● Capítulo 2 ●

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Voy escaleras abajo a desayunar con mamá, puede que llegue un poco tarde pero valdrá la pena el hacerlo para comer pastelillos. Al sentarme con mi café en las manos llega a la cocina, siempre está apurada a pesar de que no tenga nada de trabajo en la mañana. No me lo explico, no veo qué haya que hacer tanto si solo somos dos personas, yo casi una totalmente independiente.

Bueno, no soy nada independiente, ¡pero aún así soy una sola!

Se prepara un té -que seguramente se tomará en el camino- y devora el pan que tiene en las manos, mientras a mí me apura con unos gritos que siento exagerados. Pero hay que aceptar que es lo único que me despierta en la mañana. Yo dejando mi modo perezoso a un lado, le hago caso y me trago el café junto a los pastelillos para llegar a tiempo. Algo que ella odia son las personas impuntuales, mala suerte la mía.

Subimos al auto y en unos diez minutos toca la hora de bajar, llegando al colegio, claro.

-¡Suerte con tu examen! Ya hablaré más tarde con la señora Johnson para saber cómo te fue -le respondo con una gran sonrisa. Es lo único que puedo hacer si es que no quiero empeorar la situación aún más. Muchas veces no controlo lo que digo, sólo me nace.

El auto desaparece al salir del estacionamiento y yo apresuro el paso yendo hacia la entrada. En ella saludo a James y Aaron, unos amigos que conocí el mes pasado, son muy fiesteros, en la fiesta que haya ellos están allí.

Quedé con Amara a encontrarnos en la entrada, así que me siento a esperar en un banco de afuera, mientras la busco con la mirada.

-¡¡Hannah!! -antes de que pudiera darme cuenta ya estaba gritando por el susto. Ella se encontraba detrás mío riendo, y termino acompañándola.

-Qué susto, niña -me pongo la mano en el pecho para calmar mi respiración. Nos saludamos con un beso en la mejilla y vamos a clases. Por suerte nos toca lo mismo, y por mala suerte es matemáticas.

Nos sentamos juntas en los puestos de atrás, y mientras esperamos al profesor, Amara me empieza a hablar sobre su elaborado plan.

-Muy bien -se acerca más a mi asiento, agachada. Y comienza a susurrar su plan-, la cosa es esta: podemos usar su odioso temperamento a nuestro favor. ¿Recuerdas cuando Rachel nos contó que el profesor de Ciencias había hablado muy mal de ella y lo escuchó? -asiento, ella había estado muy molesta esa semana-, bueno, jamás le dijo nada a él, absolutamente nada, ni una palabra. Menos le escuchaba las excusas que daba. Entonces no creo que sea distinto con tu madre.

-Pero, ¿cómo haremos que hable mal de ella? Es imposible, jamás lo haría -Amara rueda los ojos.

-Lo sé, pero piensa un poco. Si ella de "casualidad" llega a escuchar que tu mamá habla mal de ella, hará lo mismo con lo orgullosa que es. No le dirigiría la palabra nunca más. Y ese es mi plan. Tienes que contarnos lo mal que tu madre habla de ella, obviamente inventando, cuando estemos muy cerca. Hay que asegurarse de que escuche lo falsa que es tu madre, y listo. Adiós amistad -se recuesta en el respaldo, orgullosa. Aunque es muy simple y nada elaborado, me gusta. Además, no se me ocurre otra cosa.

-Bien, me gustó. Ahora dime cómo haremos que nos escuche cuando estemos hablando -la miro acusadora. Creo que no había pensado en eso, viendo su expresión. Se queda pensando al mismo tiempo que el profesor entra a la sala y comienza su aburrida clase.

Se acerca de nuevo y me susurra.

-Ya sé que hacer, pero es arriesgado. Debe ser hoy sí o sí, tendrá que ser durante el examen. Tienes que escribirlo en un papel y me lo pasas, la cosa es que ella vea que me lo estás pasando y nos lo quite. Será pan comido, pero estoy segura que nos hará algo. Yo me puedo sacrificar por ti -me sonríe.

-¿En serio llegas a dudar de mí? -le pregunto mientras estrechamos las manos, dando el plan como finalizado.

(...)

Sí, estoy nerviosa. Ya faltan cinco minutos para que entremos a la clase de la profesora Clarie Johnson y los segundos pasan cada vez más rápido. Amara está normal, como siempre. La verdad ella es más como yo, relajada, alocada, pero se saca mejores notas. Lo que me falta a mí.

No paro de jugar con mis dedos, mientras leo una y otra vez el pedazo de papel que le pasaremos a la profesora. Queríamos algo sutíl, fuerte, pero no suficiente para expulsarnos. Creo que lo hemos logrado, pero aun así sigo leyendo, observando cada frase para saber si es exactamente lo que quiero, lo necesario.

-Ya para, si sigues se gastará el papel -me dice Amara que está sentada al lado mío, y después siguiéndole está Aide con otros amigos, estudiando como siempre. Yo le fulmino y sigo leyendo.

Sin darme cuenta ya me estoy dirigiendo a la clase, sin dejar de jugar con mis dedos. Sin dejar de leer el papel.

Continuará...

El Muchacho de los ojos TristesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora