmagóricos que rebufaban inquietos.
-¿Qué son estos caballos? -pregunté. Luna también estaba sentada con nosotros y me miró sonriente.
-Son thesthrals -dijo Hermione de pronto-. Sólo se pueden ver si la persona ha presenciado alguna muerte.
Y entonces caí. Mi abuelo. Vaya forma de empezar el curso.
El castillo me hacía estremecer a medida que nos acercábamos y cada poro de mi piel saltó de emoción en cuanto entramos al Gran Comedor. Era más grande de lo que me imaginaba, lleno velas y un techo abovedado en el que se representaba un cielo salpicado de estrellas. Me senté al lado de Ginny y Hermione y justo cuando iba a iniciar una conversación, una mujer alta y con expresión severa se acercó a mí.
-Esa es Mcgonagall -me susurró Ron-. La jefa de la casa de Gryffindor y profesora de Transformaciones. Da miedo ¿verdad?
-5 puntos menos para Gryffindor gracias a la discreción del señor Weasley -dijo de pronto Mcgonagall, cruzada de brazos. Ron se sobresaltó y se puso completamente rojo. La profesora frunció los labios y me miró de arriba a abajo, como analizándome.
-Igualita a tus padres. Espero que seas mejor. Acompáñeme.
Vacilé antes de seguir a Mcgonagall. Supongo que ahora se me haría la ceremonia de elección en la que determinaría en qué casa estar. De pronto las puertas del Gran Comedor se abrieron, dando paso a un Harry Potter malherido. Tenía sangre seca en la nariz y parecía alterado. El día no podía ir mejor. Instintivamente, dirigí mi mirada a la mesa de Slytherin y allí estaba Draco, sonriendo maliciosamente. Mi Draco. Quién si no. Lo que decía de acercarse a él por reputación no funcionó de primeras o ni lo intentó. Ahora teníamos una cosa en común: odio a Harry Potter. Draco advirtió mi mirada y en seguida la bajó y comenzó a juguetear con un tenedor de plata. Si no le hablaba yo, esto se iba a hacer interminable. Llegué a la tarima enfrente de todos los alumnos de Hogwarts y pude ver a Dumbledore más de cerca. Llevaba una barba larga y plateada y unas gafas en media luna, las cuales se ajustó y carraspeó para llamar la atención de la gente.
-Buenas noches, alumnos. En nada pasaremos a la ceremonia de selección de los de primer año, pero antes de nada, me place presentarles a una superviviente a un ataque de Voldemort: Bay Florenze Peck. Como muchos sabréis, estuvo encerrada con su abuelo siete años, después de que sus padres se convirtieran a mortífagos. Ahora están en Azkaban, pero desafortunadamente, la casa de la señorita Peck fue atacada recientemente por el mismo Voldemort, quien mató a su abuelo de inmediato. En ese momento se encontraba en el piso de arriba, como bien tengo entendido. Nadie sabe aún por qué no la mató a ella pero no demos por hecho que no la busca. Vamos a darle una buena acogida aquí, que se sienta que es un nuevo comienzo. Hogwarts es un sitio vacío de peligros.
Desde la mesa de Gryffindor se pudieron escuchar unas pequeñas risas, acalladas repentinamente por la grave voz de Dumbledore.
-La señorita Peck no pertenece aún a ninguna casa, así que veamos qué dice el Sombrero Seleccionador.
Me hicieron sentar en un taburete que me quedaba ya pequeño y me colocaron un viejo y polvoroso sombrero sobre la cabeza. De pronto, el sombrero comenzó a hablar dentro de mi cabeza.
-Mmm... Veamos... ¿Una Peck? Oh, por las barbas de Merlín. Veo maldad. Uhm. Mucha inteligencia retorcida y veo energía contenida. Veo también mucha valentía. Podrías ir a Gryffindor... Pero no serviría de mucho así que ¡SLYTHERIN! -lo último lo gritó en alto, sobresaltándome. El comedor estalló en aplausos. Más por la casa verde y plata, que agitaba los puños en el aire. Fui indecisa hacia la mesa y en el momento, una masa de gente me tragó completa. Todo Slytherin me vitoreaba e incluso me ofrecía sitio para sentarme. Menos Draco, quien permanecía serio y con la vista fija en el plato vacío. Al final me senté al lado de una tal Daphne Greengrass. La cena transcurrió todo lo tranquila que puede ser una cena cuando no te paran de acribillar a preguntas. Entendía el repentino interés que todos tenían en mí, al ser nueva, salir de la nada y que, además, no todos los días te encuentras con alguien que haya escapado intacta de Voldemort. Ni si quiera Harry Potter.
-Entonces, ¿Eres sangre pura?
-¿De verdad tus padres son mortífagos?
-Sí y sí -respondí por quinta vez-. Esta es la última vez que lo respondo.
De pronto, vi a Malfoy levantar la vista de la mesa para mirarme fijamente, sin expresión alguna.
-¿Entonces -dijo arrastrando la ese. Su voz era grave y peligrosa-, eres una bruja súper malvada?
Sólo algunos aventurados se rieron y fruncí el ceño, devolviéndole una mirada desafiante.
-Me dedico a lanzar maldiciones imperdonables a impertinentes como tú, así que imagínate.
Esta vez la mesa estalló en risas, incluso Malfoy esbozó una sonrisa. Seguía igual que siempre, pero más maduro, más guapo. Mientras los de primer año se iban sentando en sus nuevas casas, no podía parar de echarle vistazos. Este curso iba a ser un lío, con la misión que se me había encomendado de matar a Dumbledore. No sé por qué, pero no veía el éxito en ninguna parte.
El resto de la noche se pasó casi literalmente volando entre risas y un montón de manjares que nunca hubiera imaginado que probaría. La mayoría quería enseñarme los terrenos del colegio para así no perderme al buscar la sala común o cualquier otra habitación. Por mera educación, yo les sonreía pero no les aseguraba nada. Tenía ganas de saber a qué se dedicaba Draco aquí, suponiendo también que estaba o estaría trabajando con Voldemort.
-Pues si quieres puedes venir con nosotros. No pensábamos ir a la sala común directamente -dijo un chico de tez oscura sentado a la derecha de Malfoy, a lo que éste levantó la cabeza y me miró, de nuevo de expresión inescrutable. A su izquierda había una chica de pelo negro con cara de estúpida que no paraba de soltar risitas tontas.
-Sí, vente. Necesitamos a alguien puro en nuestra pandilla, desde que hay tanto traidor... -se lamentó la pelinegra, señalando a los hermanos Weasley- Todos con su pelo de zumo de calabaza, ropa de segunda mano... Podrían haber sido mejores.
El chico de la derecha asintió enérgicamente mientras me tendía una mano.
-Zabini, Blaise Zabini. Encantado-acepté el saludo de buena gana-. Y esta es Pansy, y este es...
-Malfoy -interrumpí yo con sorna-. Ya nos conocíamos.
Blaise sonrió de lado y Pansy compuso una mueca.
-Habéis... ¿Estado saliendo? -Pansy estaba a punto de lanzarse hacia mí como un hipogrifo irritado hasta que de repente, Draco pegó un bote en su silla. Y comenzó a reír descontroladamente. Era la primera vez en toda la noche que mostraba emociones claras, a lo que no pude ocultar mi asombro.
-¿Salir con ella? A lo único que salíamos era a lanzarle maldiciones a los enanos de jardín. Y creedme, muchas veces casi la confundo con uno de ellos.
De pequeña solía tener fama de enana. Mi cuerpo tardó bastante en desarrollarse, así que siempre me quedaba atrás de los demás niños, por supuesto ya mucho más altos que yo. Estaba hecha un saco de huesos y se corría el rumor de que estaba malnutrida, aunque que me mirasen ahora. Toda esa 'malnutrición' se había ido al Departamento de Misterios, pues ahora me enorgullecía de mi cuerpo delgado pero esbelto, con curvas en las caderas y en otras zonas del cuerpo.
-A veces yo confundía a Malfoy con un gilipollas nato. Pero parece que nunca fue confusión -Zabini carcajeó, dando golpes a la mesa y Pansy frunció el ceño justo antes de ponerle morritos a Malfoy, quien no paraba de observarme, como si quisiera analizar cada centímetro de mi ser. Comencé a notar un súbito calor en mis mejillas y supuse que me debía ver como un tomate cherry, así que fingí que se me habían caído los cubiertos para ocultar mi rostro debajo de la mesa. Había algo en él que hacía estremecerme. Imponía; ya fuera por su fama y apellido o por su facciones afiladas. Recordé de pronto que estaba aquí para una misión, no debía entretenerme con tonterías, aunque por otra parte se me había pedido la total integración y disimulo, actuar como uno más pero sin desviarme demasiado del objetivo. No pensaba de momento comentarle nada a Malfoy. Él ya no era aquel niño con el que compartía cualquier tipo de secreto por muy personal que fuera, pero Voldemort sugirió que si encontraba algún tipo de problema y como última opción, pidiese ayuda a Malfoy. Claro, escuchar al gran Señor Oscuro decir que podía pedir ayuda me hizo pensar que todo esto se trataba de una broma. Luego recordé que Voldemort no tenía mucha fama de cómico. Así que dejé la revelación de mi plan como Opción-requerida-de-100-años-de-meditación. No necesitaba ayuda, y menos la suya. ¿Qué dificultad había en matar a un viejo que, para ser honestos, ya andaba chocheando?
Cuando recuperé mi compostura, mi rostro había adquirido su tono paliducho habitual y nadie parecía haberse dado cuenta de nada.
Después de un rato, anunciaron que los prefectos guiarían a los de primer año a sus salas comunes y que los demás debían marchar a dormir inmediatamente. El horario de clases comenzaba al día siguiente de manera normal, y no quería parecer un zombi el primer día, pero Zabini me estiró del brazo para que le siguiera. Antes de siquiera poder salir del Gran Comedor, escuché una voz conocida a mis espaldas.
-Eh, Bay -mierda. Weasley y sus amigos-. Enhorabuena. Aunque hubiera preferido que estuvieses en Gryffindor.
-Tú y todos -añadió Hermione sonriente.
Bajo la mirada de total confusión de Zabini y Pansy, me mordí el labio con nerviosismo. Había olvidado completamente la enemistad que existía entre las dos casas y, bueno, entre Draco y Harry. Lo de acabar con Harry era algo personal, pero lo de Dumbledore era algo encomendado por el mismo Voldemort así que por ende, las amistades de supervivencia y adaptación hasta que llegase el día de ejecutarla eran cruciales. Por otro lado, era obvio que Potter era el enchufado de Dumbledore y acceder hasta él sería más fácil si me relacionaba bien con él su grupo. De pronto, Draco apareció de entre la multitud y observó la escena con una ceja enarcada.
-Peck, ¿amiga del Sanpotter? -escupió con asco.
Tanto Hermione como Ron y Harry fruncieron el ceño y me miraron directamente, a la espera de una respuesta. Sentí cómo el mundo se me venía encima y millones de preguntas me atacaban, tirándome hacia abajo. Mi respiración se aceleró. Después, todo se volvió negro.
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Avada Kedavra, querido
FanfictionBay Peck es una chica de dieciséis años que vive con su abuelo desde que sus padres se unieron a Voldemort. Después de que el Mago Tenebroso matara al único familiar que le quedaba, Bay decide vengarse. Pero no justamente de Voldemort. Y un cierto h...