II

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II

Aún así no sabía muy bien cómo seguir, ni siquiera qué hacer. Ya había perdido una estadía en un hospital del que no es bueno hablar, ya había perdido mi conciencia por parte de cualquiera que quisiera que así lo hiciera, y he perdido mi moralidad por no saber que hice o por no estar seguro qué dejé de hacer .

- ¿Crees pertinente volver ahora? - preguntó ella haciendo correr las páginas de un libro sin ponerles el mayor cuidado.

- No pienso que lo sea y no me quiero arriesgar - respondí volteando hacia ella -. Es mejor esperar un poco más; tocará quedarnos aquí.

Me dirigió una mirada pensativa y suspiró un poco, volviendo a la hoja con ignoto contenido. Caminé unos pasos hacia el cuarto de baño bastante oscuro y ahí me quedé.

- Espero que no sea mucho tiempo - replicó sin despegar la mirada del libro -, me caen gotas que cada vez me mojan más; estoy segura de que me mojaría menos afuera que aquí adentro,- a lo que yo respondí con una sonrisa de leve ruido.

Afuera pasaba de todo. Llovía a cántaros y el viento convertía las gotas al caer en oleadas de helado líquido camaleón. Los que aún quedaban afuera viviendo de la orgía de sangre corrían por cualquier parte, compensando su acumulación de energía y distrayendo sus ganas de matar; o así lo supongo.

Me devolví de nuevo al frente del lugar. La mínima abertura de la puerta me daba el panorama suficiente y el que quería. ¿Qué hay de bueno en ver sangre correr con los ríos de agua traslúcida que reflejaba ya las luces que tristemente alumbraban las calles en las noches? ¿Qué hay de bueno en saber que la tintura roja pertenecía a personas a las que no tenían la menor idea de qué sucedía? Los cinco centímetros de separación me servían de mucho para darme cuenta qué tanto pasaba y qué dejaba de pasar. No estaba seguro de cuál era la mejor salida: seguir adelante hacia el hospital y arriesgarnos a ser atacados, o confinarnos en este lugar hasta quién sabe cuando y vivir así quién sabe cuánto.

Algo sucedía afuera y quería saber qué era; sin embargo no podría salir. Hice un llamado a Evelin alzando el brazo, al que torpemente respondió.

- ¿Qué quieres? - preguntó sin pararse de la cama.

- Que observes detenidamente mi brazo y me sigas haciendo preguntas de ese tipo - voceé secamente.

Tardé unos segundos hasta escuchar el rechinar de la cama y sentir su respiración en mi nuca. Apoyó su mano sobre mi hombro, apartó mi cabeza de la abertura y mi cuerpo de la puerta, y pegó su ojo al marco, poniéndose cómoda para ver.

- ¿Sangre? - preguntó para nada asombrada - nunca la había visto, ¿por qué será que hay tanta? - terminó con tono sarcástico, dejando su lugar en la puerta y volviendo a la cama.

- No me refería a eso - refunfuñé sin aliento -, piedras pequeñas son lanzadas desde al lado, de alguna manera debe haber alguien vivo. No escucho a ninguno de los internos gruñir.

- No estoy de acuerdo, y deja de decir estupideces - reclamó como si le fuera molestia-, no hay manera alguna que alguien cuerdo se exponga al peligro tirando piedras.

- Es una señal, nos escucha y sabe que estamos aquí - exclamé refutando su idea.

- ¿Si supiera que hay alguien aquí no se hubiera dirigido ya a nosotros? - repuso insolente.

- ¿Tu te atreverías sin estar segura? - indagué esperando hacerla callar.

Me devolvió la mirada. Se notaba cansada, de ninguna otra forma me hubiera tratado así, ni hubiera ido en contra mía. Se recostó sobre la cama y después de un momento se levantó bruscamente.

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